El país de las desapariciones forzadas
«Hermano, pero es que no podemos descubrir a estas alturas que el Gobierno es maluco. Nosotros tenemos que avizorar los escenarios de más probable ocurrencia y prepararnos para eso. El escenario de la inhabilitación de María Corina estaba cantado, ¡cantado!»
Eso me comentaba un amigo que consulté para estos artículos, hace unos meses, y llevaba razón; pero con la verdad no basta. Ahora está cantado que el 10 de enero de 2025 el gobierno en funciones de Nicolás Maduro no va a entregar el poder como dictan la lógica, la Constitución y las leyes de los hombres. No va a entregar y, mientras tanto, se está haciendo de un escudo humano de 2 mil personas arrestadas desde el 28 de julio hacia acá, o desde antes.
Hay cosas que parecen imposibles y desde luego existen; cosas de la belleza o del infierno. Imposible parece siempre la rosa e imposible parece el ruiseñor. Sin embargo, son. Eso decían, de cierta manera al unísono, el místico sufí Hafiz y el alemán Göethe. En el libro Contestaciones del poeta Rafael Cadenas, responde así a tal verso o sintagma: «Enumerar todas las cosas que también lo parecen sí es imposible».
Cadenas escribió eso en tiempos ya chavistas, generosos en cosas de apariencia imposible vistas todos los días al abrir un periódico o escuchar la radio. Ahora, más todavía.
¿Cómo es posible que Rocío San Miguel lleve nueve meses encerrada en el Helicoide? ¿A cuenta de qué? ¿Cuáles son los cargos? O ¿cómo es posible que el diputado a la Asamblea Nacional, Américo De Grazia, lleve desde el 6 de agosto de este año igualmente encerrado, sin fórmula de juicio conforme a Derecho, sin ninguna consideración hacia el reo o sus familiares?
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Desde el martes 6 de agosto de 2024, los familiares de Américo De Grazia Veltri también viven en ese limbo. Ninguno de sus siete hijos vive ya en Venezuela, se reparten entre España, Italia y Estados Unidos, todos mayores de edad. María Andreina es la vocera de la familia. La primera esposa de Américo vive en España, la segunda pareja de Américo se ha quedado en Venezuela. Él está en el Helicoide. Andreina pide por favor no mencionar parentescos, apenas decir genéricamente «familiares», no vaya a ser que la autoridad decida echarle el guante a alguien más, por asomar su cabeza. Ella no importa, ella habla desde Houston.
A las dos semanas de haber sido secuestrado, el grupo familiar todavía no había tenido información alguna sobre cargos ni recibido notificación que, al menos, les hiciera saber que se le estaba siguiendo un procedimiento con visos de legalidad. Todo estaba a oscuras.
«El problema es que ellos también corren peligro», dice Andreina sobre sus parientes. «Por favor, no especifique. En mi caso muy personal, yo decidí ser su voz… Obviamente es una tortura para él pero también lo es para nosotros, para toda la familia: no tenemos fe de vida, no sabemos si está vivo o no, si está comiendo…».
Lo que le llevan ―medicinas, comida, ropa, agua― es recibido por un funcionario.
Andreina atiende a quienes preguntan a diario por él, gente de diversos países. Mantiene seguimiento del caso desde su cuenta en Instagram, da la cara cuando se produce algún acto público en la zona de Estados Unidos que habita. «Desde luego, temo por mi vida, emocionalmente me quiebro, lloro, uno no está bien. Hasta cuando tomo agua pienso si mi papá estará tomando agua. Me acuesto en la noche y pienso si estará en una cama. Es una preocupación constante que no solo es de él».
―¿Cómo se enteró la familia de que estaba preso?
―Él estaba resguardado en Caracas, había recibido amenazas por parte del gobierno. Estaba recibiendo tratamiento para una infección en los pulmones y aquel miércoles, día en que lo secuestraron, debía ir al hospital porque no se sentía bien. Le escribió a uno de sus hermanos. Él no se desaparece, siempre se comunica con algún familiar. Cuando salió del médico eran las once de la mañana y dijo que iba a avisar en cuanto llegase al lugar donde se estaba resguardando; pero a partir de ese momento no se supo más de él.
Primero se preguntaron si se habría quedado sin batería. Este relato lo hizo ella luego de 16 días del suceso y todavía le temblaba la voz al recordar la noche que pasaron ella y sus hermanos, cada quien en su lugar de residencia. Había desaparecido el padre y también su automóvil. No sabían qué hacer.
Se comunicaron con el Foro Penal para saber cómo actuar, nadie en la familia sabía si denunciar o no. Hubo familiares que se ocuparon, desde luego, de ir de centro de reclusión en centro de reclusión, pero en ninguna parte daban noticia de él. Por fin, los familiares fueron al Helicoide (lo habían dejado de último), alrededor de las doce del mediodía siguiente. Allí los dejaron esperando dos horas y media sin decirles nada; al cabo apareció un funcionario del SEBIN y les informó seca y escuetamente que sí, que Américo De Grazia estaba en ese famoso centro de reclusión y tortura. El lugar que vio morir de terror y angustia al ciudadano Rodolfo González, el Aviador, por propia iniciativa. Es solo un ejemplo.
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O ¿cómo es posible que la periodista Carmela Longo haya pasado el tormento de las peores 24 horas de su vida en uno de esos sitios que acogen a los indiciados de terrorismo? Eso fue a finales de agosto. Ella, una profesional de la fuente de farándula, madre de un hijo, trabajadora en varios medios durante treinta años, terrorista. Hacía una semana la habían echado de su trabajo en el diario afiliado al régimen, Últimas Noticias. Ella es de las que, por una suerte que vaya a usted a saber cómo le tocó, puede andar libre por la calle. ¡Ah!, pero tiene su expediente abierto.
Todos viven en el limbo, cualquiera sea su lugar de encierro. La calle también puede ser un lugar de encierro. O el país. Es la especialidad del régimen, el limbo.
Rocío San Miguel, hasta esta fecha, no ha podido designar a sus abogados de confianza. El Ministerio Público presentó una acusación formal, se realizó la audiencia preliminar de forma telemática (en la que fue acusada de delitos relacionados con terrorismo); junto con ella, su hija, su esposo, sus dos hermanos y su exesposo: todos, absolutamente todos, también han mudado de atmósfera, permanecen en el limbo de la no-justicia igual que ella. Su exesposo sigue detenido, los demás fueron excarcelados en algún momento pero se mantienen sobre ellos medidas cautelares.
Organizaciones llevadas por gente entregada a los Derechos Humanos velan por ella. Debe destacarse Caleidoscopio Humano que le hace seguimiento al caso desde la perspectiva de género. Gabriela Buada, una activista, da la información. También está Justicia, Encuentro y Perdón, una ONG levantada por víctimas de la violencia madurista de 2014. Una madre a quien le arrebataron su hija encontró en esta organización su razón para vivir. Le da soporte a gente como Rocío.
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Américo De Grazia cumplirá cien días preso este viernes. La audiencia preliminar fue el pasado 28 de octubre, pero todavía no se le ha transmitido ninguna información.
“Hemos tratado de contactar con el defensor público que le asignaron pero no hemos tenido la oportunidad de hablar con él”, dice Andreina. Los familiares en Venezuela se han dirigido directamente a su oficina pero él está ocupado o no los puede atender. No han tenido acceso al expediente. No están seguros de nada, ni de los delitos. Son casi cien días. No hay fe de vida. No hay visita, ni debido proceso legal, ni derecho a una defensa privada.
“Seguimos denunciando, exigiendo su libertad”.
Lo peor de todo lo contado aquí es que, como noticia, tiende a normalizarse. La verdad de las cosas no sirve para nada si no se difunde a los cuatro vientos, todos los días. Hay una deriva; estas derivas se parecen a los ríos que arrastran todo. Y se lo llevan a un delta bien lejos. Tiende a normalizarse el asesinato de niños en Gaza o Líbano por los ataques de Israel; tienden a normalizarse los ataques con drones del invasor Putin en Ucrania…
¿Por qué estos ataques a los Derechos Humanos sobre ciudadanos inermes no habrían de normalizarse en un país caribeño, allá lejos, que a veces aparece en los medios europeos y a veces no, ya que los males del mundo son muchos y repartidos entre muchísimos lugares y todos necesitan o exigen atención?
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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