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Claudio Fermín: anatomía de una esperanza fallida

Claudio Fermín: anatomía de una esperanza fallida

Un adeco de toda la vida, siempre gremialista y en aquel momento concejal, acompañó una noche a Luis Piñerúa Ordaz a una cena en la casa de Ángel Brito Villaroel, secretario general de URD (Unión Republicana Democrática), en tiempos en que se discutía el apoyo del llamado “partido amarillo” a la candidatura de Jaime Lusinchi para las elecciones de 1983. Recuerda que tuvo la suerte de sentarse al lado de Ramón J. Velásquez, quien le comentó en referencia a Claudio Fermín: “No lo pierdas de vista. Estudió primaria en los Estados Unidos, bachillerato en el colegio judío (Moral y Luces), donde la comunidad lo eligió presidente del Centro de Estudiantes, y realizó Sociología en la UCAB”. Velásquez que era hombre de pausas y sentencias, tras unos segundos remató: “Algo extraordinario debe esperarse de él”.

Un periodista, con seguridad el que más supo del trajín menudo y mayor de Acción Democrática y sus figuras más descollantes durante ese trecho de los años 70 hasta finales de siglo, conoció y trató al Claudio Fermín de sus primeras apariciones por la casa del partido blanco en La Florida. “Era un tipo muy grato, de fácil sonrisa, contador de chistes. De gran porte, le gustaba vestirse bien, siempre encorbatado, con un maletín de cuero muy bonito”, cuenta. Fermín entraba en la oficina del buró juvenil, de la secretaría general, sonreía, saludaba a todos, desde Encarnación, el portero, hasta el dirigente más alto. “Formaba parte de una camada de jóvenes muy importante, con Héctor Alonso López, Domingo Alberto Rangel, Antonio Ledezma. Desde muy temprano, Fermín fue visto como una gran promesa política”.

Claudio Fermín llegó a AD precedido de la trayectoria y reconocimiento de su tía Mercedes Fermín, nacida en Río Caribe, una educadora formada inicialmente bajo las orientaciones de su padre, Claudio Fermín, y luego destacada docente de Geografía e Historia y luchadora tanto por conferir a la educación el rango de pilar fundamental de la democracia como por los derechos de la mujer. Fue constituyentista en 1947 y su firma está entre los que aprobaron el voto para todos los venezolanos mayores de 18 años, sin distingo de sexo, raza o nivel de instrucción. Fue detenida tras el golpe militar de 1948 y vivió en el exilio hasta el retorno de la democracia. Por su cercanía a Luis Beltrán Prieto Figueroa se integró al MEP (Movimiento Electoral del Pueblo) en la traumática ruptura que resultó decisiva para la derrota de Acción Democrática en las elecciones de 1968. Fue, sin duda, una mujer de carácter y muy decidida.

El otro Claudio

De todos los asistentes a la convocatoria con fines electorales de Jorge Rodríguez del pasado 5 de febrero, sin presencia de las fuerzas políticas opositoras que organizaron la primaria del 22 de octubre, el nombre de Claudio Fermín es el único con una antigua y relevante trayectoria. “Un capital político dilapidado”, comenta un destacado miembro del gabinete del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez.  “Ahora, consciente o no, es un colaborador indirecto de un régimen que en la época en que admiré al verdadero Fermín no hubiera sido posible”, me escribe el veterano gremialista adeco que apreció en Claudio cultura, inteligencia, carisma y disposición a acercarse a los más necesitados.

¿Cuántos Claudio hay? ¿Uno verdadero y otro que estira su faz conciliadora como un chicle insípido? ¿El Claudio Fermín que se impuso a la nomenclatura de su partido para ganar la candidatura de 1993, o este Fermín que elige, siempre, cuestionar  sin matices y sin equívocos a la oposición, que da crédito a las “conspiraciones” de última hora del régimen para justificar la ola represiva? ¿El que considera la desaparición forzada de Rocío San Miguel tan solo un asunto “delicado”? ¿Cuándo se extravió uno de los Claudio, si ciertamente hubo dos?

Claudio Fermín fue más que una promesa. Tuvo en su poder, al parecer no en su cabeza, la posibilidad de rescatar a Acción Democrática de su decadencia, el partido fundamental de la vida democrática venezolana, y, a partir de ese rescate, dar una segunda oportunidad al sistema político iniciado en 1958. 

Uno de los consultados para esta nota, que formó parte del grupo de colaboradores cercanos cuando Fermín aspiró a la candidatura presidencial de AD, recuerda que en la primaria interna -contra Carmelo Lauría y Paulina Gamus- Claudio se impuso con más del 92% de los votos, una victoria tan absoluta y definitiva como la de María Corina Machado en la primaria de octubre pasado. “Toda la vieja guardia adeca estaba esperando que les diera una patada y los sacara”, dice, y cuenta que por intermedio de Eric Ekvall, un experto electoral le redactó una carta sobre lo que Fermín debería hacer para consolidar su victoria: “convocar en El Poliedro a un Comité Directivo Nacional y nombrar un nuevo CEN (Comité Ejecutivo Nacional) con gente joven y cercana”.  El asesor era tajante y le dejó una advertencia: “o los sacas, o esa gente poco a poco te va a joder”.

Y eso fue lo que ocurrió. En la campaña electoral de 1993 en la que Fermín fue el candidato de su partido -terminó segundo, tras Rafael Caldera, en la elección donde murió el bipartidismo- funcionaron dos comandos electorales en paralelo, uno dirigido por Luis Emilio Rondón, puesto por Fermín, y otro bajo el control del CEN, que manejaba los fondos y la maquinaria partidista. “Hasta Rondón concluyó subordinado al poder de siempre”, añade el colaborador del equipo del candidato.

“Le faltó valentía”, resume su antiguo colaborador, que consigna la imagen de la casa del partido rodeada por 2.000 o 3.000 espontáneos que coreaban el nombre de Fermín mientras el CEN sesionaba puertas adentro después de la victoria electoral de éste en la primaria interna. “O matas o te matan”, es la lectura.

Desaparecido sin combate

Al periodista que hizo de AD su fuente predilecta aún le extraña a la distancia que una vez concluida la campaña electoral de 1993, en un país que el año anterior había padecido dos golpes de Estado y luego la destitución del gobierno de Carlos Andrés Pérez y su expulsión del partido, Claudio Fermín se haya ido a estudiar para Estados Unidos. “Él quedó muy bien parado en ese proceso electoral, se creía que había formado un movimiento para enfrentar a (Luis) Alfaro pero desapareció repentinamente y dejó a sus amigos ladrándole a la luna”.

Claudio anduvo entre Nueva York y Boston y perdió la relación con la gente en Venezuela que era su apoyo político. Otro exministro del gabinete de Pérez refiere que, al cabo de un tiempo, se reanudó el contacto y se programó una reunión en Nueva York, en la casa de Diego Arria, en la que, entre otros, estuvo el expresidente. “Allí se acordó avanzar en su candidatura para las elecciones de 1998 a su regreso a Venezuela, con el apoyo de Pérez, enfrentar a Alfaro y producir un cisma en Acción Democrática”.  

Cuando volvió al país ya estaba formado lo que el exministro califica de un “trabuco” con nombres como los de Oswaldo Álvarez Paz, Américo Martín, Freddy Muñoz, Alonso Palacios, venidos de otras militancias, más el núcleo de exadecos para sumarse a la candidatura de Fermín.  Solían reunirse en el hotel Eurobuilding y corría el tiempo para definir una estrategia que permitiera enfrentar la candidatura de Chávez que comenzaba a crecer. Se preparó un documento al respecto y se convocó a una reunión de carácter definitivo. Fermín consideró “muy importante” el asunto y pidió adelantar el encuentro para luego dejarlo en la fecha original. “Más nunca supimos de él”, dice otra persona involucrada en las conversaciones. Claudio finalmente no fue candidato en las elecciones de 1998. 

“Por alguna razón nunca quiso enfrentar a Chávez, prefería atacar a  (Henrique) Salas Römer, como en las siguientes elecciones cuestionó más a (Francisco) a Arias Cárdenas”, dice el exministro, que cree que Fermín interpretó mal las “amabilidades” de Alfaro “y tomó decisiones equivocadas”. En las elecciones de 2000, Fermín sí se lanzó, (postulado por Encuentro Nacional, un movimiento ya desaparecido) y apenas cosechó 2.7% de los votos.

Debate con Chávez

En la presentación de Wikipedia de Claudio Fermín se lee que “es el único político en la historia de Venezuela en someter a un debate a Hugo Chávez”. Fue en marzo de 1998 en el programa Polos Opuestos conducido por María Elvira Salazar. Según comentarios de dos de las personas consultadas hubiera sido mejor que tal debate nunca se hubiera producido. “Fue una tragedia, Chávez lo destruyó, nunca se recuperó de eso”, dice el miembro del gabinete de Pérez, que, subraya, Fermín es una excelente persona y bien formada. Para el momento del debate, aún a nueve meses de las elecciones, Fermín estaba bien posicionado en las encuestas que lideraba Irene Sáez.

Por internet circula todavía un fragmento del cara a cara con Chávez, en el que éste ataca a los gobiernos de la cuarta por echar la policía a la calle para reprimir al pueblo durante el Caracazo de 1989, como justificación de su 4F.  Salazar le pregunta a Fermín si él teme, como el país, que Chávez vuelva a recurrir a la violencia. Y en su respuesta logra acorralar a Chávez cuando le dice que no teme que vuelva a la violencia en primer lugar porque cuando lo intentó, fracasó. Pero el “comandante” le responde que Fermín se escondió en una embajada y éste lo precisa: “¿A usted le consta eso?, Chávez recula, “¿pero le consta insiste?, Chávez tiene que admitir que estaba repitiendo la “conseja popular”. Round para Fermín, pero en el remate, cuando lo tiene contra las cuerdas, lo salva: “celebro, señor Chávez, que estemos conversando con las ideas y no con las armas que no pueden hacerle bien a Venezuela”.

El cercano colaborador de Fermín recuerda otro pasaje al final del debate. “María Elvira le pregunta si en un gobierno de Chávez colaboraría con él y dice que no tendría ningún problema; cuando le hace la pregunta a Chávez, éste dice que no colabora con ladrones. Fue un nocaut, frente a un tipo que solo decía consignas. Él tendría que haber dicho que no colabora con asesinos”.

A la conversa acude, citado de improviso por alguno de los consultados a un lado y otro del Altántico, Hamlet y su ser o no ser: “¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, o tomar las armas contra este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia?”

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