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Saltos de talanquera a última hora

Saltos de talanquera a última hora

“Están pasando cosas”. Se oye mucho esa frasecilla por estos días. La vaguedad deliberada es común en tiempos de miedo y autocensura. Pero cualquiera lo suficientemente atento puede entender que ese “Están pasando cosas” quiere decir que ocurren varias anomalías en el sistema político venezolano. Tantas, que pudieran ser síntomas de una transformación profunda latente y muy pronto manifiesta. Como he dicho antes, la gran señal anómala es la candidatura opositora de Edmundo González Urrutia, que ya está a las puertas de las elecciones y ni ha sido proscrita, pese a sus grandes posibilidades de ganar. Hay otras, no tan importantes pero que siguen siendo notables. Verbigracia, que Venevisión reclame a la campaña de Nicolás Maduro por usar sin permiso música de su propiedad. Llamativo, en un país donde el gobierno se acostumbró a hacer lo que le da la gana y pasarle por encima a todo el mundo, y más aun viniendo de un sector que hace ya 20 años que bajó la cabeza ante Miraflores, como lo es el de las televisoras nacionales.

Pero ningún interesado en la restauración de la democracia y el Estado de Derecho debería sentirse seguro de que el movimiento en esa dirección ya es imparable. Porque hay “cosas que pasan” que apuntan en sentido contrario. No me refiero a problemas de rutina, como las detenciones arbitrarias de colaboradores de María Corina Machado. El ejemplo que hoy nos ocupa es la rápida sucesión de “saltos de talanquera” en los últimos días, desde el lado opositor hacia el chavismo. Sí, hacia el chavismo. No se les puede describir de otra forma. Los saltadores olímpicos podrán autoproclamarse “independientes con Maduro”, pero eso es una antinomia burda. En fin, ¿por qué ocurre justo ahora? Muy a duras penas se puede asumir que son casualidades. 

Examinemos los casos. Tenemos, hasta el momento de la redacción de estas líneas, un total de cinco. Son cuatro alcaldes de municipios llaneros, más el exdiputado por Acción Democrática y precandidato presidencial de esa tolda, Carlos Prosperi, quien también ha hecho su carrera política en los Llanos (curiosa coincidencia geográfica). Los burgomaestres son Juan Carlos Zamora, del municipio Tinaco, en Cojedes; Adrián Azuaje, del municipio Obispos, en Barinas; Sulme Ávila, del municipio Juan Germán Roscio, en Guárico; y Luis Pinto, del municipio El Socorro, también en Guárico. Los tres primeros hicieron el anuncio de manera conjunta, junto a Jorge Rodríguez. 

Al leer el comunicado, Ávila incluyó a Pedro Abreu, alcalde del municipio Pero Manuel Rojas, en Barinas. Sin embargo, Abreu, quien al parecer milita en Un Nuevo Tiempo (al menos hasta febrero pasado la cuenta de Instagram del partido en Barinas promocionaba su gestión), a las pocas horas desmintió su pertenencia al combo saltarín, reafirmando su compromiso con la coalición opositora y la candidatura de González Urrutia. Acto seguido, Rodríguez señaló que Abreu “reculó por amenazas de la derecha” y ordenó, como presidente de la Asamblea Nacional, investigar las supuestas amenazas. ¡Imagínense! El propio Rodríguez en 2022 ordenó otras pesquisas, pero con Abreu en el papel de victimario en vez de víctima, por dizque encabezar “acciones de violencia fascista”, lo cual no impidió que, cuando lo colaron en el grupo de nuevos partidarios de Maduro, el también jefe de la campaña para la reelección presidencial destacara su “valiente gesto”.

En cuanto a los que sí hicieron el gran brinco, lo cierto es que dos de ellos ya habían adelantado su cambio de simpatías. El mes pasado, el portal de propaganda oficialista Venezuela News reseñó que Zamora dejó las filas de Fuerza Vecinal para incorporarse al PSUV. Azuaje, por su parte, se declaró “independiente con Maduro” a mediados de junio, luego de una reunión en Miraflores con el Presidente. Sin embargo, no fue sino hasta la lectura del comunicado junto a Jorge Rodríguez cuando María Beatriz Martínez, presidente de Primero Justicia, denunció a Azuaje, diciendo que “supuestamente era de su partido”. Ávila milita o militaba en Cambiemos, partido creado por el diputado Timoteo Zambrano. Al menos hasta abril podía vérsele en sus redes sociales junto con el fundador de la tolda, señalándolo como compañero de militancia. Cabe recordar que el abanderado oficial de Cambiemos a la presidencia es Antonio Ecarri. Por último, Pinto. No está claro a qué partido pertenece o pertenecía, pero cuando fue electo alcalde de El Socorro en 2021, lo hizo con el respaldo de las tarjetas que en ese entonces componían la llamada Alianza Democrática. La que le brindó más votos fue la tarjeta de Cambiemos, partido de Javier Bertucci. Sin embargo, esta organización dijo en un comunicado que Pinto nunca fue miembro suyo. Para complicar aun más las cosas, Pinto figura en una lista de colaboradores regionales de la campaña de María Corina Machado para la primaria de octubre pasado. Es más, Vente al día siguiente denunció que el manifiesto de Pinto fue hecho «bajo coacción».

Recapitulando, tres de estos cuatro alcaldes militaban o estuvieron al menos relacionados con partidos de la “oposición” que no se opone (la excepción es Azuaje, el exmilitante de PJ). Agréguese a Prosperi, prácticamente apartado de AD luego de su negativa a aceptar el resultado de la primaria de octubre. Pasar de esa “oposición” al chavismo no es muy difícil. Pero de todas formas, cabe preguntarse, de nuevo, ¿por qué ahora? ¿Cuáles son las motivaciones a ambos lados? Empecemos por el chavismo. Básicamente está canibalizando a la oposición prêt-à-porter, su muy minoritaria socia en la simulación de democracia que sin embargo necesita para fingir ante el mundo que en Venezuela se permite adversar al gobierno. Ergo, si la canibaliza demasiado, se queda sin esa parte fundamental del teatro. Pero nótese que no la está canibalizando demasiado. Se trata por los momentos de solo cinco individuos, entre unos cuantos miles. Tengamos en cuenta además que en la presente coyuntura el chavismo no necesita tanto a esta “oposición”, ya que la oposición, la de verdad, está compitiendo.

Las motivaciones de los saltadores son, desde luego, mucho menos fáciles de auscultar. De más está decir que no se puede tomar en serio sus argumentos, que apuntan a que Maduro “es garantía de paz”. Por lo tanto, están describiendo, tácita o expresamente, que si la oposición se vuelve gobierno sería un salto al vacío y un posible pandemónium. En la última emisión de esta columna me referí a Hannah Arendt y su apotegma de que todo revolucionario una vez en el poder se vuelve muy conservador. Así sucede con los nuevos partidarios de Maduro. Luego de pasar años rechazando el statu quo, ahora que se pasaron al bando de la “Revolución Bolivariana” sostienen que el cambio sería un riesgo que no vale la pena correr. No se me ocurre mejor ejemplo de lo que algunos comentaristas de la política venezolana tristemente llaman “paz autoritaria”. Arendt le reprocha a Platón su rechazo a la infinidad de posibilidades que abre la acción humana libre, esa que se manifiesta mejor en democracia. De ahí que Platón concibiera el Estado ideal como un régimen autoritario gobernado por “reyes filósofos”. Sospecho que estos políticos venezolanos no lo saben, pero están montando una defensa del autoritarismo platónico, en el que el “rey filósofo” es Maduro, el “garante de la paz” cuya sabiduría no debe ser desafiada.

Sospecho, pues, que no conocen la filosofía detrás y que ellos mismos no se creen ese cuento. No es nada descabellado pensar en incentivos económicos para el salto o hasta en “ofertas que no se puede rechazar” por posibles represalias (recuérdese lo que denunció Vente sobre el alcalde de El Socorro). El salto de talanquera, sobre todo en los casos de los alcaldes, puede ser el reverso de una moneda cuyo anverso es el de mandatarios locales inhabilitados o hasta encarcelados luego de que manifestaran apoyo a Machado y González Urrutia. Con Prosperi viniendo de AD y Azuaje viniendo de PJ, no faltaron las voces denunciando una infiltración de partidos opositores por el chavismo, como si ambos estuvieran al servicio de Miraflores desde hace muchos años. No puedo descartar tal hipótesis, pero tampoco darla por segura. Después de todo, es igualmente posible que los señores de marras hayan tenido convicciones opositoras genuinas, que luego desecharon. Una persona con buen sentido de la moral puede perderlo, así como alguien que no lo tenía puede reformarse.

De todas formas, una cosa es segura: Prosperi y los cuatro alcaldes le apuestan a la continuidad del statu quo. Entre más “opositores” se les unan, más grande el número de jugadores interesados en que nada cambie. A eso me refería cuando dije que no todas las “cosas que pasan” están alineadas con la posibilidad de un futuro mejor. Igual la oposición tiene que insistir en buscarlo.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

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