Estos son los miedos y las pesadillas que ha despertado el coronavirus en el mundo
Juan Carlos Zapata (ALN).- De todo se oye en medio de la crisis desatada por el coronavirus. Algunos incluso profetizan el fin del capitalismo. Los expertos y futurólogos andan desatados. También los autoritarismos. La pandemia ha dejado al descubierto los peores y también los mejores instintos. ¿Pero qué pasará después que pase?
Aquí recogemos algunos de los conceptos más repetidos en estos últimos días. Hay de todo. Y hay mucho más. Porque la crisis del coronavirus ha dejado todo un rosario de sentencias, malos y buenos propósitos. Hay quienes han afirmado que el mundo será mejor, que la gente será más solidaria. En las crisis por lo general se dice algo parecido. Y el mundo vuelve a ser el mismo. Se cometen los mismos errores. Y se llega a otra crisis en la que se oyen cosas nuevas y cosas dichas y conocidas. Pero la crisis del coronavirus no parece ser igual. No es una crisis financiera. Es más que eso. ¿Qué puede suceder? Veamos algunos de los aspectos más repetidos en estas últimas semanas.
El mundo ya no puede depender de China para la fabricación de insumos sanitarios como las mascarillas.
Los países y las empresas buscarán opciones para no depender exclusivamente de las fábricas chinas.
El sistema chino queda todavía más cuestionado por haber escondido y manipulado la información.
Queda claro que China no respeta las reglas.
En los Estados autoritarios como China la gente se ha habituado a no rebelarse.
Queda claro que no hay un liderazgo mundial. No es líder Estados Unidos. No lo es Donald Trump. Tampoco el G-20 ni Europa.
La falta de liderazgo hace que el mundo enfrente la crisis sin coordinación.
La pandemia ha puesto a prueba los valores de la democracia y la solidaridad internacional.
Los líderes mundiales y los líderes en cada país saldrán cuestionados, salvo excepciones, tal vez Alemania.
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Provocará cambios políticos de envergadura a nivel global.
Pero va a aumentar la reputación de los expertos, científicos y especialistas.
El colapso deja al descubierto la debilidad de los sistemas sanitarios de los países ricos.
El mundo puede evaluar la respuesta del liderazgo populista de derecha o izquierda ante una crisis de esta dimensión.
O el provecho que han sacado algunos dirigentes para tomar medidas de afianzamiento en el poder.
Se pone sobre la balanza el manejo de la emergencia sanitaria con los temas de seguridad y libertad individual.
Los Estados tienen la excusa perfecta para instrumentar sistemas de espionaje biométrico.
La sociedad estará sujeta a medidas de mayor control.
La gente está dispuesta a cambiar libertad por seguridad.
Pero en algunos escenarios se dará una dura pelea por la seguridad individual.
El miedo se confirma como un instrumento de control, aun en Estados democráticos.
Los autoritarismos ganan terreno porque el autoritarismo también se hace viral.
Los autoritarismos tienen respuestas más rápidas.
Aunque las democracias son más lentas a la hora de reaccionar, en el mediano y largo plazo son más eficientes en la gestión.
El Estado saldrá fortalecido.
La empresa privada más debilitada en el corto plazo.
El sector público tendrá un papel determinante en y después de la crisis.
Viene un largo periodo de incertidumbre.
El discurso de alerta sobre el cambio climático puede resultar favorecido, pues se relaciona el virus con el deterioro de la biodiversidad.
Queda entredicho una vez más el modelo de producción y consumo.
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¿Es el fin del capitalismo?, se preguntan algunos profetas más apocalípticos.
Cambia el discurso económico. Cambia hasta la ortodoxia en organismos como el FMI y el Banco Mundial.
Esto se traduce en más gasto, ayuda a las familias, a los más vulnerables.
Si bien la defensa de la vida es la prioridad, la defensa de la actividad productiva es clave para evitar la pandemia económica y financiera.
De allí que se habla de que a tiempos extraordinarios medidas extraordinarias.
Porque la crisis es global, y como global, nadie queda a salvo.
Las redes sociales van a ser más vigiladas debido a la desinformación desatada en ellas.
Se impondrán límites a los viajeros, lo cual supone que la libertad de movilización dependerá de acuerdos a los que arriben los países.
Se supone un retroceso en la globalización.
Siempre habrá un cisne negro acechando en el escenario mundial.
¿Y siempre estarán desconcertados, sin rumbo, los dirigentes?
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