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Ochenta años de sabiduría y divulgación de la historia de Venezuela

Ochenta años de sabiduría y divulgación de la historia de Venezuela

Hoy, 9 de octubre, Don Elías Pino Iturrieta cumple ochenta años, y con él la historia de Venezuela se viste de gala para celebrar a uno de sus más ilustres representantes. En este octogenario se entrelazan libros, discursos, artículos y opiniones que han dado forma a nuestro entendimiento colectivo. Así, la historia misma se regocija en esta conmemoración notable honrando a quien ha dedicado su vida a desentrañar y narrar las complejidades de nuestro pasado.

Don Elías ha sido un destacado profesor de la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela, donde ocupó los cargos de Director y Decano. Además, impartió clases de historia en los programas de Doctorado y Maestría de la Universidad Católica Andrés Bello; donde tuve el privilegio de ser su alumno. En esta casa de estudios también se desempeñó durante mucho tiempo como Director del Instituto de Investigaciones Históricas «Hermann González Oropeza». Actualmente, es el Presidente de la Fundación para la Cultura Urbana, en Caracas-Venezuela. 

En febrero de 1997, en su discurso de incorporación como miembro de número de la Academia Nacional de la Historia, Don Elías presentó su trabajo: “Nueva lectura de la Carta de Jamaica.” Allí el historiador hace un aporte para la interpretación de la figura de Simón Bolívar, fundamental en la historia de Venezuela ya que muchos lo consideran el creador de la identidad nacional: la creación del mito de Simón Bolívar como héroe se considera una de las construcciones ideológicas más significativas en la historia de Venezuela. Este mito emergió en un momento crucial del país, cuando este comenzaba a desarrollarse en un binomio que abarcaba tanto lo interno como lo externo. Desde entonces, el mito de Bolívar ha ofrecido un marco que sostiene y explica ambos aspectos de nuestra realidad histórica. A través de su figura icónica, se han integrado las aspiraciones, desafíos y anhelos del pueblo venezolano; convirtiendo a Bolívar en un símbolo de unidad y de propósito. La construcción del mito de Bolívar no solo ha moldeado la identidad nacional, sino que también ha influido en la forma en que los venezolanos enfrentan sus retos y celebran sus logros a lo largo de la historia. Su legitimidad como caraqueño nativo frente al pasado colonial, lo ha convertido en un símbolo adecuado del poder y la gloria como caracterizaciones de Venezuela. No obstante, su figura ha sido utilizada como un elemento de autentificación por los gobiernos en el poder.

Frente a este panorama, Elías nos señala en su libro «El divino Bolívar» que “seguramente los académicos y los políticos jamás imaginaron las barreras que podía traspasar el semidiós de la República letrada. Pese a que desde los cenáculos más altos se proclamó la existencia de un Bolívar inmortal que servía para civilizar a los bárbaros durante el guzmancismo, para las explicaciones agrarias del gomecismo, para amainar las tempestades que podían estremecer el gobierno de López Contreras, para hacer trampa en las elecciones, para excomulgar autores y libros, para culparnos de nuestros pecados, para animar a los italianos del Risorgimento, para consolar a los españoles derrotados por su espada y aún para convertirse en antecedente de los dictadores fascistas, acaso no les pasará nunca por la cabeza este amasijo de encantadores, mascotas, plegarias y huacos implorando ante la misma deidad. Tal vez la comparsa hubiera hecho las delicias de los habitantes de Guanare y San Fernando de Apure, quienes levantaron las primeras piedras de la gradería. Pero en cualquier caso allí está, invocado mediante autorización de las 7 potencias africanas y de la gran corte de la salud, precedido por María Lionza y por San Juan Retornado.” (Elías Pino Iturrieta. El divino Bolívar. Caracas: Alfadil, 2014, pp.186-187)

Es por ello que, en la festividad octogenaria de un historiador crítico, es fundamental recordar la importancia de la reflexión sobre la figura de Simón Bolívar en nuestra historia.

En la actualidad es crucial destacar -sin caer en anacronismos históricos- que una de las principales preocupaciones de Bolívar era el comportamiento ético de los gobernantes. La imagen que los políticos debían proyectar ante la comunidad era esencial, centrada en los deberes a cumplir y en los actos prohibidos, en virtud de la jerarquía conferida por la voluntad popular. Bolívar consideraba la moral del gobernante como un aspecto esencial que determinaba su actitud frente a la corrupción, la cual veía como un verdadero flagelo para las naciones.

Al hacer uso del legado bolivariano, los regímenes de distinto cuño han intentado distanciarse de sus métodos cuestionables para alcanzar el poder. Esto les ha permitido presentar una imagen de legitimidad y conexión con el pueblo. En Venezuela, el derecho a glorificar a Bolívar se ha convertido en un sinónimo de gobernar el país. Esta asociación ha influido en la forma en que los líderes se presentan ante la nación y cómo buscan validar su autoridad. La reflexión sobre el uso de la figura de Bolívar en la política venezolana debe así subrayar la importancia de los símbolos en la construcción de identidades nacionales y en la legitimación de los gobiernos. Comprender este fenómeno nos ayuda a apreciar las complejidades de la historia y la política en Venezuela. Hoy por hoy en Venezuela tenemos una visión crítica de nuestra historia, tal como lo expresa don Elías: “A partir de la segunda mitad del siglo XX, debido a la fundación de las escuelas universitarias de historia, del pupitre que ofreció a las jóvenes generaciones y a la difusión coherente de las investigaciones de los maestros y las escuelas del extranjero, el aporte se volvió primordial para el cumplimiento de las metas del oficio: interpretaciones verosímiles del pasado, actualización de los sustentos teóricos y técnicos e incorporación de temas y procesos subestimados, bajo la responsabilidad de estudiosos cada vez más calificados y masivos.” (Elías Pino Iturrieta. Contra la historia controlada. En: Tomás Straka, Elías Pino Iturrieta. La historia como fuente de ciudadanía. Caracas: Universidad Católica Andrés bello, 2016, pp. 74-75)
 

En la celebración del aniversario de un historiador de la política venezolana, es importante insistir sobre la relevancia de la sociedad civil y el papel fundamental de sus destacados ciudadanos estudiosos e intelectuales: “La mentalidad académica no garantiza un manejo honesto de la Función Pública, desde luego. Las casas de estudio otorgan certificados de suficiencia y de excelencia, pero no garantizan la honradez de sus egresados. Sin embargo, aquellos que han obtenido sus diplomas por el camino derecho, en especial si han desarrollado una carrera sin trampa, poseen herramientas suficientes para evitar la manipulación o las expresiones de quienes los llaman a gobernar. No solo están provistos de elementos para distinguir el grano de la paja, sino también la conciencia de que pueden gobernar la existencia con la ayuda detalles elementos sin vender el alma al diablo…” (Elías Pino Iturrieta. El emblemático aporte. El Universal, Caracas, 22 de abril del 2012, p.9)

La cita nos invita a detenernos sobre figuras como don Elías Pino Iturrieta, destacados ciudadanos y académicos que no solo poseen la capacidad de discernir entre lo valioso y lo superficial, simbolizado en la expresión «distinguir el grano de la paja», sino que también son conscientes de su potencial para vivir de manera íntegra y significativa. Estos intelectuales, dotados de profundos conocimientos y habilidades, optan por no comprometer sus principios.

Este escrito celebratorio en honor a Elías Pino Iturrieta tiene como objetivo rendir homenaje a un amigo, profesor, maestro e historiador venezolano que ha enriquecido nuestra comprensión de Venezuela. A través de sus obras, hemos logrado interpretar nuestro pasado y vislumbrar un presente lleno de desafíos, mientras albergamos la esperanza de que el futuro nos ofrezca mejores oportunidades.

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