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Fotos, videos y realidades – La Gran Aldea

Fotos, videos y realidades – La Gran Aldea

Hay momentos en que una foto o un video, tomados quizás al azar, recogen y transmiten la esencia de una realidad compleja y muy difícil de describir en palabras. No hay forma de igualar ese impacto instantáneo que produce en quienes los miran. En esta campaña electoral, que es extraña por donde se le mire, se han producido imágenes que ratifican el aserto del antiguo periodismo sobre las mil palabras de una foto. 

El video de las funcionarias del Seniat, en el que cierran una enramada de orilla de carretera (ícono de la informalidad económica) en la población de Corozopando, donde un par de hermanas venden sus empanadas para subsistir, es una muestra de la deshumanización del régimen de Maduro. El episodio, viralizado en las redes, destila maldad y, más que demostrar, hace sentir la rabia serena de la resistencia de los venezolanos. ¿La falta cometida por las señoras? Venderle unas empanadas a María Corina Machado, en el curso de su gira electoral por los llanos. Una jornada rutinaria en tiempos de campaña devenida en épica política por estupideces como esa. 

Las funcionarias del Seniat (que hace años es un aparato represor más), acompañadas de un mudo oficial de la GNB, parecen concentrarse en el papeleo del atropello, quizás con la esperanza de que el abuso pareciera legal. Carecían del ímpetu despótico del que otrora hacían gala Eduardo Samán, cuando fue comisario político soviético del Sundde, o el de aquel coronel de la GNB que con la mayor arrogancia cerraba negocios formales en nombre de la revolución. Estos subalternos parecían más bien avergonzados. Y cómo no estarlo cuando las propietarias les pedían que no las cerraran porque el negocio, como el país, marchaba mal y había días en que apenas vendían una empanada. Era obvio que querían terminar con esa tropelía indignante, hasta para ellos.

Hay una foto, también en las redes y usada para encabezar esta nota, que dice tanto de esta coyuntura histórica que atraviesa Venezuela que es inevitable comentarla. El hombre con la camisa roja que ha puesto en brazos de María Corina Machado a una niña y que algo, más que pedir, pareciera impetrar una gracia a la candidata convertida de pronto en deidad (en un video previo se observa al mismo hombre enjugarse las lágrimas ante su presencia). Una devoción más de naturaleza religiosa  evocadora de obras de Murillo o Caravaggio en sus pinturas cargadas de religiosidad profunda.

Cabe preguntarse: ¿de dónde proviene esa fe, esa devoción litúrgica por una líderesa política en campaña? Sabido es que los políticos en campaña andan a la caza de la foto o el video que impacte a los electores; que sus poses pueden no ser genuinas sino actuadas. Mas no pareciera ser ese el caso porque la misma foto revela a una MCM conmovida por la escena o por lo que el hombre le dice. ¿Qué está ocurriendo?

No es un episodio aislado; viene dándose y así lo prueban los registros gráficos en todas las giras de MCM. Quizás la explicación radique en que el pueblo venezolano ha llegado a unos niveles de desesperanza en los que solo cabe aferrarse emocionalmente a la figura que intuyen más confiable y firme. Y de pronto apareció una mujer que ha correspondido a esa desesperación con una campaña épica que refuerza el vínculo inocultablemente existente. Las otras opciones opositoras tienden a desaparecer en las encuestas y la candidatura de Edmundo González Urrutia, producto de la unidad política de la que MCM es pieza clave, no para de crecer y aumentar su caudal. Los venezolanos quieren cambio político ahora y encontraron la manera democrática de expresarlo.

Esta es una realidad a la que el régimen debería mirar con patriotismo y los ojos objetivos de la racionalidad política, y no con la mirada de las sanguijuelas cubanas. ¿Van a permitir que la campaña siga el curso que anuncian la calle y las encuestas o van impedir con una decisión contra natura que los venezolanos voten el 28-J? Al cambio político que claman los mismos que antes los votaban, es preferible abrirle cauces que ponerle barreras y alambradas. Ninguna sociedad desesperada acepta esas respuestas.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

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