Relato secreto de cómo en el régimen de Maduro cambian las opiniones de la noche a la mañana sobre las elecciones presidenciales
Juan Carlos Zapata (ALN).- Nada es estable. Nada puede ser estable en el régimen de Maduro. No ha pasado un acontecimiento cuando ocurre otro. Lo que no pasa es el despeñadero. Es lo único que no es estable. Porque cambia de dirección. Y movimiento. Y velocidad. Hay un aspecto que sin embargo es constante. Y es la solución a la crisis. ¿Las elecciones presidenciales? ¿Siguen vigentes? Les cuento una experiencia muy cercana de unos empresarios con algunos jerarcas del régimen.
Sobre las elecciones, un día dicen sí; otro dicen no. No es que lo hagan de manera pública. Porque les cambia el humor. Y es que algunos jerarcas del régimen de Nicolás Maduro siempre están en lo mismo: solicitan consejos sobre si celebrar las elecciones presidenciales. Pero unas veces se les ve con disposición y otras veces no. O unas veces se emocionan hasta el punto de emocionar también a quien los ha recibido en su casa y a las horas, a las horas, cambia la historia. El punto es estable, la solución es estable. Los dirigentes no.
El relato que llega por tres vías diferentes es que esos jerarcas visitan a viejos dirigentes empresariales y políticos. Con ellos se reúnen en total secreto. Comienzan planteando los problemas comunes de la economía. De cómo mejorar esto y aquello. Después pasan a lo más concreto. Por ejemplo, el plan petrolero, cómo atraer la inversión extranjera, cómo quitarse de encima las sanciones impuestas por los Estados Unidos. Después de darle vueltas al mundo y al país, y mirar los detalles de la crisis, entran en el tema de las elecciones.
Pues para todo lo anterior, las elecciones presidenciales son la solución. ¿Quieres reconocimiento por la comunidad internacional? Elecciones, les dice el interlocutor de turno que puede ser un empresario de esos que nunca aparecen aunque conservan suficiente experiencia y peso, y hasta algo de credibilidad y confianza para que el jerarca chavista lo consulte. ¿Quieres que te suspendan las sanciones? Elecciones, ratifica otro personaje en otra sesión en la que se ha hablado de lo mismo. ¿Quieres crear confianza? Elecciones. No hay otra solución.
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Y se llegan a algunos detalles como que ustedes, los chavistas llevan toda la ventaja; controlan el Estado; tienen el PSUV, el partido mejor organizado; están unidos; pueden presentar un candidato único; aun con toda la crisis mantienen un 20% de fieles simpatizantes; tienen recursos y manejan mejor la información, la propaganda, son expertos en ello. En cambio miren a la oposición dividida, y se van a dividir aun más a la hora de escoger el candidato. Miren a la oposición desgastada. Porque nada desgasta más que estar en la oposición. ¿Quién dijo esto?
Entonces, y de repente, el jerarca acepta la recomendación, parece decidido. Sí, señala, no hay forma de salir de esto sino hay elecciones presidenciales. Y no hay forma de salir de esta crisis si no hay un nuevo pacto de convivencia política. Nos guste o no nos guste el Pacto de Punto Fijo. El viejo empresario o el interlocutor más joven, o quien haya sido, alegran la cara, y creen que ahora lo han logrado, que esta vez el gobierno y Nicolás Maduro, y Tareck El Aissami, y Cilia Flores, y Diosdado Cabello y los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez se inclinarán por las elecciones.
Esa impresión, supongamos, la tuvieron anoche, o antenoche. Y digamos que por no dejar, el viejo empresario -que más sabe el diablo por viejo que por sabio- marca el número de teléfono y pregunta: ¿Y bien, en qué ha quedado todo lo conversado? Sorpresa. El jerarca ya cambió de idea. Ya está en otro estado de ánimo. Ya no es optimista. Lo corroe el miedo. Tiene argumentos.
Caramba, que si la crisis. Que si la falta de alimentos. Que si tantos problemas. Todo eso atenta contra nosotros. Que nuestra gente se puede voltear. Nos van a dejar solos. Nos exponemos a una gran derrota.
El viejo empresario le imagina la cara al jerarca, que debe estar transformándose como la suya. O la del jerarca sigue teniendo el mismo rostro. O tal vez el viejo empresario también tenga el mismo rostro, y lo que siente lo siente muy adentro. Al principio es decepción. Pero después, terminada la llamada, se da cuenta de que está como en un Feliz Año. Hay abrazos. Hay buenos deseos. Cambia la hora. Comienza otro año. Y todo sigue igual.
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