Un acto de responsabilidad – La Gran Aldea
Antes de ayer concluyó el proceso de inscripción ante el CNE de los candidatos a las elecciones presidenciales de 2024. El día 21 de marzo, la candidata de la oposición, María Corina Machado, intentó inscribirse y su aspiración, y la de millones de venezolanos, quedó truncada. El órgano electoral ejecutó la inhabilitación que le impuso, sin el debido proceso ni derecho a la defensa, un ente administrativo.
No hubo argumento que cambiara la decisión del régimen. Su victoria contundente en las primarias y su popularidad, ratificada por todas las encuestadoras (menos Hinterlaces), la convertían en indeseable para los jerarcas de la unión cívico-militar que manda aquí.
Ante esa circunstancia, la propia María Corina se sacó de la manga un as que nadie esperaba, la doctora Corina Yoris, la sustituta perfecta. Académica reconocida, filósofa de larga trayectoria universitaria, con quienes los opositores se identificaron de manera instantánea, amor a primera vista.
En vez de una Corina, los venezolanos tenían dos. Parecía un milagro, pero por esas mismas razones, Maduro y su régimen tampoco la aceptaron. Esta vez, sin inhabilitaciones ni disimulos, recurrieron al “porque a mí me da la gana” del guapo criollo. El ambiente festivo que había generado el hallazgo de la doctora Yoris se empichó y una ola de indignación y rabia se apoderó de todos los espacios y almas.
Llegó el día 25 y el déjà vu de otras derrotas ante el muralla (china, en parte) de la dictadura fue colectivo. Los líderes de la Plataforma, María Corina y otros, los que debían producir una respuesta clara y sin equívocos posibles (se supone que producto de un escenario previsible, como era el caso), no lograron hacerlo.
No había otro nombre, otra figura, otro desconocido del mundo político como la doctora Yoris, o simplemente Maduro se negó a aceptarlos. Nadie ha contado todavía el cuento. Esperé hasta la declaración de prensa de María Corina para terminar la nota y, si algo me quedó claro, es que no hubo acuerdo.
Echaré mano de la ficción para asumir la peor hipótesis (ese método a los opositores de 25 años no nos falla. El cuento: Maduro llamó a la reunión, pidió que lo pusieran en el altavoz y con voz de “guapo y apoyao”, dijo: “Se los voy a decir clarito, si el candidato que escogen no es Manuel Rosales, olvídense de inscripción”.
Pudo o no haber sido así, pero es una ficción verosímil que, además, queda ratificada con la opinión expresada por muchos tuiteros hoy. Para muchos venezolanos opositores que prefieren esa X para expresarse, la racionalidad detrás del diktat de Maduro, radica en que Manuel Rosales es el candidato papaya, el único al que podría derrotar. Otros van más allá y, usualmente desde el anonimato, recurren a las (des)calificaciones de vendido, traidor, compinche, sumiso del chavismo y un largo etcétera.
De haber sucedido las cosas como en la ficción, es fácil imaginarse el debate que tuvo lugar, dondequiera que hubiesen estado reunidos, después de la llamada de Maduro.
Para seguir usando la ficción, en un momento determinado, entre once y media y doce de la noche, Rosales se levantó de su asiento, se fue a un lugar retirado donde ya le tenían una computadora lista y se inscribió en el CNE como candidato de su partido, UNT. Un acto de gran responsabilidad política: garantizarle una alternativa a los venezolanos que no consideran la abstención como una vía para llegar a alguna parte.
Hace un año, el 5 de abril de 2023, en mi columna de La Gran Aldea escribí una nota sobre Manuel Rosales. Las primarias estaban lejos y aunque María Corina comenzaba a evidenciar su fuerza, el liderazgo de Rosales, quizás por su posición institucional (gobernador del Zulia), parecía el de mayor peso.
Con él comenzó una serie de notas sobre los posibles aspirantes a la candidatura por la oposición. En ellas exaltaba las cualidades políticas meritorias de cada uno de ellos. El mensaje que aspiraba a transmitir era que cualquiera de ellos podía obtener la candidatura, porque frente a las elecciones presidenciales de 2024 lo fundamental sería (y es) contar con un candidato sólido. Capaz de aglutinar el mayor apoyo posible contra Nicolás Maduro y derrotarlo.
Tuvimos dos candidatas que, con la seguridad que se puede tener en una arena tan difícil como la política en Venezuela, podían hacerlo, pero ante una dictadura nada es seguro. Mucho menos ante una como esta, que no tiene apoyo popular y está sentada sobre las siempre incómodas e inestables bayonetas. Ahora sólo queda un candidato, Manuel Rosales. Ya él hizo lo que tenía que hacer, algo fundamental, por lo demás, para ganarle a Maduro: inscribirse como candidato ante el CNE, que es apenas la primera barrera. Vendrán otras, ya se verá cómo se superan.
De los venezolanos, si somos capaces de enfocarnos en lo positivo y lo fundamental en este momento histórico, dependerá que Rosales se convierta en ese candidato poderoso que se necesita, capaz de superar las trampas que le pongan en el camino y derrotar a Maduro.
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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