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El Método Barzini – La Gran Aldea

El Método Barzini – La Gran Aldea

La única vez que traté al genio petareño Miguel von Dangel me habló del peso de las palabras. «Dame dos palabras y te llevaré al cadalso», citó. Recordó a Kafka y El proceso. En esa novela, tocan a la puerta de madrugada en casa de un ciudadano, ¡tun tun! Han llegado unos individuos de parte de la nebulosa justicia a por Josef K. sin mediar explicación alguna. «¿La justicia quiere seguirme un proceso?», pregunta K. con asombro, y el mero hecho de manifestar su asombro con palabras lo convierte doblemente en culpable. 

¿En qué se parecen el suceso desencadenante de El proceso a la política desarrollada por el régimen venezolano a raíz del 28-J? En todo. Lo curioso es que los gendarmes del régimen ―seguramente― no saben quién fue Kafka ni qué significaron sus novelas, aun cuando acaso hayan experimentado, en cierto recodo de su periplo vital, el haberse acostado como personas para levantarse al día siguiente como escarabajos. La Operación Tun Tun no pueden asumirla sino insectos de alma rastrera. Ahí está el vídeo de la abogada y activista María Oropeza como evidencia: grabó su detención arbitraria cuando un par de esbirros tumbó a mandarriazos la reja de su vivienda, sin orden de juez ni explicación tampoco. 

El régimen no descansa: espía a la gente, la compra, la chantajea o la amenaza, comenzando por los empleados públicos y beneficiarios de la Misión Vivienda. La amenaza es una política de Estado que se expresa en actos abiertos y comunicacionales: todos estos días he visto que, mientras Nicolás Maduro habla de más de dos mil apresados (secuestrados) desde que comenzaron las protestas ante el fraude, las ONG que se ocupan del seguimiento a estas cosas, en cambio, dan una cifra menor. Un solo secuestrado ya es un crimen, siendo la protesta, como lo ha sido, pacífica; pero el presidente en funciones, Nicolás Maduro, abulta adrede la cifra de reos, alardea de mandarlos a Tocaron, dice estar construyendo dos grandes cárceles para toda esta gente que protesta. Tampoco es original en eso, ha sido la gran idea de Vuele en El Salvador. ¿En qué es original el presidente en funciones? En su descomunal ausencia de piedad, casi tan aparatosa como su abdomen.

Su idea es meter miedo, para neutralizar la rebelión ante el escandaloso fraude. Desde el caso Heberto Padilla, que fue en 1968, los castristas no han inventado nada nuevo en materia de acorralamiento a los disidentes o simplemente críticos. A sus herederos les falta imaginación para crear algo distinto.

Pero otra cosa es la provocación llevada a su expresión más obscena, aprendida tal vez de El Padrino.

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Sonny es el primer hijo de Vito Corleone y Carmella; es el hermano mayor de Fredo, Michael y Connie. Sonny, interpretado por el inolvidable Jamen Caan en la película de Francis Ford Coppola, pertenece a una familia mafiosa en Nueva York y procede en consecuencia, como un matón; pero su corazón es sólido, noble (a su modo) y fiel: ama a su familia.  Sonny es valiente, impulsivo y mujeriego. Abandonó la educación secundaria y se dedicó a los negocios familiares. Un detalle: de pequeño se había hecho amigo de un chico de la calle, Tom Hagen (Robert Duvall en la película), un huérfano del barrio, y convenció a su padre para que viviera con ellos. Así, Tom se convirtió en un hijo más de la familia. 

Sonny, o Santino, sería el sucesor digno de un hombre como don Vito, por su carácter firme y su fuerza física; de hecho, ocupará  temporalmente el punto más alto de la familia Corleone. Sin embargo, algo sucede que corta su carrera abruptamente. Sonny le da una bonita paliza a Carlo, su cuñado, por haber maltratado a su hermana Connie, quien disfruta de todo el cariño y solidaridad de su hermano mayor. Quien haya leído el libro de Mario Puzo o visto la trilogía en cine y tenga corazón en el pecho le dará la razón a Sonny: ese Carlo se merecía unas cuantas bofetadas. Puede que el impulsivo Sonny se haya excedido un poco, pero desde luego una buena dosis le venía bien al individuo.

El canalla machista, Carlo, que sabe los pormenores de la familia, llama al clan Barzini, archienemigo de los Corleone, y con premeditación y alevosía pone en bandeja de plata la venganza que anda buscando el viejo Barzini contra el viejo Padrino. Pagará su hijo. Carlo le vuelve a dar una soberana paliza a su mujer, Connie llama llorando a  su querido hermano; su querido hermano procede como únicamente sabe hacerlo: sale hecho un basilisco en su reluciente Packard, decidido ahora a darle una ración doble a su cuñado; llega a un peaje con barrera donde necesariamente habrá de detenerse, como bien sabe Carlo. Allí se esconden los pistoleros de Barzini. Fin de la actuación de James Caan.

«¿En qué se parecen el suceso desencadenante de El proceso a la política desarrollada por el régimen venezolano a raíz del 28-J? En todo»

No deben hacerse paralelismos forzados, sobre todo porque… porque… ¿por qué no? ¿De dónde parten las prácticas del madurismo sino del comportamiento de las mafias y de la Cuba que debutó en sociedad con el caso Heberto Padilla? 

Los maduristas no tienen capacidad para inventar. No crean, reproducen o imitan. Todo lo puesto en práctica desde el irremediable 28-J  lo novedoso. Por lo tanto, o se guían por los castristas o por las películas de mafiosos. No parecen tener otra fuente. De allí que toda la política desde el 28-J para acá no sea sino la puesta en práctica del Método Barzini: saca a tu target de su zona de resguardo, atráelo a la autopista y ahí lo acabas. Llena el país de Connies de ambos sexos como carnada. En algún momento, la elite que ha producido la derrota, al fin, después de 25 años, de la familia chavista, saldrá desbocada en su Packard y tendremos la coartada perfecta. 

El problema para la cúpula chavista es que la elite que rodea al candidato que ha resultado presidente electo el 28-J, no es modelo Sonny ni se le parece, aun cuando tenga algunas de sus cualidades, como su arrojo y solidaridad para con los suyos.

Connie es cada fallecido de los 24 que hubo nada más en los primeros días luego del 28-J, en las calles, por protestar pacíficamente. Connie es cada uno de los ciento catorce menores detenidos sin fórmula legal alguna de por medio, y cada uno de los discapacitados apresados.  

Connie es un padre de Valera y su hijo, detenidos hace tres semanas cuando iban a entrar a un supermercado. Al hijo, que no tiene ni 20 años, lo pusieron a posar en una foto con una bomba Molotov al lado. Este caso no ha trascendido, la familia no ha hecho denuncia alguna simplemente por miedo. «Estos tipos están ensuciándole la vida a la gente miserablemente», comentó quien me narró este caso.

Connie es Rocío San Miguel y los demás presos políticos que llevan años en algún rincón del Helicoide. 

Connie es José Gregorio Carneiro, Yousner Alvarado, Omar González Moreno, Roland Carreño: todos, secuestrados, periodistas o experiodistas, así se hayan desviado de su oficio y estén ejerciendo o hayan ejercido de operadores políticos: ¿cuál es el problema?

Connie es Daisy Peña, reportera gráfica de la Alcaldía de Miranda. Secuestrada.

Connie es cada uno de los seis colaboradores de Vente Venezuela que permanecen en un limbo en la embajada argentina. También es Paul León, trujillano, tesista de Periodismo en el núcleo de ULA en Valera; camarógrafo de VPI, apresado por ser camarógrafo de VPI. 

Connie es cualquier persona que haya trabajado con María Corina Machado y esté entre rejas por ese mero hecho. Connie son los testigos de mesa del 28-J a quienes han ido a buscar en la Operación Tun Tun. Connie es el hijo de una operadora de una ONG, un chico que estaba haciendo fotos con una cámara profesional y lo agarraron junto a un compañero de su misma edad; los enviaron a Yare. Nada menos que a Yare.

Connie es cada uno de los periodistas de Trujillo que se han tenido que marchar del país, o al menos desaparecerse de su entorno, por haber sido señalados desde el poder. Al parecer son diez y no se sabe mucho más hasta ahora. 

Connie es Fernando Chuecos, fotógrafo de confianza del gobernador Gerardo Márquez, detenido no se sabe por qué. 

Cuando el Sebin, la GNB, la PNB, las FAES o la DCGCIM o cualquiera de las otras estructuras de represión y tortura que tiene el gobierno en funciones, secuestra, secuestran también a su familia. Al menos en Caracas se habla de que esas familias deben estar pendientes de llevar comida a sus familiares donde estén, sabiendo que, si no, les dan bazofia. Y puede que lo que lleven para sus familiares se lo repartan los esbirros entre ellos.

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Connie es cada uno de los linchamientos 2.0 a los que se refiere el portal ArmandoInfo desde el sumario del informe que ha publicado: una señora enardecida denuncia en un vídeo la porquería que le ha traído la caja CLAP, pero luego, el mismo vídeo muestra que tocan a su puerta unos GNB; luego aparecerá la dama, contrita, expiando su culpa y pidiéndole perdón a Nicolás Maduro. Vídeos aleccionadores, seguramente virilizados por gente como Carvajalino y Pirela. Cada una de esas personas del pueblo que usan para tal infamia 2.0 y terminan siendo echadas al degredo, es Connie. 

Connie es un señuelo, apenas. Quieren más, quieren lo gordo, quieren la cabeza. Van a por todas. 

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En Instagram aparece una foto del zuliano Marco Tulio Socorro, tomada el día de la manifestación multitudinaria de venezolanos en más 300 ciudades en el mundo, 17 de agosto. Esta imagen es de Madrid y en ella hay un par de jóvenes evidentemente criollas con una pancarta en las manos: «Quiero conocer el país donde nací». Sencillo el mensaje, ¿no? Ese es el tipo de posts que deben viralizarse.

Por cierto, Francisco Santos, ¿qué pasó con los chinos que estaban en Filas de Mariche falsificando actas? Quienes colaboran con los bulos o, digamos, con la pérdida del objetivo primordial de esta batalla, colabora igualmente con el Método Barzini.

@sdelanuez
www.hableconmigo.com

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

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