Walesa y Solidaridad: El Triunfo Pacífico de un Pueblo en Busca de Libertad en Polonia
Polonia fue un país sojuzgado varias veces durante el siglo XX. Primero con la invasión de Hitler en 1939, que dio origen a la Segunda Guerra Mundial, y luego con la “liberación” lograda por las fuerzas del Ejército Rojo, que permitieron el ingreso de las fuerzas comunistas de la Unión Soviética. Sin embargo, pronto quedaría claro que la salida de los nazis no significaba el comienzo de una era de libertad, sino que continuaba la opresión bajo una nueva fórmula: el comunismo dirigido desde la URSS.
Primero de manera clandestina, luego cada vez con más fuerza, los trabajadores polacos del astillero Lenin entendieron que ERA NECESARIA UNA PRESIÓN SOCIAL para quebrar un régimen que parecía indestructible, como era el sistema comunista a finales de la década de 1970. Desde 1967, Lech Wałesa trabajó como electricista en el Astillero Lenin, en Gdansk. Las huelgas comenzaron a mediados de agosto de 1980, pero en julio ya hubo pequeñas protestas en fábricas de otras partes de Polonia. El Papa Juan Pablo II fue en esos momentos fuente de inspiración. Durante una misa en Varsovia en 1979, pronunció su famosa frase «no tengan miedo», que se convirtió en un lema para millones de polacos. La ira iba dirigida contra los gobernantes comunistas, que habían gobernado el país durante 35 años, asegurándose privilegios y causando el debilitamiento de la economía nacional.
En un país con 35 millones de habitantes, 10 millones de personas se unieron al movimiento Solidaridad en tan solo unas semanas. El historiador alemán Peter Oliver Loew, director del Instituto Alemán de Polonia en Darmstadt afirmó: «Si algunos intelectuales salen a la calle, no es una revolución. Pero cuando se DECLARA EN HUELGA UNA EMPRESA DE LA QUE DEPENDE PARTE DE LOS INGRESOS DEL ESTADO, entonces se está cuestionando un sistema comunista que está legitimado por el proletariado».
En 1989, entre otros fenómenos relevantes, comenzó el final de la dominación comunista en Polonia. Para ser más precisos, se remontaba una década atrás, con el surgimiento del Sindicato Solidaridad, liderado por Lech Walesa; una organización autónoma del régimen, algo prohibido en Europa del Este. Primero de manera clandestina, luego con más fuerza, los trabajadores polacos del astillero Lenin entendieron que era necesaria una presión social para quebrar un régimen que parecía indestructible, como el sistema comunista a finales de la década de 1970. Wojciech Jaruzelski toleró la expresión obrera, abriendo espacios de libertad que en otras partes eran impensables, incluso contra los consejos soviéticos. Quizá pensaba en su capacidad para manejar la situación o en la especificidad Telón de Acero.
El 13 de diciembre de 1981 se acabó el sueño polaco de libertad que había nacido en Gdansk un año antes. El Gobierno impuso la ley marcial, que duró hasta 1983 y restringió drásticamente los derechos civiles. 10.000 miembros de la oposición fueron detenidos y hubo una decena de asesinatos. El sindicato Solidaridad se vio obligado a pasar a la clandestinidad. Las reacciones de otros países occidentales fueron diversas. Si bien el canciller socialdemócrata alemán, Helmut Schmidt, vio la ley marcial como un factor estabilizador, esta fue condenada por Estados Unidos y Gran Bretaña. La oposición anticomunista en Polonia recibió un fuerte viento a favor de Noruega en 1983 cuando Lech Wałesa, que entonces estaba en prisión, recibió el Premio Nobel de la Paz. Por las cámaras de televisión logró transmitir un mensaje sencillo: “no queremos el comunismo, nunca lo quisimos”.
Aunque todavía quedaban años de trabajo, sinsabores, persecuciones y luchas, finalmente Walesa y Solidaridad lograrían abrir el sistema político y provocar la resistencia. Por entonces, la tensión en Polonia se había agudizado y desembocó en el estado de emergencia (que provocó el debilitamiento de la combatividad de Solidaridad) y en una mejora en las relaciones del régimen con la Iglesia. La URSS de Gorbachov se negó a mandar fuerzas militares para reprimir las protestas en Polonia, lo que hacía tambalear el comunismo polaco. En noviembre de 1987, el general Jaruzelski fracasó en el referéndum público sobre las reformas económicas y la democratización de la vida política. En 1988, SE DESENCADENÓ OTRA SERIE DE HUELGAS MASIVAS. El gobierno polaco comunista SE VIO DE NUEVO OBLIGADO a negociar con Walesa y otros líderes sindicales. Como fruto de esas negociaciones, Solidaridad VOLVIÓ A LA LEGALIDAD, y SE CONVOCARON ELECCIONES LIBRES para una cantidad de bancas en el Parlamento. El movimiento Solidaridad participó y obtuvo una abrumadora mayoría. Tadeusz Mazowiecki, compañero de Walesa, fue nombrado primer ministro de Polonia en 1989.
Este hecho se considera como el inicio de la oleada democrática que puso fin a las dictaduras comunistas en Europa central y oriental en 1989. En 1990, Walesa ganó las elecciones presidenciales y fue Presidente de Polonia hasta 1995. Bajo su mandato, Polonia pasó de ser un país regido por un régimen comunista a un país libre y autónomo. Encabezó la transición hacia una economía capitalista y la inserción de Polonia dentro de organizaciones internacionales de Occidente. En esta transición llevó a cabo el cierre de empresas estatales y la privatización de muchos recursos y fábricas polacas. Esto generó un aumento en los precios de bienes de primera necesidad y una grave hiperinflación monetaria. En ese contexto, no pudo mantener el apoyo popular y ni la dirigencia dentro de Solidaridad. Al acabar su mandato, perdió las elecciones siguientes y, con el tiempo, perdió influencia política. En 1995 fue sucedido por Aleksander Kwasniewski. En 1987 publicó «Un camino de esperanza».
La gran victoria y la épica de Solidaridad es haberlo logrado con mayor rapidez y sin derramamiento de sangre, en un país como Polonia, que ya había acumulado demasiados sufrimientos durante el dramático siglo XX.
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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