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Víctimas, victimarios y ambosladistas – La Gran Aldea

Víctimas, victimarios y ambosladistas – La Gran Aldea

En febrero de 2024 se cumplieron 25 largos, oscuros y oprobiosos años de chavismo en el poder. Esto es, si lo llevamos a los tiempos presidenciales de la democracia (aquella interrumpida en 1999), cinco períodos diferentes. Es decir, el padre de la desgracia y su sucesor han durado lo mismo que Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez (1) y Luis Herrera Campíns juntos. Ojalá, claro, no lleguen hasta Jaime Lusinchi.

Durante todos estos años, este movimiento ¿político? ha robado más que cualquier otro gobierno en nuestra historia, ha expulsado a más de ocho millones de venezolanos y ha igualado las barbaries consumadas por el gomecismo. No son afirmaciones sin sustento. Veamos:

La migración más grande del mundo

Según Tomás Páez, presidente del Observatorio de la Diáspora Venezolana, la cifra actual de migrantes y refugiados de Venezuela es de 8.8 millones. Esta migración forzada, vale decir, comenzó por allá en 2013, es decir, seis años antes de las sanciones. Para 2019 ya éramos más de cinco millones.

Tenemos un país fuera de un país. Los venezolanos en el exterior somos más que la población total de Suiza y Hong Kong. Somos el doble de la población total de Panamá y Croacia. Somos el triple de la población total de Jamaica y Qatar. Ahora mismo hay más venezolanos regados en 90 países del mundo que la cantidad de venezolanos totales en 1960.

Lo peor de todo es que el chavismo no solo ha expulsado a casi 9 millones de venezolanos, sino que esta realidad sigue ocurriendo. Solo en el primer cuatrimestre de este 2024, 109.895 venezolanos (64% del total) han cruzado la selva del Darién. Estamos hablando de casi 900 venezolanos cruzando esa peligrosísima ruta diariamente.

Además, de acuerdo con un informe de la UNICEF, en ese mismo período (enero-mayo), más de 30.000 niños han cruzado el Darién, lo cual es un incremento de 40% respecto de igual periodo de 2023. La mayoría de ellos son venezolanos, haitianos, chinos y ecuatorianos.

Una encuesta de la firma de investigación Delphos mostró que alrededor del 25% de los encuestados estaban considerando migrar pero, de ellos, el 47% dijo que se quedaría si Edmundo González gana. Ya ven, esto no es solo “cosa de los venezolanos”.

El desfalco más grande de nuestra historia

El dinero «desaparecido» durante el chavismo (que más o menos se tenga estimaciones) con el FONDEN, Fondo Chino, manejos discrecionales de Hugo Chávez, lo robado por Tareck El Aissami, lo acumulado por Alex Saab, y en obras públicas inconclusas o abandonadas, alcanza los USD 648.000.000.000: seiscientos cuarenta y ocho mil millones de dólares.

A eso hay que sumarle (o restarle) las toneladas de oro que también «desaparecieron» desde que llegó Nicolás Maduro a la presidencia: de 365 toneladas, actualmente solo quedan 61 toneladas, incluyendo las que están bloqueadas —por fortuna— en el Banco de Inglaterra.

Luego de 25 años en los que manejaron los mayores ingresos de nuestra historia, el chavismo ha hecho que las reservas del país (USD 9.798.000.000, de las cuales solo se puede utilizar el 29%), apenas representen el 7% de la actual deuda pública externa (USD 140.000.000.000).

Lo único comparable con el tamaño de la corrupción chavista, son los crímenes de lesa humanidad que han cometido y siguen cometiendo.

Las flagrantes violaciones de derechos humanos

Si hay una política de Estado que el chavismo ha implementado a la perfección ha sido la violación de derechos humanos, y es que de ese cuarto de siglo que tienen el poder, al menos durante una década entera han estado allí única y exclusivamente por la fuerza, llevando a que la Corte Penal Internacional investigue los crímenes de lesa humanidad que han cometido y siguen cometiendo.

Las ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, torturas y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes, incluida violencia sexual o de género, están documentadas en decenas de informes. Informes que han descrito algunas de las torturas que cometen los esbirros chavistas: 

Golpes (sobre todo en la cabeza, costillas, glúteos, testículos, piernas, y dedos de las manos y pies).Suspensión de las muñecas o tobillos.Asfixia con bolsas en la cabeza, a veces rociadas con insecticida.Ingestión de bebidas con estupefacientes.Exposición toda una noche al aire acondicionado a baja temperatura con el cuerpo desnudo recibiendo constantemente golpes y baños de agua fría.Descargas eléctricas en los testículos.Quemaduras de cigarrillo.Quemaduras químicas en la cara.Inhalación de gases lacrimógenos.Privación del sueño, luz constante las 24 horas del día y música a todo volumen.Reclusión en régimen de aislamiento prolongado o en celdas de castigo.Violación, amenaza de violación.

Todo esto está pasando ahora, mientras yo escribía y mientras usted lee. Cuando se levanta o se acuesta a dormir, mientras desayuna o va al cine. Está pasando en El Helicoide (el centro de torturas más grande de la región) o en casas clandestinas como la que usaron para torturar hasta la muerte al capitán Rafael Acosta Arévalo.

La propaganda ambosladista

Si después de todo esto, alguien busca equiparar en responsabilidades a quienes torturan y son torturados, a quienes persiguen y son perseguidos, a quienes asesinan y son asesinados, no lo hace inocentemente, lo hace con claras intenciones de beneficiar al opresor. Y no importa las razones para ello, pues no hay justificación lógica ni respetable para tal canallada. No importa si se trata de un propagandista, un empresario o del rector de una universidad. 

Ese grupo, que es pequeño pero ruidoso (y cómo no, si cuentan con el aparato de propaganda oficial), ante un deseo tan claro y enorme de democracia y libertad, profundizan las únicas dos cosas que les queda por hacer: sembrar desesperanza y tratar de lavarle la cara al chavismo para conseguir financiamiento —a ellos, no al país. En ambos casos parece que los resultados son inútiles, y esa es la razón por la cual apelan al victimismo y a su táctica conocida: la falsa equivalencia.

No han entendido a la sociedad pues decidieron solo escucharse entre ellos. Y eso implica, irremediablemente, escuchar solo lo que el poder dice y desea. No la ven, ni la quieren ver.

Estos empresarios, “encuestadores”, lobistas, bonistas, dirigentes políticos y “analistas” (o todo junto, a lo que el periodista Roberto Deniz bautizó como “lobby-analistas), siguen hablando de polarización y “extremos”, como si la Venezuela de hoy fuese la misma que la de 2004, como si el deseo de cambio no alcanzara a ocho de cada diez venezolana, o como si exigir justicia fuese tan grave como lanzar desde el piso 10 del SEBIN a un concejal. 

Por todo ello, ante la posverdad de estos propagandistas cultores de la desesperanza y la falsa equivalencia, algunas precisiones: 

No hay «dos extremos», hay una mayoría absoluta que desea ser libre y una minoría que trata de evitarlo con lo único que le queda: la fuerza bruta. No hay polarización, hay una sociedad que, repartida en millones dentro y fuera de su tierra, desea lo mismo: democracia, reencuentro y un buen porvenir. No hay «odios de lado y lado», hay una élite corrupta, criminal y acomplejada que oprime a toda una población que desprecia por nunca haber podido controlarla a su antojo, y una sociedad que resiste y desea ser libre.No hay deseo de venganza, hay una búsqueda clara y concisa de justicia, reparación y la oportunidad de, habiendo rescatado la República, poder decir: nunca más.No es «más complejo», en Venezuela hay una tiranía que comete crímenes de lesa humanidad y absolutamente nada es comparable a semejante barbarie.

Hablar de «extremos» en un país donde hay una tiranía que tortura, desaparece, roba y mata, y una enorme mayoría que quiere ser libre, no es más que una forma cobarde de posicionarse a favor de los victimarios. En la lógica de los propagandistas, la mujer de falda corta es la responsable de los delitos que comete el violador. Es una perversidad disfrazada de análisis.

Las víctimas merecen respeto y el país necesita democracia y libertad. La paz no se construye abrazando la barbarie, se construye superándola.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

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