Auge de las Esmeraldas Colombianas: Asia Aumenta Compras y Exportaciones Crecen Cuatro Veces para 2025
La exportación de la gema se ha cuadruplicado y países como Hong Kong, Tailandia y Japón están halando lventas que se proyectan para 2025 en más de USD 140 millones
El gusto por las gemas y el oro, así como la gran capacidad adquisitiva de los países asiáticos como Hong Kong, Tailandia y Japón, se ha hecho sentir con las esmeraldas colombianas, que mostraron un repunte en las exportaciones gracias a la influencia de ese continente.
En Colombia, solo se queda el 5 % de las piedras preciosas que se producen en las ricas zonas productoras, como son las minas de Boyacá y Cundinamarca, de donde igualmente salen las esmeraldas rumbo a Asia, pero también hacia Suiza y Estados Unidos, el primer gran comprador que alcanzó los USD 478,7 millones en la última década. Pero sin duda, Asia es el gran motor de crecimiento.
En las ventas, también pesa el músculo financiero en la producción. Los árabes de Fura Gems llegaron en 2018 a Coscuez, desde su sede en Dubái. Su CEO para Colombia, Dev Shetty, trajo experiencia de una década en la explotación de esmeraldas, rubíes y zafiros en África y Australia, que aplicó en el occidente de Boyacá con el propósito de modernizar y formalizar la extracción de las valiosas gemas.
Son empresas extranjeras las que se han quedado con la producción de esmeraldas
En junio de 2023, se anunciaron inversiones por USD 200 millones en cinco años para convertir Coscuez en la mina más grande del mundo, mientras busca fortalecer la visibilidad de la esmeralda colombiana en los mercados internacionales. Ya van siete subastas en Asia y Oriente Medio, con la subastadora inglesa Bonas, y las piedras que se comercializan en bruto son obtenidas en las 46 hectáreas en San Pablo de Borbur, Boyacá.
En Boyacá es donde se concentra el 88 % de la extracción nacional. De los 16 municipios productores, 14 están en ese departamento y solo dos en Cundinamarca.
Las tradicionales minas de esmeraldas Muzo han sido el epicentro de un cambio radical en la forma de producirlas, un proceso que comenzó hace 16 años con las Compañías Muzo Colombia, que opera la mina de Puerto Arturo con un modelo de minería diferente, cuyas esmeraldas se venden en las grandes joyerías.
En San Pablo de Borbur fue donde se encontró la segunda esmeralda más grande del mundo en 1999, recibida con el nombre de ‘Fura’. Según el sitio mencionado anteriormente, se trata de una joya colosal de 11.000 quilates y 2,2 kilogramos de peso; junto a ella estaba la piedra preciosa ‘Tena’ de 2.000 quilates.
En otros municipios, además de San Pablo de Borbur, también se extraen esmeraldas en Maripí, Quípama y Gachalá, con historia, conflicto y ahora modernización. Y aunque Zambia encabeza la producción mundial en volumen, las esmeraldas colombianas siguen siendo las más valoradas por su calidad y color.
Si bien la presencia de compañías con capacidad de inversión ha sido clave para la recuperación de la industria, se han generado tensiones con mineros artesanales que sienten pérdida de oportunidades.
El repunte de 2025 es especialmente significativo porque se da en medio de dificultades internas, como el reciente anuncio de Fura de solicitar a la Agencia Nacional de Minería la suspensión temporal de operaciones en Coscuez, donde emplea directamente a más de 500 personas, en su mayoría boyacenses, a razón de bloqueos, incursiones armadas y los efectos de la minería ilegal, que estarían afectando la operación de la compañía.
En medio de las dificultades, el repunte de las exportaciones colombianas de esmeraldas ha sido espectacular. Después de atravesar el hueco negro de la pandemia de 2020, que las dejó en USD 33,3 millones, han tenido un ascenso sostenido de tal manera que este año se multiplicarán por cuatro, hasta los USD 140 millones, y estarán cerca del récord de 2023 de USD 144,5 millones.
De confirmarse la meta de USD 140 millones en exportaciones en 2025, las esmeraldas se consolidarían como una de las joyas de su canasta exportadora no tradicional. Más allá de las tensiones sociales y los riesgos de la minería ilegal, que son tanto el talón de Aquiles como el gran desafío, la industria esmeraldera colombiana vive un nuevo auge, con una sólida demanda en Asia dispuesta a pagar por el brillo único de sus piedras verdes.
Algo similar se ha dado con la producción y la exportación del oro, con producciones excepcionales como la que se ha dado en la emblemática mina de Buriticá, cuya historia se remonta a la colonia y que el año pasado le reportó grandes ganancias a la empresa china Zijin Mining.
El oro colombiano tiene como uno de sus destinos el mundo árabe, que, igual que las esmeraldas, mantiene una producción que no se detiene.



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