¿Cuánto nos importa la democracia?
Es comprensible que, en las madrugadas, al empezar a clarear el día, podamos sentirnos aterrorizados cuando entendemos que nuestra frágil y cambiante Latinoamérica está amenazada por dos gigantes que entre ambos suman 26.805.203 kilómetros cuadrados. Dos enormes territorios que comparten una característica que puede aterrorizarnos aún más, estos dos países nunca han vivido en democracia. Rusia y China han tenido unas trayectorias históricas donde han predominado los poderes absolutos, la dominación del poder político ha sido concentrada, permanente, ha pasado de unas manos a otras, pero nunca ha sido la persona humana el eje de su constitución y el carácter de ciudadanos nunca ha dominado en esas atmósferas.
La historia de Rusia ha transcurrido desde los zares hasta Putin sin ningún o escasos momentos de libertad al estilo de la democracia liberal occidental. Desde nuestro mundo podemos interrogarnos sobre ese destino amargo que va desde Iván el Terrible y el zar Pedro I, Lenin y Stalin, o Putin en la actualidad. Parecen tan ferozmente despóticos y a la vez tan obsesionados con el Occidente, ¿al que se resisten y emulan a la vez? Para dar una respuesta significativa a estas interrogantes, es preciso desandar, conocer la formación del Estado ruso hasta sus inicios, en los albores del siglo XVI, cuando comenzaba a tomar forma el propio mundo moderno, hasta el país de Putin de hoy.
China viene de un sistema confuciano del poder total de un régimen que se abroga los derechos de regir la vida familiar y social hasta sus últimos confines. De allí el salto a la imposición de un régimen comunista con regulaciones y controles ejercidos en la sociedad total, no han existido grandes saltos hacia la libertad y a la consagración del poder del individuo al estilo de las democracias liberales. China y Rusia han sido naciones ubicadas en las antípodas del liberalismo durante su historia como sociedades.
Frente a estas dos potencias estamos, sociedades desconocedoras de los principios de libertad, ajenos a la democracia liberal pero cargados de la fuerza y ambición para dominarnos económica e ideológicamente.
Un acercamiento a la inmensidad de Rusia con sus 17.098.242 kilómetros cuadrados nos habla de su temible poder. Es, con diferencia, el país más grande del mundo. Más del doble que Brasil, representa una décima parte de la superficie terrestre del mundo, ocupa dos continentes diferentes, abarca 11 zonas horarias y limita con otros 14 países. Mucho territorio y poca gente. Además, tiene frontera en tres océanos (el Atlántico, el Pacífico y el Ártico) y alberga alrededor de 100.000 ríos. Y por último, aunque no menos importante, tiene estepas, cadenas montañosas, desiertos y animales de todo tipo: osos polares, tigres, osos pardos…
China, con 9.706.961 kilómetros cuadrados, es técnicamente, el cuarto país más grande del mundo, aunque si midiéramos solo la superficie del agua de cada país ocuparía el segundo (seguido de Estados Unidos y Canadá). Tiene frontera con 14 naciones y abarca cinco zonas horarias geográficas (aunque todo el país se rige por la de Beijing). También tiene un poco de todo, aunque un tercio está cubierto de montañas. El Monte Everest se encuentra en la frontera entre China y Nepal.
La democracia, ese invento de los atenienses, es un extraño sujeto ausente en estos dos gigantes que hoy despliegan sus garras para intentar penetrar en este mundo pleno de realismo mágico, lleno de contradicciones que representa la Latinoamérica de hoy.
Los noruegos con mucho tesón han convertido el estudio de la democracia como uno de sus intereses favoritos, la estudian, miden, comparan y nos enseñan cómo puede describirse su esencia fundamental. El enemigo designado de esta prodigiosa institución son las autocracias, el real opuesto de la democracia. Hoy existen más dictaduras que democracias liberales. Por primera vez en más de dos décadas, el mundo tiene más autocracias cerradas que democracias liberales. El 28% de la población, es decir, 2.2 billones de personas viven en autocracias cerradas. El 13 % de la población, 1 billón de personas, vive en democracias liberales.
La autocracia conlleva un aumento de la censura de los medios de comunicación y la represión de las organizaciones de la sociedad civil, disminuye la libertad académica en más de 25 países en proceso de autocratización. La libertad académica y cultural, así como la libertad de debate también figuran entre las principales instituciones atacadas por los autócratas. Desinformación, polarización y autocratización se constituyen en procesos dominantes que se retroalimentan contra la libertad como procesos que se refuerzan mutuamente. Por el contrario, los principales países en vías de democratización reducen sustancialmente la propagación de la desinformación y, en cierta medida, también la polarización.
La visión de Rusia y China, unidos tras la meta de dominar el mundo, tiene que asustarnos, no encontramos puntos compartidos. La democracia que aparece, se tambalea y renace periódicamente en Latinoamérica luce como una hormiga frente a estos poderes inmensos. En medio del insomnio que producen estas ideas podemos calibrar los peligros que nos acechan,que nos hace preguntarnos qué sentido de la vida podemos encontrar si perdemos la libertad, la capacidad de decidir como el gran poder humano, quizás esta enorme angustia es la que ha llevado a los noruegos a emprender esta prodigiosa tarea de propagar en el mundo la importancia de la democracia, un símil de la libertad y de la expansión del ser humano responsable.
Cuando desfilan frente a nuestros ojos las imágenes de Rusia y China, lo que estas dos potencias han consolidado como modelo de sociedad, podemos apreciar las diferencias en toda su magnitud. La que más conmueve es la ausencia que tiene el individuo y la familia en cada uno de ellos. Es muy llamativo como en Rusia el Estado sustituye estas dos entidades claves para los que creemos en la democracia.
En Rusia podemos vislumbrar cómo el Estado crece de forma absoluta, la familia es penetrada y regida desde el poder público. Son infinitas y poco conocidas la existencia de redes extendidas de hospicios, de centros de educación de la infancia que sustituyen la educación familiar. La vida familiar es regida por leyes estrictas, vigiladas por instituciones públicas con el poder total para intervenir y separar a los hijos de los padres y transferir la educación de la infancia a instituciones públicas donde priva la subordinación y la lealtad a la patria socialista como principio básico. Este quizás es uno de los puntos más sensibles, aun no teniendo la posibilidad de acceder a este tipo de información, sabemos que la sustitución de la familia por el Estado es una de las columnas más fuertes para la constitución de la Rusia socialista.
Si las potencias – autocracias- que lucen amenazantes por su afán de dominación ideológica nos están acechando es vital e importante conocer y difundir lo que representan como modelos políticos. El instituto V-Dem categoriza estas instituciones en dos ámbitos: autocracias cerradas y autocracias electorales .
Autocracia cerrada, caracterizada por la ausencia de elecciones multipartidistas para el poder ejecutivo, ausencia de componentes democráticos fundamentales , como libertad de expresión, de asociación y elecciones libres y justas.
Autocracia electoral, caracterizada por la insuficiencia de elecciones multipartidistas libres y la negación de la libertad de expresión, de asociación, y de elecciones libres y justas.
Frente a esta concentración del poder autocrático se define la democracia como la institución en la cual las elecciones multipartidistas para el poder ejecutivo son libres y justas con grados satisfactorios de sufragios, libertad de expresión y de asociación. La democracia liberal se define por el cumplimiento de requisitos de la democracia electoral, restricciones legislativas y judiciales al ejecutivo, junto con el Estado de Derecho que significa la protección de las libertades civiles y la igualdad ante la ley.
Frente a este panorama en el cual Venezuela califica como una autocracia cerrada es de suma importancia crear conciencia sobre la ruta que siguen los gobiernos autocráticos del mundo. En primer lugar, la lucha se traslada a una búsqueda del poder de la conciencia del individuo, lo cual genera la contradicción entre la negación de la importancia de la responsabilidad individual y la urgencia de aprisionar, encerrar entre barrotes la libertad de expresión y de comunicación como el primer obstáculo que deben vencer los regímenes aspirantes a ejercer como autocracias. No es casual que la institución más poderosa de control no sean solo las fuerzas policiales, la represión y la coacción personal sino sobre todo el exterminio de la libertad de comunicación. Este no es un factor más en el camino de la autocratización, es la clave para ejercer el control total, de allí que se pretenda imponer agendas electorales totalmente viciadas, que se arremeta drásticamente contra cualquier ente emisor de ideas libres, que se intente falsificar el juego democrático de los partidos libres, allanándolos y colocándolos en manos de servidores fieles de las ansias autocráticas. No nos cansamos de repetir la consigna del comunista italiano Antonio Gramsci: “Domina las escuelas y los medios de comunicación, lo demás viene solo”. De allí el importantísimo papel del Conatel en nuestro país, mayor quizás que el DGCIM y cualquier otro centro de represión.
Hace poco llegó a Venezuela un emisario de Putin, el ministro Serguéiv Lavrov ¿qué lo mueve a visitar estos confines del mundo?, ¿qué estrategia y modelos políticos están ofreciendo para asegurar la fidelidad de este país tropical al imperio ruso?. La posibilidad de que la presencia de estos imperios autocráticos contribuyan a cerrar los caminos de la libertad, la posibilidad de lograr unas elecciones transparentes y libres de represión se oscurece con la presencia de estos embajadores de las autocracias del mundo.
No es una exquisitez ni un prejuicio intelectualoide el reclamar estar consciente del significado histórico de la presencia de estos representantes de las autocracias históricas en nuestro país. Hay que abrir los ojos, podríamos quedarnos sin defensas frente a la imposición autocrática que postulan esos dos gigantes: Rusia y China. Aunque estas líneas puedan parecer ingenuas y faltas de realismo, recordemos: Nunca esos países han vivido en democracia.
“La democracia es la forma de constitución política que hace posible la adaptación del gobierno a los deseos de los gobernados sin luchas violentas. Si en un Estado democrático el gobierno ya no se lleva a cabo como lo haría la mayoría de la población, no es necesaria una guerra civil para poner en el cargo a quienes están dispuestos a trabajar para satisfacer a la mayoría. Mediante elecciones y acuerdos parlamentarios, el cambio de gobierno se ejecuta sin problemas y sin fricciones, violencia o derramamiento de sangre”. Ludwig von Mises.
La entrada ¿Cuánto nos importa la democracia? se publicó primero en La Gran Aldea.
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