La conspiración interminable – La Gran Aldea
Los mismos que han develado miles de conspiraciones e intentos de magnicidio de los que nunca se ha visto la menor prueba, vienen de nuevo con el mismo cuento. Las fuerzas imperialistas mundiales (todos, menos los chinos y rusos, que como se sabe nunca han sido imperios), conspiran otra vez para poner su planta insolente sobre el sagrado suelo de la patria y, mayor crimen aun, atentar contra su amado presidente, Nicolás Maduro.
En esta oportunidad se trata de dos intentonas independientes entre sí, pero con el mismo objetivo. En la primera, el agresor fue el imperio español. Aunque no el de Felipe II o Carlos V, sino uno inspirado en el monólogo humorístico de Emilio Lovera sobre Bolívar. Por eso, en vez de dos gallegos jugando dominó, se trata de dos vascos. Gracias a la infinita capacidad de la seguridad e inteligencia régimen, ya esta invasión fue abortada y los dos gallegos, perdón, vascos, están presos, atados y bien atados.
Hay otra invasión, esta de tipo quirúrgico, patrocinada por el imperio habitual y su CIA. Esta operación está supuestamente integrada por cazadores de recompensas. Los pasquines correspondientes, como los de las películas vaqueras, fueron emitidos hace ya unos años, por el gobierno de Estados Unidos y son, por tanto, absolutamente legales en ese país. Los cazarrecompensas no habían movido ficha porque quieren más dinero por los buscados, Wanted, les dicen allá. Visto que el gobierno norteamericano no puede aumentar los montos ofrecidos, se les ocurrió una genialidad: abrir una cuenta bancaria para que los ciudadanos del mundo completen la cifra a la que aspiran.
Estos cuentos huelen a montaje cubano, en lo personal, no los creo. Que los crean aquellos que han hecho y siguen haciendo dinero con la nomenklatura chavista/madurista. Advertencia: los creerán y harán cualquier cosa por hacer que otros los crean, mientras haya real, eso sí. Que les crean el cuento esos fósiles ideológicos, auténticos fantasmas del pasado, que siguen delirando con que esto de Chávez y Maduro es una revolución socialista.
También los creerán aquellos cuya miseria los lleva a sufrir de un Síndrome de Estocolmo crónico; los más pobres que a cambio de unas bolsas de comida son leales a un régimen cuyos niveles de barbarie son de récord –ahí está el último informe de la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos, del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, de nuevo demoledor–.
A esos cuentos hay que desestimarlos porque muy probablemente sean parte de los delirios de una dictadura acorralada para aumentar la represión y sus abusos. Tienen toda la pinta de esas mentiras levantadas por el único a quien esas situaciones le convienen. Los venezolanos no están para aventuras como estas, cuyo único resultado posible sería hacer más duras las condiciones de vida en el país.
El pueblo de Venezuela ya escogió el 28 de julio pasado que su camino es el del cambio democrático. Esa fue la expresión de la soberanía popular y es lo que se quiere que Nicolás Maduro reconozca. Los venezolanos no quieren aventuras irresponsables. El único irresponsable en Venezuela ha sido Maduro quien, al no aceptar los resultados electorales, burlarse de la soberanía popular y cerrar las puertas a la salida electoral y pacífica que los venezolanos construyeron, se las abrió a una conspiración interminable, a la inestabilidad política y ruina económica.
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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