Cargando ahora

La lucha de Sara y el camino de una mujer a las presidenciales 

La lucha de Sara y el camino de una mujer a las presidenciales 

En los callejones polvorientos de Caracas, donde el sol abrasador se refleja en las paredes descascaradas, vive Sara. A sus 25 años, Sara es una fuerza incansable en su comunidad. La mayoría de su familia, desesperada por la crisis económica y la inestabilidad política, emigró a tierras lejanas en busca de oportunidades. Sara eligió quedarse. 

Sara se volvió la voz de los olvidados, organizando reuniones en las plazas, pintando murales con mensajes de esperanza y luchando por el acceso a servicios básicos como agua potable y electricidad. Su pequeño apartamento en el oeste de Caracas, se convirtió en un centro de activismo, donde los vecinos se reunían para discutir estrategias y compartir historias de supervivencia. 

Sara está consciente de que vive en un mundo donde históricamente los hombres han tenido privilegios en el ámbito político, considerados los tomadores de decisiones y los nacidos para ocupar posiciones de poder. Ella como todas las mujeres venezolanas han tenido que exigir, luchar y conquistar sus derechos.

Las mujeres lucharon por el derecho al voto y a ser elegidas durante mucho tiempo, pero solo alcanzaron ese derecho en la década de los 40. Fue un triunfo conseguido después de procesos conflictivos y estrategias implementadas ante gobiernos democráticos, populistas o autoritarios.

Sara considera que todos estos hechos han ocasionado cambios en la situación de las mujeres relacionadas con el acceso al voto, al trabajo remunerado, a la propiedad que motiva a la gente a participar en la política. Ella está convencida de que las mujeres son tan capaces como un hombre para hacer carrera política.

En pleno siglo XXI, los estereotipos, prejuicios y estigmatizaciones hacia las mujeres involucradas en política, especialmente las venezolanas, siguen siendo difíciles de erradicar, Sara continúa imaginando su futuro como servidora pública. 

Su determinación viene de las acciones políticas y articulación que tuvieron las mujeres venezolanas por el reconocimiento de sus derechos políticos desde la dictadura del General Juan Vicente Gómez (1908 – 1935), y los procesos políticos posteriores, hasta 1947, año en que se constitucionaliza el derecho a votar y ser elegido sin distingos de sexo a partir de los 18 años.

Los años iniciales de la década del 40, muestran una sociedad venezolana que despierta a la modernización, con un fuerte acento patriarcal en la definición de los asuntos públicos y en la conformación de los derechos ciudadanos; pero también con una primera vanguardia de mujeres organizadas alrededor de algunos partidos y en las asociaciones femeninas, con capacidad para movilizar la opinión en torno a sus intereses y con capacidad de presión.

Las mujeres de la llamada generación del 28 demostraron que el reclamo de la universalidad del voto era fundamental para la democracia y la igualdad de derechos. Su participación contribuyó al proceso de democratización de la democracia venezolana.

Desde entonces se han vivido diversos procesos en donde las mujeres venezolanas han tenido que reivindicar sus derechos y reivindicar sus liderazgos dentro de la política venezolana. No obstante, la participación de la mujer en los espacios de poder se ha visto limitada por la tradición machista que mantiene en vigor los estereotipos y prejuicios por razón de género. 

Esta historia de lucha de la mujer como un ser político capaz y con derechos, representa la oportunidad de seguir trabajando por un país más igualitario. Todo gracias al camino construido por las mujeres que se arriesgaron y tomaron la decisión de exigir sus derechos.

Sara destaca que, en Venezuela, mujeres han llegado a ocupar cargos de alto nivel en el gobierno, incluyendo gobernaciones, alcaldías, la presidencia de la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia. No obstante, ninguna mujer en la historia de Venezuela ha logrado ser electa como Presidenta de la República.

Resuenan nombres emblemáticos en la historia política de Venezuela, como el de Ismenia Villalba, la primera mujer en postularse a la presidencia en 1988. En 1993, Rhona Ottolina siguió sus pasos y la carismática Irene Sáez se enfrentó al expresidente Hugo Chávez en las elecciones de 1998.

Sara no vive en una fantasía; es plenamente consciente de que en Venezuela las mujeres siguen enfrentando discriminación y desigualdad en el ejercicio de sus derechos políticos. Estas barreras son especialmente evidentes cuando intentan participar en la dirección de asuntos públicos, políticos y otros espacios de toma de decisiones.

Además de los roles tradicionales de género, los estereotipos, las barreras institucionales y normativas, el poco interés del Estado y la violencia política, los partidos políticos “no abren oportunidades” al liderazgo femenino en el contexto “autoritario” que vive el país. 

Según una encuesta realizada por la asociación CAUCE, el 60% de las mujeres venezolanas que forman parte de la política han reconocido haber sufrido violencias en el ejercicio de su función política.

Un caso documentado por Defiende Venezuela ilustra claramente la instrumentalización de la violencia política por razones de género. La exdiputada y fundadora del partido político Encuentro Ciudadano, Delsa Solórzano, ha sido objeto de ataques debido a los cargos públicos que ha ocupado y sus aspiraciones políticas, enfrentando amenazas, agresiones físicas y verbales.

No obstante, a pesar de la coyuntura tan compleja que se atraviesa en Venezuela, Sara tiene altas expectativas con respecto a la mujer en la política venezolana. Esto, considerando el rol trascendental de María Corina Machado, quien asumió el liderazgo de la oposición para las elecciones presidenciales este 28 de julio, siendo para muchos un halo de esperanza.

Pese a los obstáculos que se le presentaron desde antes de presentar su candidatura a las primarias de la Plataforma Unitaria de 2023, María Corina Machado logró superar las limitantes y salir ganadora con más del 90 % de los votos, convirtiéndose en la figura más influyente de la oposición venezolana. 

Este resultado representó un hito en la historia de Venezuela en torno a las luchas que las mujeres venezolanas han tenido por el reconocimiento de sus derechos y de su participación en los asuntos políticos. Una mujer puede liderar, tiene las capacidades y la formación para hacerlo. El poder y la toma de decisiones pueden recaer en las manos de una mujer porque el género ya no define el rol que debes tener dentro de una sociedad. 

Hoy una mujer injustamente inhabilitada políticamente se propone a liderar la transición más importante del continente. O así lo ve una joven líder venezolana que ha tenido que crecer en un país machista y aquejado por una crisis política sin precedentes.

Esta columna forma parte de una alianza entre La Gran Aldea y la ONG Defiende Venezuela.
Katherine Ramos es abogada y Defiende a Venezuela

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

Publicar comentario