El impacto geopolítico de Cuba en la revolución comunista de Latinoamérica: un análisis histórico y contemporáneo
De entre todos los conflictos de la Guerra Fría, la crisis de los misiles de Cuba fue su punto más crítico. En tan solo dos semanas se hizo evidente la última etapa de un acelerado efecto dominó que se había venido desarrollando desde hacía un año atrás. Fueron largas semanas en las que el mundo observó en silencio, esperando el desenlace de lo que pudo haber sido un punto de no retorno antes de una guerra nuclear.
La forma en la que se desarrolló y concluyó la crisis dejó entrever muchas de las situaciones sociopolíticas propias de la realidad contemporánea. Entre ellas, el importante papel que jugó la República de Cuba en el escenario político internacional. Resultó sorprendente que, en tan solo un año, el país se convirtiera en el principal protagonista de uno de los episodios más tensos de la Guerra Fría debido a su cercanía con las costas estadounidenses. Sin embargo, el papel de Cuba no terminó allí, sino que tuvo importantes implicaciones políticas en el continente.
Aunque la Unión Soviética y Estados Unidos llegaron a un acuerdo que puso fin a las actividades militares soviéticas en Cuba, la relación entre la isla y la URSS continuó. Para Blanca Torres, profesora, analista e investigadora de El Colegio de México, en “el proceso de integración político-ideológica de Cuba al campo socialista, dos son los aspectos que aparecen como más importantes. Uno es la concepción que cubanos y soviéticos tenian sobre el carácter de la Revolución y el gobierno cubanos; el otro, la posición de ambos en política internacional”.
En este sentido, Cuba se benefició al sostener una alianza con Oriente porque obtuvo protección ante los supuestos intentos de “invasión” de los Estados Unidos. Por otra parte, los soviéticos validaban el gobierno que impuso Fidel Castro tras la Revolución Cubana porque este podía compartir y promover sus ideales en Occidente. Para el gobierno comunista fue una estrategia geopolítica ventajosa.
Para enero de 1959, el nuevo líder revolucionario de Cuba buscaba fortalecer sus alianzas políticas y estratégicas, siendo Venezuela el primer país al que se dirige. Su objetivo era mantener una reunión con el entonces presidente Rómulo Betancourt, buscando “urdir una alianza revolucionaria entre los dos países que pudiera generar un polo de enfrentamiento con los Estados Unidos”, como señala el Doctor en Historia y Profesor de la Universidad de La Laguna, Ángel Dámaso Luis León, en su artículo Un modelo cubano en Venezuela: el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Esto supondría el envío de barriles de petróleo producidos en el país directamente hacia Cuba, pero Fidel se encontró con la negativa de Betancourt.
Sin embargo, las juventudes venezolanas veían en Castro un líder fuerte cuya hazaña en La Habana era considerada heroica y, para ellos, constituía una verdadera revolución por la liberación de todo un pueblo. Los estudiantes deseaban reformas radicales en su país y simpatizaban más con el estilo y la visión de Castro que con la de Rómulo Betancourt. La negativa de Betancourt sobre una alianza entre ambos países generó un descontento no solo para el líder cubano, sino también entre los más jóvenes de Venezuela. Para 1960, el conflicto en el país había llevado a la disolución de partidos políticos, pero los disidentes pronto se agruparon en un nuevo partido: Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
Los miembros de este partido eran jóvenes y estudiantes que estaban en desacuerdo con las políticas de Betancourt. Rápidamente se convirtieron en activistas y las protestas pronto se volvieron habituales y poco pacíficas, lo que dio lugar a las represiones inflexibles de las fuerzas policiales. Al no obtener los resultados que deseaban, optaron por seguir el modelo castrista y tomaron las armas, intentando dar un golpe de Estado desde las montañas, lo que resultó en un intento fallido. A falta de resultados, como sugiere Luis Ángel, el próximo paso no fue otro sino “asumir como propio el exitoso modelo cubano para alcanzar el poder: la guerra de guerrillas”.
Durante este proceso Castro tuvo una profunda influencia dentro de las filas guerrilleras. Ya no solo alimentaba sus inclinaciones ideológicas con discursos sobre heroísmo y libertad, sino que su gobierno asistió a los revolucionarios en Venezuela durante años, brindando no solo apoyo internacional y moral, sino también el financiamiento de la lucha. Cercanos en cuanto a objetivos y visiones del futuro, el castrismo incentivaba a los jóvenes venezolanos -convencidos del ideal que perseguían- que el camino era la expansión del socialismo como el modelo político que permitiría a todos los pueblos ser libres, por lo que “el régimen cubano no dudó ni escatimó en invertir horas, pesos y vidas humanas”.
La aparente lucha victoriosa que se libraba en Venezuela en nombre de la libertad no hacía sino validar la postura de Fidel ante muchos países e idealistas que también creían que el modelo cubano era glorioso. Desafortunadamente, al final resultó ser una lucha infructífera. Mientras los guerrilleros se adentraban en las montañas del país, la urbe iba creciendo y desarrollándose. Para 1966 la resistencia de la guerrilla había disminuido significativamente, dejando tras de sí muchos años de violencia y muertes. Para este periodo el apoyo cubano se iba desvaneciendo lentamente, no solo en Venezuela, sino en toda Latinoamérica.
Con el regreso a la normalidad intentaron ingresar al juego democrático, pero su tiempo había pasado, las siglas languidecieron y perdieron importancia con respecto a las nuevas pertenecientes a una izquierda renovada. Para quienes formaron parte de las filas guerrilleras, fueron años perdidos por una lucha que acabó por difuminarse. El modelo revolucionario de Cuba no resultó ser el camino adecuado para la consolidación de una nación fuerte y libre, por lo que “hoy, a veinte años de la Revolución bolivariana, Venezuela se encuentra en una crisis de su modelo de populismo petrolero crecientemente autoritario” como afirma Haroldo Dilla, sociólogo e historiador cubano. A la afirmación anterior se le añaden las investigaciones del Real Instituto Elcano, las cuales revelan que políticamente en el país se profundizan las tendencias iliberales y autoritarias, convirtiéndose en una dictadura sin elecciones justas, transparentes e igualitarias, bajo el actual mandato de Nicolás Maduro.
Aunque aparentaban tener intenciones nobles, la verdad es otra: la revolución socialista ha tenido efectos colaterales muy severos para la región. Lo que comenzó como una promesa de un futuro deslumbrante ha quedado reducido a cenizas y un porvenir incierto. De acuerdo con el medio venezolano El Nacional, la revolución bolivariana “es un anacronismo gigantesco, un menjurje ideológico de imposible precisión, un ejercicio verbal permanente de costos sin beneficios. Su más probable destino será acompañar la extinción de la cubana en los mismos funerales históricos…”.



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