En Venezuela ahora manda el euro (II)
El euro comenzó a ganar terreno como tasa de cambio referencial en un contexto de alta inflación y de creciente devaluación en Venezuela. Varios comercios optaron por cobrar a sus clientes al precio de la moneda europea por ser más alto que la cotización del dólar, como una medida para «no perder» dinero. Lo mismo piensa el gobierno que prefiere cobrar las multas al tipo de cambio bolívar-euro. Mientras los ciudadanos llevan las de perder y aseguran que esta práctica complica aún más su poder adquisitivo. En este segundo texto del seriado «Érase una vez…» se recuerda cómo los venezolanos pasaron de tener un orgullo nacionalista hacia el bolívar a preferir otras monedas que le aporten valor
En Venezuela, el bolívar perdió fuerza como pilar de la economía. Aunque la dolarización informal que comenzó en 2019 marcó un antes y un después en la vida de los ciudadanos, en los últimos meses, el euro tomó protagonismo como referencia para fijar precios y hasta calcular multas e impuestos, lo que ocasionó un cambio en la dinámica económica del país.
La razón principal es la marcada brecha entre la tasa de cambio bolívar-dólar oficial y el paralelo, que para el martes 10 de diciembre alcanzaba 19% o una diferencia de 9,08 bolívares por dólar. Para esta fecha, la paridad cambiaria del Banco Central de Venezuela (BCV) cerró en 48,86 bolívares por dólar, mientras que el paralelo fue de 57,94 Bs/$, de acuerdo a portales como Monitor Dólar.
En este contexto, muchos comercios comenzaron a utilizar el euro como referencia para fijar precios, en un intento por sortear la incertidumbre cambiaria. El valor del euro en el BCV es muy cercano al del dólar paralelo y el martes 10 se encontraba en Bs 51,66. Al utilizar este tipo de cambio, los empresarios esperan evitar las pérdidas derivadas del diferencial cambiario, y lograr una «solución intermedia» para contrarrestar la devaluación del bolívar.
Gustavo Valecillos, presidente de Consecomercio, el principal gremio que agrupa a los comerciantes del país, explicó que los negocios ajustan sus precios con esta estrategia para equilibrar la carga en vísperas de los meses de mayor actividad comercial, como noviembre y diciembre. Otros decidieron calcular sus precios directamente en bolívares, haciendo ajustes diarios con respecto al alza del dólar oficial.
Por su parte, Fausto Romero, coordinador sectorial de este gremio empresarial, sostuvo que esta medida es completamente legal, siempre y cuando los comerciantes cobren a sus clientes según la tasa oficial del euro fijada por el BCV.
Pero María González, una ciudadana que trabaja en la urbanización Sabana Grande en Caracas, no lo ve así tan sencillo. Comentó que recientemente fue a un comercio con una lista de compras y la tarjeta de débito no le pasó, por una diferencia de más de 100 bolívares. El cálculo que había hecho no le cuadraba, hasta que cayó en cuenta de la situación.
«Hay negocios que dicen que trabajan con la tasa oficial del BCV, pero después te das cuenta de que el monto cobrado es en euros y no en dólares. Al final, terminas pagando mucho más, porque a nosotros cuando nos pagan a tasa BCV es al monto del dólar, y uno busca gastar ese dinero en lugares donde cobren a BCV también, pero esa diferencia descuadra el presupuesto que uno tenía pensado destinar a las compras», declaró.
Hasta la fecha, a las autoridades financieras y monetarias se les fue de la mano la cierta estabilidad que tuvo el mercado cambiario entre 2022 y parte del 2024. Mientras el tipo de cambio paralelo sigue en alza, el oficial intenta alcanzarlo, sin éxito.
En la economía venezolana tradicionalmente el valor del dólar ha sido la referencia para marcar los precios de los bienes y servicios, especialmente desde la dolarización de facto que comenzó en el año 2019 con el mega apagón que dejó sin servicio de electricidad por casi una semana a casi todo el país. La constante y alta devaluación del bolívar, además, contribuyó al uso cada vez más de divisas en efectivo, tanto en dólares, como euros y hasta pesos colombianos en regiones de la frontera.
«Recuerdo, por supuesto, antes de que el chavismo llegara al poder en el 2000 y antes de la devaluación con el llamado ´viernes negro’ durante el gobierno de Luis Herrera Campins, que los venezolanos disfrutaron de una tasa de cambio bolívar-dólar bien favorable. Nunca se olvida la expresión del ´Ta´barato, dame dos´ de los venezolanos cuando iban de turismo a otros países como Estados Unidos. Épocas que parece no volevrán», destacó Omar Sotomayor de 72 años, habitante de Caracas.
El economista Hermes Pérez explicó que la pérdida del valor referencial del bolívar se consolidó cuando el BCV permitió las operaciones en mesas de cambio, en un contexto donde la inflación alcanzó un pico de 9.500% en 2019, lo que hizo insostenible el uso del bolívar como moneda funcional. Según Pérez, el bolívar perdió sus tres principales funciones: unidad de cuenta, reserva de valor y medio de cambio.
“La gente simplemente no podía utilizar una moneda que se devaluaba tan rápidamente. Como reserva de valor, el bolívar dejó de ser útil, y como medio de pago su uso disminuyó drásticamente”, señaló. Ante esta situación, la población y las empresas adoptaron otros tipos de cambio como refugio, lo que facilitó las transacciones y aportó cierta estabilidad en medio de una economía desbordada por la hiperinflación”, comentó.
Por esa razón, sostuvo que la transición hacia el euro como referencia para los precios en Venezuela responde a una solución momentánea frente a una problemática de raíz: la elevada inflación en comparación con sus principales socios comerciales.
Esto lo conoce bien el gobierno venezolano que ejecutó medidas para proteger al Fisco y obtener así mayores recursos en bolívares para financiar su gasto. La Ley Orgánica de Coordinación y Armonización de las Potestades Tributarias de los Estados y Municipios decretada en 2023 buscó unificar los criterios impositivos en todo el país. De acuerdo con la ordenanza, los tributos deben ajustarse a la moneda de mayor valor en circulación dentro del territorio nacional. Así, el euro también tomó el lugar del dólar como unidad de referencia en los pagos de multas y tributos.
El economista enfatizó que para resolver de fondo esta situación, es necesario controlar la inflación, logrando niveles iguales o inferiores a los de los principales socios comerciales. Mientras esto no ocurra, adoptar estrategias como la referencia al euro no resolverá el problema estructural.
“La elevada inflación sigue erosionando el poder de compra, independientemente de que se utilicen dólares o euros como referencia. Para poder hablar de estabilidad cambiaria, debemos resolver el problema inflacionario, que responde a la emisión excesiva de dinero en el país. Para tener inflación baja debemos reducir la cantidad de dinero y luego de esto podemos tratar de mantener un tipo de cambio anclado. No antes”, destacó.
Aunque la inflación se desaceleró en los últimos años (de 2.960% en 2020 a 43% en 2024, según cifras oficiales), sigue siendo muy elevada en comparación con las de países de la región y economías desarrolladas. Por ejemplo, países como Colombia y Brasil registran tasas inflacionarias cercanas al 5%, mientras que en Estados Unidos y Europa rondan 2%.
Este problema, agregó, no es nuevo en la economía venezolana, que desde 1983 ha experimentado desequilibrios similares al intentar mantener un tipo de cambio fijo o casi fijo, a pesar de enfrentar tasas de inflación mucho más altas que sus socios comerciales.
“Desde 1983, hemos visto intentos de mantener un tipo de cambio fijo o semi fijo, pero siempre terminan siendo insostenibles debido a los desequilibrios macroeconómicos internos, que incluyen una inflación significativamente más alta que la de nuestros principales socios comerciales”, añadió.
Efectos sobre la confianza
La estabilidad relativa que se había observado a principios de 2024 comenzó a deteriorarse a partir del último trimestre del año, por lo que la variación del tipo de cambio oficial impactó en la confianza de los consumidores y de las empresas en Venezuela.
Entre enero y septiembre de este año, la tasa cambiaria registró una variación promedio mensual de 1,5%, lo que daba cierta sensación de estabilidad. Sin embargo, en octubre, el precio del dólar aumentó 15%, y en los primeros 11 días de noviembre ya había subido 18%.
La volatilidad cambiaria también encarece los costos de los bienes y servicios, disminuyendo el poder adquisitivo y aumentando los riesgos para los negocios. «Estos cambios abruptos reducen la esperanza de mantener un tipo de cambio estable y anclado en el tiempo, lo que afecta negativamente las expectativas económicas de los actores del mercado», afirmó Hermes Pérez.
La diferencia entre la inflación (51%) y la variación del tipo de cambio (21%), hace que la brecha cambiaria crezca y atenta contra la estabilidad del mercado. Tarde o temprano, se debería ajustar la tasa que a juicio de muchos economistas se encuentra por debajo de su paridad de equilibrio para eliminar las distorsiones que se observan en la economía.
TalCual consultó a varios comerciantes sobre su posición al respecto y estas fueron algunas impresiones: los buhoneros o comerciantes informales intentaron aplicar el cobro en euros, pero no tuvieron éxito en la relación con los clientes.
«Cobrar en euros nos pone en una posición difícil con los clientes, porque la confusión con las tasas genera problemas. Aunque lo hiciéramos para protegernos de la inflación, terminamos perdiendo ventas porque la gente no puede pagar esos montos y van a preferir ir a un local que sí mantenga la tasa del dólar», comentó Alejandro Torres, encargado de un mercado informal.
Yenny Márquez, dueña de una tienda de postres en el este de Caracas compartió una opinión similar. «La idea de cobrar en euros suena bien para protegernos de la devaluación, pero no es práctica. La mayoría de los clientes ya tenía problemas con la implementación del IGTF (Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras) en transacciones pequeñas, ahora cobrar a tasa de euro puede ocasionar confusión si una persona paga en dólares en efectivo, pero se le cobre una tasa más alta. Además, nos arriesgamos a que nos acusen de especular, aunque lo que buscamos es mantenernos a flote», comentó.
Por otro lado, Luis Romero, trabajador de un local de comida en La Hoyada, al centro de la capital, entiende que cobrar en euros puede ser una forma de protegerse contra la devaluación, especialmente cuando el bolívar pierde valor tan rápido, pero no lo implementaría en su negocio.
«Es frustrante el tema del manejo con los proveedores, pero también hay personas que entienden que es un reflejo de la inestabilidad económica que vivimos. Aquí buscamos maneras de no afectar tanto a quienes viven con ingresos en bolívares», precisó Romero.
Al respecto, Hermes Pérez aclaró que el hecho de tener un tipo de cambio casi fijo facilita la planificación económica y da cierta idea de estabilidad desde el punto de vista de la incertidumbre, que en teoría, podrían mejorar la toma de decisiones tanto a nivel familiar como empresarial, lo que otorga un elemento de previsibilidad en una economía caracterizada por altos niveles de volatilidad.
Pero el contexto económico venezolano, dificulta la sostenibilidad de este esquema a mediano plazo. «En presencia de ingresos externos que no son significativos y de una inflación interna que supera la externa, mantener una paridad fija resulta muy costoso», indicó.
En este sentido, recordó que Venezuela actualmente produce cerca de un millón de barriles diarios de petróleo, muy por debajo de los tres millones de barriles diarios que se alcanzaban en el pasado, lo que limita severamente los ingresos en divisas, principal sustento de la economía nacional.
Con la dolarización de la economía venezolana, también llegaron los pagos con divisas en efectivo. Fue tanto el auge con el uso de monedas distintas al bolívar para pagar, que al gobierno de Nicolás Maduro no le quedó otra que permitir esta práctica para aliviar la economía de la escasez. Un estudio de Ecoanalítica detalla que 75,3% de los pagos se hacen aún en bolívares (aunque la mayoría en transacciones electrónicas), 16% en dólares, 3,7% en pesos colombianos, 3,1% en euros y 1,8% en cripto. Aunque no es tan común como el dólar, la moneda europea también pasa de mano en mano en el país.
*Lea también: Cómo se destruyó el sistema de crédito en Venezuela (I)
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