La transformación de la vida infantil en Bahía Málaga gracias a la energía solar: un nuevo amanecer iluminado
Mientras el plan para proveer energía a todo el pueblo avanza, los más pequeños ya no hacen tareas a punta de vela y pueden ver TV sin interrupciones.
Cuando la noche cae en Bahía Málaga, lo hace en serio. Es ahí cuando se encienden generadores para que la luz se adueñe de las casas de madera, de los senderos de tierra donde los niños pueden juguerar.
Raúl Alexis Cáceres tiene 13 años. Al igual que sus amigos, ha crecido sabiendo que la luz es un parpadeo, un destello que a veces llega con el rugido de una planta eléctrica y que se iba cuando se le acababa la fuerza o la gasolina. «Sería algo bueno», dice, imaginando un mundo donde el día tenga unas cuantas horas más.
Para los niños, para sus papás y para todos en Bahía Málaga, la llegada de la energía constante no es solo luz. Es la nevera que mantiene la comida fresca, la licuadora que hace jugos sin esfuerzo, la lavadora que quita el barro de la ropa sin que haya que restregarla con las manos. Es el microondas, la internet y la televisión sin interrupciones.
Allí en Bahía Málaga están empezando a vivir esta realidad gracias a los paneles solares que el pasado mes de noviembre les entregó el Fondo de Energías No Convencionales y Gestión Eficiente de la Energía – Fenoge. Las pruebas que están haciendo para entregar electricidad a todo el pueblo van bien. Dentro de poco tiempo, las baterías entregarán energía al 100% y en ese momento, todos tendrán energía en Bahía Málaga 24 horas del día. Por el momento, con el programa En-Comunidad, liderado por la Organización Internacional para las Migraciones-OIM y Fenoge, están capacitándose en qué pueden hacer con ella y cómo la pueden aprobechar.
Los niños están aprendiendo que aquellas placas grandes que les llevó el Fenoge convierten el sol en electricidad. También están aprendiendo que es viable la posibilidad de hacer tareas sin afanes, de ver un partido sin interrupciones y están aprendiendo a no depender del capricho del combustible.
Mientras todas esas ilusiones y sueños se convierten en realidades, el día en Bahía Málaga sigue su ritmo. Los niños corren por la arena, saltan al mar desde lanchas y desde los bordes de las casas, juegan fútbol descalzos con el eco del mar de fondo. Y cuando el sol se esconde detrás de la selva, la noche sigue cayendo. Pero esta vez, algo diferente está ocurriendo. Muy pronto, la oscuridad ya no será la dueña absoluta de todas las noches en Bahía Málaga. Las luces no se apagarán. Y la noche será tan larga como bien lo quieran. Eso era lo que esperaban Raúl Alexis y sus amiguitos.
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