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Trump y la justicia americana

Trump y la justicia americana

Cuando Trump dice que el sistema de justicia americano es corrupto y está manipulado, y que lo único que busca es afectar su elegibilidad como candidato presidencial de Estados Unidos, muchos de sus opositores argumentan lo contrario, es decir, que con tanto dinero que dispone para defenderse, el sistema judicial lo protege, lo trata con guantes de terciopelo, y por tanto, que Trump se está beneficiando electoralmente gracias a él. ¿Existen evidencias que apoyen las sospechas y señalamientos de cada bando?

Este es un asunto complejo que se puede responder poniendo la lupa en hechos bien documentados. La semana pasada, por ejemplo, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos hicieron del conocimiento de la ciudadanía, y tras mucha presión pública, los regalos que han recibido cada uno de ellos a lo largo de los años en esos cargos. El juez Clarence Thomas, conservador, declaró haber recibido el equivalente a 2.4 millones de dólares entre 2004 y 2023.  Le sigue en la lista otro juez conservador, Samuel Alito, que declaró regalos equivalentes a 170 mil dólares. El resto de los magistrados de la CSJ declararon regalos, aunque por montos sustancialmente menores que los recibidos por Thomas y Alito. 

El conocimiento de esta práctica está causando estupor en buena parte de la sociedad americana y por razones muy justificadas.  Poco se sabe lo que ocurre en ese terreno con jueces federales y estatales en tribunales de justicia de menor jerarquía. Lo que si nadie duda es que el dinero y la justicia constituyen una mezcla explosiva y atizan la sospecha de improbidad en las decisiones de los jueces. 

Ahora bien, la preocupación no se limita exclusivamente a sus aspectos crematísticos. La justicia cojea también cuando los jueces toman decisiones tardías o priorizando sus preferencias políticas e ideológicas. Para ilustrar esto tomemos la negativa de la Corte Suprema a la solicitud hecha por el Fiscal Jack Smith en abril de este año.

El Fiscal pidió a la CSJ que rechazara con carácter de urgencia la noción expuesta por Trump según la cual los presidentes en ejercicio gozan de inmunidad absoluta y no pueden ser enjuiciados. Pues bien, la CSJ en lugar de pronunciarse sobre el fondo del asunto, y haciendo caso omiso al carácter urgente de la solicitud, decidió regresar la petición del Fiscal a un Tribunal de Apelaciones del Distrito de Columbia para su consideración. Se espera que ese Tribunal comience deliberaciones sobre este asunto a partir del 7 de diciembre, un mes después de las elecciones presidenciales.  

Esa decisión de la CSJ tuvo dos efectos colaterales muy importantes: 1) se congeló el juicio contra Trump vinculado al asalto al Capitolio el 6 de enero de 2020 que como se recordará buscaba impedir la certificación de los votos de los Colegios Electorales en favor del presidente Biden.  2) se paralizó el juicio sobre la participación del expresidente en la componenda que intentó armar con el gobernador de Georgia para conseguir 12000 votos que le habrían permitido a Trump ganar ese estado en las elecciones pasadas. 

A todo lo anterior se agregan las sospechas de politización de la justicia que se desprenden de la manera cómo la jueza de Florida Aileen Cannon, nombrada por la administración de Trump para ese cargo, está arrastrando los pies retardando el inicio del juicio sobre la extracción ilegal de documentos clasificados que se encontraron en Mar-a-lago. 

Un aspecto fundamental a ser tomado aquí en cuenta es que todas esas acciones las desplegó Trump cuando ejercía la presidencia de los Estados Unidos y dada su gravedad no se justifica que los tribunales de justicia americanos hayan mandado al refrigerador el examen de estos asuntos. Ello constituye una muestra de gran irresponsabilidad de parte de esas instituciones. No hay que ser demasiado suspicaz para concluir que el beneficiario de esas decisiones ha sido Donald Trump. 

La única decisión judicial desfavorable al expresidente es la que acaba de ocurrir en un tribunal de la ciudad de New York que encontró a Trump culpable de 34 delitos relativos a la falsificación de documentos comerciales para encubrir los pagos realizados a la actriz porno Stormy Daniels a los fines de acallar un escándalo que podría haber afectado la elegibilidad de Trump en los comicios de 2016. Esto ha dado pie para que Trump se victimice y sus seguidores se solidaricen con él enviando más dinero aún para su defensa y para su comando de campaña.       

Sin embargo, las diferencias entre este caso y los anteriores son muy claras y no admiten equivalencias entre ellas. Aquí se trató de un juicio civil relacionado con un delito cometido por el abogado personal de Trump en cumplimiento de instrucciones de su jefe, que para entonces no era más que un ciudadano particular, y violando leyes del estado de Nueva York. Se puede especular, y muchos demócratas están convencidos de eso, que Trump no habría ganado la elección de 2016 si se hubiera publicado la noticia de esos pagos amañados. Por lo demás, la decisión de culpabilidad fue tomada de manera unánime por un jurado de 12 personas escogidas por mutuo acuerdo entre los abogados de Trump y el fiscal neoyorkino. Le corresponderá al juez que presidió el juicio pronunciarse sobre la severidad del castigo a ser impuesto al expresidente. ¿Irá preso o recibirá simplemente unos toquecitos en la mano como reprimenda? 

A pesar de lo dicho precedentemente, soy de los que creen que sistema de justicia americano sigue siendo razonablemente confiable y de los más eficaces del mundo. Que sus acciones y omisiones, aunque hayan podido mover la aguja de la balanza en favor de la candidatura de Trump, solo refuerzan la necesidad de reformarlo con miras a asegurar su autonomía e independencia, y esa es una de las prioridades de la agenda institucional de este país.  

Al momento de escribir esta nota las probabilidades de que Trump sea elegido presidente de Estados Unidos merodean el 50 por ciento. Hay que prepararse para un escenario en que un candidato convicto y felón, pero legitimado electoralmente, se instale en la Casa Blanca a partir de 2025. Un individuo que ha dicho que, de ser presidente. se perdonará a sí mismo y a su barra de cualquier crimen del que haya sido encontrado culpable, que se vengará de sus enemigos o detractores políticos y que hará añicos a una cosa que él denomina el Estado profundo. En ese escenario, solo cabe esperar que las instituciones democráticas americanas sean capaces de enfrentar sus desmanes.  

May God Save the United States of America. 

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

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