El petróleo, el Presidente y Rafael Ramírez
En la obra Goethe encontramos el famoso pacto entre Fausto y Mefistófeles, en el cual se demuestra que un hombre es capaz de vender su alma al diablo a cambio de poder, pero queda atado a las cadenas que le impone la práctica obligada de la maldad.
Al igual que Fausto, el Presidente de la República, decidió pactar con el demonio que desató en el paro nacional en diciembre del año 2003, ante su frustración por el agotamiento de las reservas locales de gasolina y la paralización de las exportaciones petroleras. Desde entonces el Jefe de Estado ha extendido y profundizado la tragedia petrolera del país.
Para algunos veteranos de la industria petrolera la acción gubernamental que ha venido deteriorando progresivamente a PDVSA, se corresponde con un plan diseñado para desmantelar lo que para la Quinta República es un Estado dentro de un Estado. Una tesis que explicaría porqué se han tomado decisiones que han afectado la médula del negocio petrolero en Venezuela.
Según esta tesis, en 1999 se pensó que los propios petroleros se encargarían de poner incondicionalmente la caja negra al servicio de la revolución. Mandini, Ciavaldini y Lameda fracasaron en la misión de hacer entrar por el redil revolucionario a los petroleros.
La ruptura definitiva entre la revolución del presidente Chávez con el status petrolero se produjo en el año 2002 con la designación de un directorio radical, encabezado por Gastón Parra. De allí en adelante la guerra es abierta y sin cuartel. La acumulación de los ataques a la estabilidad laboral y la meritocracia, así como el manejo arbitrario del negocio petrolero, especialmente en lo que se refiere al convenio con Cuba, lanzó a los trabajadores a la calle.
Cualquiera puede alegar, en una defensa irracional de la política petrolera oficial, que la culpa del debilitamiento de PDVSA la tienen los trabajadores que se sumaron al paro. Sin embargo, cuatro años con inversiones mínimas, sumados a la erosión del capital humano y financierohan creado una nueva PDVSA, altamente ineficiente y que es incapaz de llevar con claridad sus cuentas.
La política petrolera del presidente Hugo Chávez presenta lamentables resultados como la caída de aproximadamente dos millones de barriles en el potencial de producción petrolera, el debilitamiento de Venezuela como proveedor confiable de energía, la desaparición de las fortalezas técnicas, el aumento de los costos, etcétera.
Ante esta realidad, no hay argumentos suficientes para explicar el reciente ejercicio de magia verbal del ministro de Energía y Minas, Rafael Ramírez, cuando anunció inversiones por 5 millardos de dólares, lo cual equivale a pensar que se inicia este año una frenética carrera para tratar de recuperar la capacidad de producción.
En sus declaraciones el ministro Ramírez no realizó ningún esfuerzo para especificar la fuente que proveerá tal cantidad de recursos. ¿Financiamiento externo?, difícil y costoso. ¿Recursos propios?, la voracidad fiscalno ha dejado casi nada en la caja petrolera. ¿Inversión privada?, ni un dólar se ha invertido bajo la nueva Ley de Hidrocarburos.
Además es un contrasentido anunciar tal nivel de inversiones cuando el Gobierno amenaza con intervenir el Banco Central de Venezuela para obtener un millardo de dólares que supuestamente se utilizarían para desarrollar la agricultura.
Como Fausto, el presidente Hugo Chávez Frías ha quedado atrapado en una tragedia, a pesar de que su Gobierno ha contado con una cantidad astronómica de petrodólares. La riqueza petrolera en manos de la revolución ha sido como la sal que se disuelve en agua, aunque hay que reconocer que la nueva PDVSA ha cumplido exitosamente la meta eliminar el Estado dentro del Estado, pero lo que ha quedado es la destrucción de la principal fuente de divisas del país.
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