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Del líder y del consenso

Del líder y del consenso

Escribo estas líneas inspirado por un repaso reciente sobre la vida de Gandhi, producto de una película sobre su gesta en la India, donde queda muy claro el liderazgo que supo ejercer y que lo llevó a alcanzar su objetivo principal: liberar a su país de los ingleses, pero revela también que no pudo lograr un consenso sobre lo que sería la India, una vez obtenida la independencia de Inglaterra, porque, si bien su presencia y su visión fueron vitales para el destino de ese país en aquellos cruciales momentos, no pudo conseguir el consenso para evitar el deslinde de Pakistán. 

Una lección que se puede extraer de esta experiencia es que ambas categorías, liderazgo y consenso deben fusionarse en algún grado, en un buen balance, se podría decir para que el uno apoye el otro.

Aquel resultado nos hace pensar en que hay que hallar una ecuación de equilibrio significativa entre la construcción de un liderazgo sólido y persistente, basado en el uso de la intuición y del instinto, y la necesidad de un consenso fundado en una adecuada interpretación de la realidad, que permita identificar cuál de los dos debe privilegiarse en un determinado tiempo y oportunidad. Pero este equilibrio, es tarea nada sencilla como lo ilustra Kissinger en su conocido ensayo sobre el liderazgo.

Liderazgo

Dice el afamado político y escritor en el prólogo de su libro que las características del líder y el tiempo que le toca vivir esbozan una trayectoria que es digna de traer a colación porque de ello depende el éxito de lo que se ha propuesto. Dice Kissinger en “Los ejes del liderazgo”: 

“Cualquier sociedad, con independencia de cuál sea su sistema político, se encuentra en un tránsito perpetuo entre un pasado que conforma su memoria y una visión del futuro que inspira su evolución (…) En ese recorrido, el liderazgo es indispensable: hay que tomar decisiones, ganarse la confianza, mantener las promesas, proponer una forma de avanzar”.

Para luego afirmar: 

“Los líderes piensan y actúan en la intersección de dos ejes:el primero, entre el pasado y el futuro; el segundo, entre losvalores perdurables y las aspiraciones de aquellos a los que lideran (…) Es esta comprensión intuitiva de la dirección que debe seguirse la que permite a los líderes fijar objetivos y establecer una estrategia (…) Para que las estrategias inspiren a la sociedad, los líderes tienen que ser didácticos: comunicar los objetivos, mitigar las dudas y movilizar apoyos”.

Estamos conscientes de que Kisinger no es la única fuente a consultar sobre el tema, pero los conceptos que nos ofrece dan lo suficiente para intentar una interpretación del momento que vive nuestro país, donde y cuando ambas categorías, liderazgo y consenso son, no solamente  necesarias, sino indispensables para encontrar una ruta sostenible y duradera a Venezuela compartida por todos los venezolanos.

Aquí, la “intuición”, el “análisis de la realidad”, la “intersección de los ejes pasado y futuro”, la “comunicación” y el “movilizar apoyos” conforman la nada sencilla ecuación de lo que debe intentar quien lidere un proceso de transformación como el que exige Venezuela.

Su capacidad para identificar ambas “fuerzas” en el momento oportuno es clave para lograr resultados en ambos frentes.

Liderazgo y consenso en Venezuela

Algunos ejemplos nos ayudan a identificar si ese equilibrio se obtuvo en nuestro país. Rómulo Betancourt, José Antonio Páez, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera nos muestran que los resultados pueden ser diferentes.

Carlos Andrés ilustra una conducta similar al “líder puro” que se fundamenta en una conducta reiterativa. La primera, del liderazgo que le otorgan los inesperados y sorpresivos recursos que ingresaron al país en el comienzo de su primer gobierno. La figura del líder, sumada a la bonanza petrolera, se impone sin necesidad de un consenso. 

La segunda, muy posteriormente, cuando los intentos de transformación que se experimentan a finales de los ochenta y principios de los noventa fracasan, precisamente porque interpretó que, con su solo liderazgo, bastaba para lograr aquellos objetivos. Nunca hubo ni intención, ni estrategia de consenso.  

Caldera representa en bastante lo que  calificamos como “liderazgo puro”, fundado otra vez en una percepción de que su liderazgo era más que suficiente para desarrollar las tareas que se propuso para Venezuela. Siendo quien contribuyó, al igual que Betancourt, en la fundación de la democracia y el consenso político que fue el Pacto de Puntofijo, lo fue dejando de la lado progresivamente para centrarse en su personal liderazgo, tanto que lo llevó a enfrentarse a las nuevas generaciones de su propio partido, COPEI, hasta que este desapareció del panorama político venezolano, al menos con la gran influencia que tuvo. No pudo, este “líder puro”, comprender la importancia del consenso a la hora de sustraer a Venezuela de la crisis en que en que estaba.

Chávez es, desde luego, el caso extremo de un “liderazgo puro” porque en muy buena forma suma las características de los dos primeros. De un lado, ese sentido carismático que tuvo su liderazgo y, del otro, la inmensa cantidad de recursos petroleros que le sustentaron su conducta, mientras duraron. Sumado a ello una ideología y una cultura de origen militar que invoca obediencias y lealtades hizo de su liderazgo la ruptura del consenso. El monólogo sustituyó al dialogo en Venezuela. No hubo jamás intención de consenso, al contrario el descenso fue su norma y conducta.  

Betancourt, a nuestro juicio, revela el caso contrario. Sin duda, fue el líder preminente de la consecución de la vía democrática después de la dictadura de Pérez Jiménez porque logró conjugar ambos roles: líder indiscutible, pero organizador, no único pero el más importante, del primer consenso político que registra Venezuela, debido a su capacidad para intuir el necesario pragmatismo y armar un consenso descansando en la captación de lo que era la Venezuela de esos tiempos. Esa que lo lleva a fundar el partido de los venezolanos, Acción Democrática, recorrer el país sumando a su  visión la tarea organizativa y el programa mínimo del consenso de Puntofijo.

Leoni. Reconocido quizás como el gobierno más pacífico que tuvo Venezuela, gracias principalmente a la iniciativa pacificadora frente al tema de la guerrilla, logra conducir al país con el apoyo del gobierno conocido como de “Amplia Base”, de alguna manera privilegiando el consenso sobre el liderazgo, si se nos permite la interpretación. 

Páez nos lleva a un ejemplo similar cuando este supuestamente tozudo llanero, generó un gran consenso a su alrededor con la creación de la “Sociedad de Amigos de Venezuela”,  con la que enfoca la reconstrucción de un país devastado por la guerra. 

Consenso desde el liderazgo

Los casos mencionados pretenden evaluar la importancia de ese equilibrio en estos delicados momentos que vive el país, porque el tamaño, el calibre, la profundidad de la situación venezolana, son de tal magnitud que no podemos confiar en que uno solo de esos dos “poderes” sea capaz de resolverla. En la Venezuela de hoy ellos son indisolubles, con un rasgo especial de que el consenso debe provenir del liderazgo, si la historia que contamos ha de servirnos de algo.

Estamos, entonces, hablando de un consenso que provenga, tal como fue el caso de Betancourt, del liderazgo que ha construido María Corina, que cuenta con un amplio respaldo popular y el de todos los partidos políticos democráticos, pero que, a nuestro juicio, le falta un soporte que podría garantizar un consenso de mayor amplitud y profundidad, uno con toda Venezuela.

Un gran consenso por Venezuela

Paola Alemán, en La Gran Aldea, hizo un llamado a construir los Acuerdos Políticos que garanticen una pacífica transición de poderes públicos, solicitud absolutamente loable para los momentos que vienen pero que, como hemos indicado, “la magnitud, el calibre y la profundidad” de la situación venezolana y la transformación que debemos enfrentar exige el concurso y el consenso de toda la Sociedad Civil Venezolana, que es la que ha sufrido todos los daños causados por el socialismo bolivariano. Al igual Ricardo Haussman nos acaba de recordar, en un reciente video, que el caso venezolano es el de una sociedad a la que “le confiscaron sus derechos económicos, sus derechos políticos y sus derechos civiles” y que podría intentar reclamarlos y recuperarlos. 

Nos permitimos, entonces, sugerir que la construcción de ese consenso provenga del liderazgo que representa y simboliza María Corina y que se capitalice en un Gran Consenso por Venezuela que involucre a toda la sociedad civil venezolana, representada en sus universidades, los gremios empresariales y profesionales, las asociaciones de vecinos, las vomunidades organizadas, las ONG constituidas y aquellas instituciones que tienen el rango mayor de reunir a los venezolanos en un credo, en una religión. La suma, pues, de toda Venezuela.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

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