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Sabrina Lustgarten lleva 21 años al servicio de los desplazados

Sabrina Lustgarten lleva 21 años al servicio de los desplazados

Hay tres antes y después que definen la vida de Sabrina Lustgarten. El primer trazo de su destino lo dibujaron el odio y la persecución a sus abuelos judíos, incluso mucho antes de que ella venga al mundo.

A sus abuelos desde Polonia y Alemania no les quedó otra salida que huir de Europa hacia América Latina durante los albores de la Segunda Guerra Mundial. Unos fueron a Brasil y otros a Colombia y fue el en país del eje cafetero donde se conocieron y donde nació Lustgarten.

El siguiente antes y después fue en Ecuador durante los desplazamientos de colombianos hacia el sur a comienzos del siglo XXI. Con la dedicación que sus abuelos inmigrantes habrían admirado se entregó a auxiliar a los desplazados de las guerras entre paramilitares, guerrillas y narcotraficantes. Para ese entonces su título en microbiología se quedó archivado en el cajón. Corría el año 2003 y Lustgarten acaba de descubrir su vocación: asistir a los desplazados, a través de HIAS (la organización judía global de asistencia a los refugiados e inmigrantes).

Su tercer antes y después ocurrió hace tres años. Los directivos de HIAS le pidieron que deje Ecuador y venga a aportar su experiencia y sus conocimientos de primera mano en la sede global, ubicada en Silver Spring. Aquí está trabajando por los hondureños, salvadoreños, afganos o venezolanos que llegan al área metropolitana, pero sin perder de vista a los desplazados en Centroamérica ni a los que se aventuran a cruzar la ruta del Darien.

Dice el refrán judío “como Dios no podía estar en todas partes, hizo a las madres”. Sí a las madres y también a seres humanos como Sabrina Lustgarten y a todos los que como ella con su trabajo dan una luz de esperanza a los exiliados, refugiados, desplazados o inmigrantes que ansían, a su manera, tener un pedacito de la tierra prometida donde vivir en paz y criar a sus hijos.

Esa misma tierra prometida que sus antepasados la encontraron construyendo a golpe de coser medias y corbatas para venderlas puerta a puerta en Bogotá. Cuando nació Sabrina, los Lustgarten ya se habían latinizado y años más tarde sus padres, Rubén y Ana, hicieron de Ecuador su nueva casa.

“Mi abuela se quedó viuda, montó una zapatería y sacó adelante sola a sus tres hijas, con un idioma y una cultura distintos. Cuando tengo a las mujeres inmigrantes con sus niños en brazos frente a mí, las veo reflejadas en ella”, dice Lustgarten, quien es parte de HIAS desde hace 21 años.

“Todos queremos lo mismo”

Lustgarten tuvo a cargo montar el operativo de HIAS, con el soporte la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), para los miles de desplazados colombianos en la frontera norte de Ecuador. “Cuando vino la crisis humanitaria de Venezuela ya estábamos listos y sabíamos qué hacer. Era impresionante ver la llegada de siete u ocho mil desplazados diarios”, así es como ella recuerda aquellos tiempos difíciles.

Lo que Lustgarten hace no lo ve como un trabajo, sino como un compromiso con la vida. Quizá es su forma particular de torcerle la muñeca al destino en favor de esos hombres y mujeres que dejan sus hogares y sus familias traumatizados por muchas formas de violencia.

Para ayudarlos a dar los siguientes pasos en su nueva tierra está HIAS, la organización judía con representación en casi todos los países latinoamericanos y muchos otros del mundo. Su visión es simple e irrebatible: “lo que a todos los inmigrantes los motiva es poner comida en la mesa para sus familias, a eso se llama inclusión económica”, dice.

Alrededor de unas 500 personas requieren los servicios del departamento legal de HIAS en Silver Spring. Aparte se dan clases de inglés, asistencia en alimentos, renta y apoyo sicológico. Pequeñas cosas como aplicar para una licencia, sacar un seguro médico, información sobre los contratos de arriendo, dónde comprar los productos latinos que extrañan, las palabras básicas para entender el idioma son importantes y “si nos piden hacemos un acompañamiento de integración social, aunque muchas veces la gente llama no para pedir sino para tener con quién hablar”, asegura.

Presencia alrededor del mundo

Lustgarten sutilmente se las ingenia para siempre llevar el diálogo a la fuente donde se siente como pez en el agua: el del apoyo y servicios para la población que brinda HIAS a través de sus filiales alrededor del mundo, sea en Estados Unidos, México, Ecuador, Honduras, Panamá, Kenia, Chad, Ucrania, Rumania o Polonia.

“En Nueva York -cuenta- tenemos una oficina grande para atender casos de asilo o para referirlos a otras organizaciones. Las nacionalidades que más están llegando son las del tráingulo del norte (Honduras, El Salvador y Guatemala), Afganistán y Etiopía. No todos son refugiados, también tenemos muchos expulsados por el cambio climático”.

“Gracias a nuestros donantes, HIAS es una de las pocas que tiene presencia en el paso del Darien y por muchas vulnerabilidades existentes nuestra presencia es importante”, asegura Lustgarten, defensora de la necesidad de conocer al otro, de convivir, trabajar juntos y tratarlo con dignidad.

Sabrina LustgartenLos brazos de HIAS se extienden a unos 15 países del mundo, en la foto Sabrina Lustgarten ofreciendo asistencia en Ucrania. Foto: cortesía Sabrina Lustgarten

Esta mujer, varias décadas después de la llegada de sus abuelos a este lado del mundo, con su experiencia de vida ejemplifica el tejido social que tanto respalda: está casada con el ecuatoriano José (Pepe) Ortiz, es madre de dos hijas ecuatorianas. Debora la menor y Daniela está casada con un guatemalteco y es una abuela orgullosa de dos nietas latinas “son chapinas, así les dicen Guatemala, donde viven”, cuenta Lustgarten.

“Es hora de entender que las migraciones son beneficiosas, mueven la economía, enriquecen la cultura y embellecen la diversidad”, lo dice acentuando su voz, como quien ya no quiere ver atada la discriminación y el rechazo al cuerpo de los inmigrantes. 

“Soy latina y eso se ve y se siente”

“Soy muy orgullosa de ser latina, de nuestra manera de ser cálida y natural. Mi pronunciación del inglés no es perfecta, pero en vez de avergonzarme me enorgullece, lo que cuenta es que vengo de un mundo y una cultura que es cariñosa, comprometida y solidaria y eso se ve y se siente”, apostilla esta profesional, quien tiene a cargo el manejo de todas las operaciones de HIAS de América Latina, recibe los reportes del programa local de Estados Unidos y colabora con los departamentos de emergencias, monitoreo y evaluación.

Saber que esos hombres y mujeres pueden salir adelante si les da una oportunidad es suficiente para visualizar su siguiente proyecto de vida: “continuar sirviendo a los inmigrantes y tratando de entender sus necesidades hasta que las fuerzas me acompañen”, es lo Lustgarten aspira. ¿Y en el entretiempo?, paseos al aire libre por Rock Creek Park, degustar la variadísima gastronomía del área metropolitana y seguir explorando el vasto entorno de su nuevo hogar, junto con su esposo.

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