La Escena Musical Ignorada de Venezuela: Un Movimiento Cultural Vibrante y Transformador
Cuando Venezuela hace titulares, casi siempre es por tumultos políticos o económicos. Las historias de desabastecimiento, represión, fraude electoral y migración masiva dominan la cobertura internacional, cuando es que hay alguna. Sin embargo, detrás de todo esto, el país alberga uno de los movimientos culturales más innovadores del mundo. Una escena musical que ha prosperado en la clandestinidad y en el extranjero, a la vez que sigue siendo en gran medida desconocida en su tierra natal.
En la vanguardia de este fenómeno se encuentra Alejandra Ghersi Rodríguez, más conocida como Arca. Productora, cantante y compositora nominada al Grammy, que sin duda se ha convertido en una de las fuerzas más respetadas e influyentes en la música experimental a nivel mundial. Ha colaborado con Björk, Lady Gaga, Frank Ocean, Kanye West, FKA twigs, Rosalía y muchos más, dejando una huella profunda en el sonido pop y rap contemporáneo. Es celebrada no solo por su producción que desafía géneros, sino también por su identidad queer sin disculpas que ha creado nuevos espacios para la representación trans y no binaria en la música mainstream.
También ha representado sus raíces venezolanas a lo largo de su carrera, con interpolaciones de música y lírica tradicionales venezolanas en canciones como “Tiro”, donde menciona varios Estados, simbolismo en sus visuales como la imagen de portada de su colaboración con Rosalía, en la que está de pie con la bandera, y críticas constantes al gobierno desde una perspectiva progresista. Sin embargo, a pesar de su aclamación en el extranjero, su peso cultural en el país es apenas reconocido.
Su carrera está ausente o tratada con una curiosidad distante por los medios independientes nacionales, y para muchos venezolanos, Arca sigue siendo un nombre susurrado en círculos nicho, no una referencia familiar.
Este caso no es único para Arca. Otros artistas venezolanos, como Safety Trance y DJ Babatr, enfrentan una contradicción similar: celebrados en el extranjero pero ignorados en casa en gran medida.
Una comunidad hambrienta de plataformas
Luis Garbán Valdeon, mejor conocido como Safety Trance, representa esta brecha vívidamente. En 2024 tuvo su primera presentación en Venezuela en 14 años. Compartió el escenario con Arca, DJ Babatr y otros en una sesión de Boiler Room en Caracas. Hablando de ello el año pasado, describió esa noche como una oportunidad eléctrica, rara para una escena local marginada de expresarse libremente.
El evento reunió a fans de todo el país. Aunque estos artistas podrían no ser reconocidos por el público general, tienen fans dedicados. Más que un concierto, los fans de Arca vieron la prueba viviente de que la música electrónica venezolana podría existir en su propio territorio. Sin embargo, tales eventos son la excepción, no la regla.
Safety Trance y Arca, que mezclan reggaetón, música de club y electrónica experimental, son una presencia regular en festivales y clubes estadounidenses y europeos. Espacios para la vida nocturna queer y alternativa existen cada semana en ciudades como Madrid, Buenos Aires o Nueva York. Pero estos son eventos culturales sísmicos en Caracas, casi subversivos en naturaleza, y a menudo pasados por alto incluso por los grupos liberales autodenominados de Venezuela.
¿Por qué tan callados?
Hay muchas razones para este silencio. Algunas tienen que ver con la política y la economía, como puedes intuir. En un país donde asegurar comida, salud o servicios públicos básicos es el pensamiento principal en la mente de todos, profundizar en expresiones artísticas emergentes que no siempre pueden florecer en casa se convierte en una práctica inusual. La pesadilla eterna de la crisis afecta a los movimientos culturales, incluyendo la música alternativa o la cultura queer, que son empujados a un lado. Las generaciones más jóvenes buscan oportunidades en otros lados más que nunca, y a medida que el espacio para los medios independientes se ha reducido masivamente, también lo ha hecho para periodistas, escritores y críticos que intentan resaltar a figuras como Arca y Safety Trance para audiencias nacionales.
Otra razón es el conservadurismo cultural. Muchos artistas como Arca tienen estéticas que son intencionadamente disruptivas, luchando contra normas tradicionales y representando una hiper queer, lo que para las élites tradicionales e incluso liberales se registra como incomprensible o demasiado radical.
Pedro Elías Corro, alias DJ Babatr, y el movimiento de raptor house enfrentan un problema diferente, pero relacionado. Es música que se dirige principalmente a los barrios, cuya cultura a menudo es estigmatizada por las clases media y alta. Para ellos, «popular» a menudo es sinónimo de «vulgar». La música de raptor house sigue siendo parte de la vida de muchos venezolanos, aunque recibe poca validación como género musical.
Si los venezolanos siguen siendo reacios a abrazar la disruptividad, ya sea que eso sea queer, identidad de barrio o algo más, nuestra cultura será olvidada ante nuestros ojos.
Algo similar pasó con el mayor rapero de Venezuela. Canserbero es un héroe de culto en el hip hop español y alabado por toda América Latina y España, pero su estatus sigue siendo no reconocido por muchas personas en Venezuela. Diez años después de ser asesinado notoríamente, Canserbero debería ser un ícono cultural en su tierra natal. Pero ese no es el caso.
Entonces, ¿cuál es la raíz de este problema: el tipo de música, las estéticas o las comunidades que representan? En general, es todo esto. Si los venezolanos siguen siendo reacios a abrazar la disruptividad, ya sea queer, identidad de barrio o algo más, nuestra cultura será olvidada ante nuestros ojos.
Aun así, incluso sin el constante apoyo del país, estos músicos están remodelando la música globalmente. La influencia de Arca se puede escuchar no solo en el trabajo de sus colaboradores, sino también en la aparición de una nueva generación de artistas alternativos de todo el mundo. Safety Trance ha contribuido a la reinvención del reggaetón, fusionándolo con texturas industriales, resonando en clubes europeos y norteamericanos. Y DJ Babatr y Raptor House, así como Canserbero y el movimiento de rap, sacudieron las favelas venezolanas y grupos de todo el mundo, dando a muchos un nuevo lenguaje sonoro.
Su impacto colectivo es inmensurable. Han ampliado los límites de la música latina, mezclando sonidos experimentales, disruptivos y de vanguardia. Sin embargo, en Venezuela, apenas es reconocido como parte de nuestro patrimonio cultural.
Aunque el concierto de Arca en la Concha Acústica y el Boiler Room fueron eventos masivos, la cobertura mediática de los medios nacionales fue aún limitada, incluso inexistente para muchos fuera del colectivo underground y queer.
El camino hacia el reconocimiento
Venezuela es un país en el que el canon tradicional sigue dominado por el pop comercial y el reggaetón. Cualquier cosa que caiga fuera de estos géneros, incluyendo el rap y la música electrónica, es relegada a los márgenes. Con el consenso general sobre la música siendo muy estrecho, y la influencia de los medios tradicionales y estadounidenses de Venezuela, muchos evitan abrazar su cultura. Este rechazo crea una reacción negativa intergeneracional hacia cualquier cosa que tenga que ver con nuestro propio país, o incluso idioma.
Muchos países caen en el conservadurismo en tiempos de crisis. En Venezuela, esto ha causado que el arte y la música eviten completamente la innovación y la disrupción cultural. Además, fomenta la nostalgia y los sonidos mainstream. (p.ej. “Me Rehúso” de Danny Ocean).
Por otro lado, afecta la vitalidad del país. Al ignorar a Arca, Safety Trance, DJ Babatr y Canserbero, estamos perdiendo la oportunidad de reconocer la capacidad de Venezuela de contribuir a la conversación global sobre la música.
Lejos de ser irrelevante, la escena musical underground de Venezuela está entre los movimientos más dinámicos y resonantes a nivel global que han surgido de América Latina este siglo.
Aunque aún queda un largo camino por recorrer, aún hay esperanza de lograr un reconocimiento nacional para muchos de estos artistas, ya que la demanda ha continuado creciendo en los últimos años.
El Boiler Room y el concierto de Arca fueron evidencia de ese crecimiento. Mientras haya multitudes, mayormente jóvenes, que se reúnan para mostrar hambre de espacios donde puedan verse reflejados, estos movimientos se mantendrán vivos. Nutridos en pequeños clubes o grandes recintos, no dejarán de existir. Menos aún cuando la diáspora continúa alimentando el auge de la música venezolana en escenarios internacionales.
Pero para que Venezuela reconozca verdaderamente a sus artistas, sin importar su identidad, género o clase social, debe confrontar sus propios puntos ciegos. Mientras el prejuicio social que desestima o incluso ridiculiza nuestra propia cultura popular, la homofobia que silencia la expresión queer, y la inercia que evita la innovación permanezcan sin cambios, el país no reclamará el espectro completo de su legado cultural.
Lejos de ser irrelevante, la escena musical underground de Venezuela está entre los movimientos más dinámicos y resonantes a nivel global que han surgido de América Latina este siglo. Seguir ignorándola es negar una parte vital de la identidad del país y prevenir la evolución de nuestra propia cultura.



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