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Una semana sin actas y con salsa de tomate

Una semana sin actas y con salsa de tomate

Ya pasó una semana de la elección presidencial de Venezuela. Van siete días desde que Amoroso leyó el supuesto boletín con los resultados que dieron como ganador a Maduro y no a Edmundo. También van siete días desde que Amoroso no muestra las actas de escrutinio que sirvan de soporte al boletín que imprimió en su oficina y no en una sala de totalización. El martes 30 de julio venció el lapso constitucional para que el CNE mostrara los resultados reales.

Pero se saben: con 81,85 por ciento de las actas verificadas y digitalizadas por el Comando Con Venezuela, Edmundo le ganó a Maduro con 7.156.462 votos(67 por ciento). Edmundo ganó en todos los estados de Venezuela, hasta en las barriadas caraqueñas como Petare y 23 de enero, ambas de tradición chavista y amenazadas por los colectivos armados de la revolución. Edmundo ganó hasta en el centro donde votaba Hugo Chávez, en sectores populares como Catia y en la parroquia Coche, donde está el Fuerte Tiuna y el centro de votación de Maduro.

Edmundo ganó en todas las máquinas, menos en la impresora de Amoroso.

Hasta el Centro Carter, que en algún momento afirmó que Venezuela tiene “el mejor sistema electoral del planeta”, dijo en su comunicado publicado el martes 30 de julio que hay “ausencia de transparencia del CNE en la difusión de los resultados”. En las primeras tres líneas del comunicado lo dejó claro: esta elección “no puede ser considerada como democrática”.

Al día siguiente, miércoles 31 de julio, diecisiete miembros del Consejo Permanente de la OEA votaron a favor de exigir al CNE la publicación de las actas de escrutinio de cada una de las mesas de votación. Pero también se abstuvieron once miembros, como Colombia y Brasil. Otros cinco, como México, estuvieron ausentes. Resultado: falta de consenso, lo que equivale a un resultado tan favorecedor como el de Amoroso.

Mientras esto ocurría en Washington, Maduro, en Caracas, pedía peritaje de los resultados al mismo TSJ que inhabilitó a María Corina, su principal adversaria. Dos días después, el viernes 2 de agosto, Maduro estaba en la Sala Electoral del TSJ con ocho candidatos. Edmundo no fue y muy presente estuvo Enrique Márquez, el único que no firmó el documento para que el TSJ “investigue, verifique y certifique de manera inequívoca e irrestricta los resultados”.

Simultáneamente al evento en el TSJ, Amoroso leyó otro resultado sin presentar ninguna acta verificada: 6.408.844 votos (51,95 por ciento) para Maduro y 5.326.104 (43,18 por ciento) para Edmundo. Tampoco mostró evidencia de los “ataques informáticos” al sistema de transmisión de resultados provenientes de Macedonia del Norte, de los que habló el domingo electoral.

Llegados a este punto, Noruega, facilitador del Acuerdo de Barbados, exige a las autoridades venezolanas presentar los resultados para que puedan ser verificados de manera independiente. Lo mismo exige la declaración conjunta de Francia, Alemania, España, Países Bajos, Polonia y Portugal.

Pero, como dicen, “ya no es por las actas, que ya las tenemos” y éstas no son “los resultados de la oposición”, sino resultados emanados de las propias máquinas del CNE, es decir, la copia de los resultados que también tienen Amoroso, el Plan República, los testigos de los partidos del oficialismo y de la falsa oposición, todos. El gobierno estadounidense lo tiene claro, así que ya reconoció a Edmundo como el ganador de la elección presidencial.

Ahora, siete días después, la discusión no es si hubo fraude electoral, está claro que lo hubo. El régimen busca negociar otra vez, porque pretendió ganar para no perder y está perdiendo. Ahora toca hacerle ver cómo es que perdiendo puede ganar.

Cifras rojas

El lunes 29 de julio sonaron los cacerolazos en toda Venezuela como forma de protesta ciudadana pacífica ante los resultados de Amoroso. Ese mismo día, el régimen desplegó sus fuerzas de seguridad y colectivos armados para reprimir las marchas y concentraciones pacíficas de quienes salieron a exigir la publicación de las actas de escrutinio.

Así es como el régimen volvió a cometer los crímenes por los que ya está siendo investigado: Maduro y cada una de sus cadenas de mando dieron una muestra en terreno de cómo se persigue y reprime a la disidencia, y lo hizo en la misma avenida donde está instalada la oficina de la CPI en Caracas. 

Para el cierre de esta nota, se han confirmado 988 detenciones arbitrarias y 11 asesinatos en contexto electoral, muertes que para Tarek William son simulacros con salsa de tomate. Todavía no hay cifra de los heridos ni de las desapariciones forzadas, sobre todo de aquellas que han ocurrido como parte de la operación “Tuntún” o tras las denuncias de los patriotas cooperantes a través de la aplicación VenApp, que sigue operativa en los celulares que la descargaron previamente.

¿Que “no hay cama pa´ tanta gente”? El jueves 1 de agosto, Maduro anunció la pronta apertura de las cárceles de máxima seguridad Tocorón y Tocuyito para los nuevos detenidos, muy al estilo de Rodeo I, repleto de nuestros presos políticos.

Increíble: el régimen no publica los resultados electorales en horas ni días, pero sí reconstruye instalaciones carcelarias en dos semanas mientras sostiene la represión en barriadas caraqueñas y en ciudades del interior como Cagua, San Cristóbal y Cumaná.

Los días pasaron.

Cada mañana pasan bandas de motorizados de cualquier organismo de seguridad para “prevenir focos de violencia”. Siete representaciones diplomáticas fueron expulsadas de Venezuela por no reconocer el papelito de Amoroso. Al menos cinco estatuas de Chávez fueron derribadas, la de Nueva Esparta está custodiada hasta por el grupo Wagner y eso preocupa a Zelenski. Maduro e Elon Musk tienen su propia pelea de gallos. Van dos concentraciones de la oposición y dos del oficialismo. Petro, Lula y López Obrador planean una negociación entre Maduro y Edmundo sin María Corina. Biden escucha a Lula y Duque alerta la posibilidad de que el TSJ venezolano declare nula la elección.

Van siete días… Y los que faltan. Apenas comienza el final. Ojalá.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

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