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En defensa de la imaginación

En defensa de la imaginación

A finales de los años 50 del siglo pasado, el sociólogo norteamericano Charles Wright Mills  publicó una obra  que habría de influir  por décadas en los estudios de la sociedad y la cultura. Se trata de La Imaginación Sociológica, un título muy sugerente si se toma en cuenta la semántica polivalente que envuelve al vocablo imaginación referidoa una disciplina con pretensiones científicas. La imaginación es “facultad del alma que representa las imágenes de las cosas reales o ideales. Creatividad, fantasía, ingenio, inventiva, viveza, agudeza, chispa imaginativa. Aprensión falsa o juicio de algo que no hay en realidad o no tiene fundamento.”(RAE) 

De acuerdo con lo expresado por Wright Mills, tener “imaginación sociológica” no es algo  equivalente a tener la razón y menos puede ser equiparable a poseer la capacidad de hablar, pensar o cualquier otra habilidad natural de los humanos.  El autor se aleja del  viejo prurito sembrado por Descartes: “No hay nada repartido de modo más equitativo en el mundo que la razón: todo el mundo está convencido de tener suficiente”.(Discurso del Método). 

Tampoco son iluminados por alguna cualidad metafísica los portadores de imaginación sociológica. Se trata de llevar a la práctica la habilidad para  analizar el entorno, conectar  lo observado con la historia general y biográfica para comprender las estructuras sociales con sus dinámicas propias.  La labor a realizar  es análoga al trabajo de un artesano, por ello Mills nos habla de  artesaníaintelectual. 

El recordatorio de esta obra de Wright Mills  es solo un pretexto para resaltar  el  sentido práctico  de la imaginación y su consiguiente reflejo en los resultados de quienes despliegan su actividad en la sociedad. Estiramos un poco la idea para suponer, además de la imaginación sociológica, la imaginación docente para diferenciar el maestro  del gran maestro, la imaginación clínica para diferenciar el médico del  gran médico,  e incluso,  la imaginación del mecánico para diferenciar un cambiador de piezas  de otro que se atreve a innovar, a  romper los moldes para resolver un problema. En cualquier oficio o profesión, la práctica  dejará constancia de la presencia o ausencia de la imaginación. 

Claro que existen parámetros objetivos que la limitan o la frenan. Pero si se trata de desafiar lo imposible, la imaginación será invocada a pesar de los factores objetivos en contra. El sentido práctico atribuido a los saberes, verifica el tributo imaginativo y  aporta  el modo de separar la paja del grano, la medianería de la excelencia, la charlatanería del saber. Como desafiando a  la gente de poca fe, la  imaginación en el saber, a pesar de sus conexiones con la ciencia, también se emparenta con el conocido precepto bíblico: por sus obras (frutos) los conoceréis. Muy útil para identificar la imaginación política.

Pero esto nos recuerda que  los frutos  pueden ser dulces o amargos, deseados o repudiados. La imaginación puede estar al servicio del bien o el mal, para destruir o para construir. En este contexto podemos reivindicar  la glamorosa victoria de la imaginación política  desarrollada  el pasado 28 de julio. Una prodigiosa labor de artesanía social que rompió los moldes para afrontar con éxito un problema dramático: recuperar la libertad.  Se desafiaron los parámetros objetivos  marcados por la adversidad y se produjo un resultado  capaz de sacudir la inercia del poder enquistado. 

Sin el concurso de la imaginación, se habrían seguido los pasos prefijados por una burocracia electoral absolutamente corrupta y abyecta. La imaginación en acción dejó en ridículo a losjanalistas, ambosladistas, los profetas del desastre anticipado, los colaboracionistas y demás especímenes de la fauna agorera nacional. Quedaron al desnudo los protocolos y rutinas  propios de  un sistema diseñado  para encubrir el robo de la voluntad popular.  Contra la imaginación política, no sólo se estrelló la perfidia  de quienes ya se han cebado  en la dignidad del venezolano.  

También  colisionó  la “sabiduría” consagrada de los opinadores de oficio, futurólogos y quirománticos. En fin, los guías espirituales de las derrotas resignadas. La pléyade del firmamento colaboracionista también alcanzó  su merecida cota de perplejidad. Carentes de imaginación, atrapados por los cartabones y manuales  de “la ruta electoral, pacífica y constitucional”, sólo pudieron hacer las predicciones de lo predecible en un país  de normal anormalidad.  

Sobra reconocer que la tarea está incompleta, lo cual no es poco decir tratándose de una tiranía que ya antes ha dado muestras de tener capacidad de resurrección. Y ello nos obliga a formularnos nuevas preguntas soportadas  en el camino transitado: ¿se agotó la imaginación? ¿Quedan reservas de ésta  para rematar la tarea? Un asunto esencialmente práctico que desmerita la inversión ingente de horas/trasero  estudiando teorías transicionales o escuchando  aburridas disertaciones de expertos internacionales, observadores y críticos desde la seguridad de la distancia. Desde la perspectiva de la imaginación pura y simple,  allí están los dos escenarios:

a.-Si la imaginación  política  de la dirigencia democrática agotó sus cartuchos con las actas  y la glamorosa victoria electoral del 28 de julio, volveremos a los manuales y directrices de las burocracias  consagradas. Cuando se afirma  que ya  “los venezolanos hicimos nuestra parte, ahora le toca a la comunidad internacional hacer lo propio”, se estaría renunciando al control del proceso de liberación nacional, es decir, se está  reconociendo el agotamiento de la imaginación política. Es como si los venezolanos estuviésemos requeridos de algún permiso internacional para aspirar a ser libres. 

Depositar nuestro destino en las decisiones de instancias internacionales tipo OEA-ONU, Comunidad Europea, y sus contundentes remitidos, inevitablemente nos retrotrae  a tiempos ya vividos, atrapados  por los manuales sobre transiciones pacíficas y democráticas que hacen nido entre la burocracia y los expertos del mundo. En tal caso, no se requiere mucha imaginación para vislumbrar nuestro precario destino. En la historia de la lucha por el poder, dentro y fuera de Venezuela, no sería la primera vez  que una rutilante victoria  antecede  a una humillante derrota que los venezolanos no perdonaríamos  a una dirección política con importantes cartas por jugar. 

b.- Si la imaginación política mantiene reservas para los escenarios actuales, cabe la  posibilidad de arribar a mejor destino y hasta podría haber sorpresas. Esto significa que es temprano para anunciar resultados. El apoyo de la comunidad internacional es absolutamente necesario,  pero no determina nuestro futuro. Los venezolanos  debemos conservar  el control  sobre las líneas maestras de nuestro proyecto de vida y no se debería esperar permisos  para  completar la tarea liberadora. 

El escenario esperanzador  con reservas de imaginación, implica  confiar en los conductores de la lucha. Uno de los factores explicativos del éxito alcanzado el 28 de julio fue la confidencialidad  y reserva  en torno a los procedimientos. Sin este factor no se habría podido reunir suficiente cantidad de actas y menos colocarlas en la OEA. La tiranía siempre había logrado infiltrar a una oposición  dispuesta  a cohabitar  y a dormir con el enemigo. Otro paradigma que se rompe y nos recuerda la inequidad al repartir la artesanía intelectual. Ya no hay modo de negarlo, los remilgos democráticos  frente a una tiranía pueden  resultar fatales para quienes  en verdad la enfrentan.  

Apelar a la imaginación, siguiendo la conseja de Wright Mills,  impone el reto de constatar con los hechos la utilidad de la artesanía intelectual. Ni el extremismo de la fe ciega, ni el fanatismo de las derrotas anticipadas. Un hecho factual nos aqueja: una pandilla se apoderó del país y utiliza el poder político para sus fines. No hay mucho que debatir: permitimos la burla a la voluntad popular o los desalojamos del poder. Falta poco tiempo para determinar si la imaginación política democrática se agotó o, si por el contrario, el Niño Jesús o los Reyes Magos nos traen la dicha de la libertad. Todo cabe en la imaginación. 

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

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