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Miedo e incertidumbre entre migrantes tras la victoria de Trump

Miedo e incertidumbre entre migrantes tras la victoria de Trump

“Vamos a la casa de Mickey, corre mami, que ya vamos a llegar”, era la frase que Adriana le decía a su hija de cinco años mientras atravesaban la selva del Darién a finales de 2022. “Esa travesía es horrible, sobre todo por los muertos que ves, pero teníamos que seguir porque ya estábamos ahí metidas”. Las imágenes todavía las guarda en su mente. A veces sueña con ellas.

Una vez en Panamá, le tocó transitar por seis países de Centroamérica hasta entregarse a la policía fronteriza en Texas, Estados Unidos. Ahí, retenidas, recibieron el 2023. Otra experiencia que jamás olvida: “Fue muy fuerte, pero sabíamos que Dios nos tenía preparado algo mejor”. A casi dos años de su ingreso, viven en el refugio del Hotel Roosevelt, en el centro de Manhattan.

Esa experiencia prefirió ahorrársela Luis Miguel, de 32 años. Él, quien ya tenía residencia chilena, llegó a México con la esperanza de cruzar hacia Estados Unidos porque quería mejorar su calidad de vida, que se vio afectada años después de haber salido de Venezuela: “La inseguridad se volvió una cosa caótica, había portonazos y secuestros diarios, así que decidí emigrar de nuevo”.

En México logró una cita a través de la aplicación CBP One, habilitada por el gobierno de Joe Biden para regularizar el tránsito de los migrantes, y entró a Estados Unidos sin ningún problema cuatro meses más tarde. Ahora vive y trabaja al sur de Brooklyn, en Nueva York: “Aquí me va mejor, el sueldo es mayor al de Chile, sacar los documentos fue rápido y la inseguridad no se compara”.

Una opinión similar tiene Yun, otra migrante venezolana llegada el año pasado a Estados Unidos. “Desde que llegué he visto mejoría, no hay comparación en nada a lo que viví cuando estuve en Venezuela o en Colombia”. Aunque apenas recibió el permiso de trabajo, dice que pudo resolver más en Manhattan que en las otras ciudades latinoamericanas en las que estuvo antes.

Dentro de esas coincidencias en sus historias, hay una preocupación que los acompaña, la de los resultados de las elecciones del martes 5 de noviembre de 2024, en las que Donald Trump obtuvo nuevamente la presidencia y el Partido Republicano consiguió hacerse con la mayoría del Senado, lo que pudiera darle mayor campo de acción a las propuestas del mandatario reelecto.

Temor y estigmatización

Durante la noche de la elección, la mayoría de los migrantes venezolanos en el refugio del Hotel Roosevelt estaban a la expectativa de los resultados. ¿Cuántas veces no se habían sentido así en Venezuela? ¿Cuántas veces habían visto su futuro depender de un mapa que se teñía cada vez más de rojo? Cerca de la madrugada, cuando supieron quién sería el presidente, varios, incluso, lloraron.

Donald Trump nunca paró de estigmatizarlos en la campaña. Sus señalamientos y generalizaciones les trajeron problemas a muchos. “Yo no soy parte del Tren de Aragua ni de ninguna otra banda, yo no soy un criminal”, dice uno de los migrantes refugiados, que prefiere mantenerse en anonimato. “Si salí de Venezuela fue buscando mejor calidad de vida para mis hijos que siguen allá en plena crisis”.

Su principal temor es la deportación. No entiende cómo ni cuándo pasará. Piensa que será después del 20 de enero, el día de la toma de posesión. Nunca ha vivido una transición entre un gobierno y otro. Y dice que en Estados Unidos la política es muy complicada de entender, desde el inglés hasta las complejas matemáticas del colegio electoral: “Aquí las cosas son diferentes, ese es mi principal miedo”.

“Los diablos de la 42”

Aparte del temor, la incertidumbre es lo que predomina en los refugios a los que llegan los migrantes de Latinoamérica. Frente a la falta de certezas, hay quienes se aferran a la idea de que no los deportarán porque se han portado bien: “Yo vine a trabajar y estoy de acuerdo con que deporten a los que andan robando, a los diablos de la 42 que no pelan a nadie donde están las pantallas”.

Por “las pantallas” se refiere a Times Square, la famosa intersección de Broadway con la séptima avenida, uno de los principales centros turísticos de Manhattan. En esa zona comercial, muy frecuentada por los visitantes en las noches, vagabundea una banda robando a la gente. Le llaman (o se hacen llamar) “los diablos de la 42” porque ahí está la estación de metro Times Square–42nd Street.

Por no encontrarse dentro de esos grupos, odian las generalizaciones: “Pagamos justos por pecadores, ojalá, se hagan las deportaciones con el estudio de cada uno de los casos”. Sin embargo, esto implicaría un gran trabajo para la segunda administración de Trump, que se ha propuesto reducir la burocracia del gobierno para julio de 2026, al cumplirse 250 años de la Declaración de Independencia.

¿Es posible una deportación masiva?

Carlos Rodríguez López, politólogo e internacionalista de la Florida International University duda de que pueda ejecutarse una deportación masiva por el costo que conllevaría: “Según el American Immigration Council, una deportación de ese calibre podría costar cerca de 315 millardos de dólares a Estados Unidos, sin mencionar el golpe a la economía que se estima alrededor de los 1,7 trillones”.

Eso significaría una contradicción con el propósito de la administración Trump de reducir al gobierno: “Necesitas una burocracia bastante expandida para una operación de esta magnitud y este costo. Por otro lado, no hay infraestructura penitenciaria, no hay suficientes jueces y defensores públicos. Tener que localizar, identificar y confirmar a 17 millones de personas es complicado”.

Lo que posiblemente pase, asegura Rodríguez López, es que se endurezcan las medidas que permiten la migración, como la emisión de visas y el control fronterizo. “Ese es el concepto de tierra y sangre que promueven Stephen Miller y ahora el vicepresidente Vance, que dicen que para poder ser americano debes haber nacido aquí y tu familia tiene que ser americana de varias generaciones”.

¿Qué pueden esperar los migrantes?

“Si bien Trump hizo de los venezolanos uno de sus objetivos, una cosa es el candidato y otra el presidente, habría que ver cómo van las cosas a partir del 20 de enero”, puntualiza Jefferson Díaz, periodista experto en migración. Para él, las deportaciones no serían inmediatas ni una tarea fácil porque la separación de poderes todavía continúa intacta en los Estados Unidos.

Díaz asegura que si bien ya la incertidumbre comienza a esfumarse poco a poco con la designación de Tom Homan al frente de la supervisión de la política de inmigración y la seguridad fronteriza, también son llamativas las declaraciones de otros funcionarios que han advertido que enfrentarán las decisiones de Trump que violen derechos humanos. “Este país tiene instituciones democráticas sólidas”.

En este sentido, invita a conocer la historia democrática de Estados Unidos, en la que los migrantes de generaciones pasadas han tenido un papel trascendental para el desarrollo de la sociedad, de la política y de la economía: “Lo otro es apuntar a la sociedad civil, que también está organizada para luchar contra cualquier cosa que se pretenda hacer desde la Casa Blanca”.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

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