Alicia Pietri de Caldera, la Primera Dama que «nunca desertó»
Mi relación con Alicia Pietri de Caldera comenzó siendo muy niño, en un pequeño pueblo de Mérida que no aparecía en el mapa de Venezuela: Chiguará.
En aquella época, para iniciar estudios en la provincia debías tener siete años cumplidos, porque los jardines de infancia eran cosas de la ciudad. Como mi cumpleaños es en diciembre, me retrasaba un año en los estudios y cuando todavía no cursaba el primer grado ya tenía un sueño, que era viajar en avión.
Ya sabía que los mejores estudiantes del único grupo escolar del pueblo habían ido al Plan Vacacional de doña Alicia. Entonces, le pregunté a un primo que había viajado. ¿Qué debo hacer para ir al Plan Vacacional? Y su respuesta fue: “Debes ser un buen alumno, sacar las mejores notas, y así irás al Plan Vacacional”.
De esa manera, Alicia Pietri de Caldera influyó en mi vida por primera vez. Mi primera meta de niño era ser un estudiante sobresaliente para viajar en avión, ese era mi objetivo principal. En segundo término, al lado de mis méritos académicos había que portarse bien para ser reconocido como una buena persona. Estaba sembrada la semilla del pensamiento de Alicia: “Un Ciudadano Digno en una Venezuela de Primera”.
Luego, a lo largo de mi vida, Alicia Pietri de Caldera, siempre estuvo presente. Primera Dama en dos oportunidades en las que realizó numerosos programas. En el tiempo transcurrido entre esos dos períodos no se quedó tranquila ante la realidad nacional. Al concluir la primera presidencia de su esposo, se lanzó, junto a un grupo de personalidades que confiaron en ella, a promover y concretar esa extraordinaria obra que ha sido el Museo de los Niños de Caracas, pionero de América Latina e inspirador de otros museos.
Mi admiración por ella fue creciendo a lo largo del tiempo al ver su actuación tan positiva, hasta el punto de haberse convertido en la inspiración de mi tesis en el postgrado de Historia de la Universidad Católica Andrés Bello. La tesis versa sobre “La Primera Dama como una institución social y política en la democracia venezolana” y fue en el discurrir de ese trabajo de investigación, que Andrés me hizo la propuesta de hacer este libro: Alicia Pietri de Caldera, Primera Dama.
Espero que éste sea el inicio de otros que resalten el papel que varias insignes venezolanas cumplieron en la reafirmación de la familia y en la protección de la niñez y la ancianidad en el país.
Como esposa del presidente Rafael Caldera, máximo líder de la Democracia Cristiana, Alicia jugó un papel de estar siempre a su lado, nunca detrás ni delante. Ella decía que no era una mujer política, sino la mujer de un político, y que había valiosas dirigentes políticas a las que respetaba y a las que les correspondía ese papel. Ella era una madre de seis hijos que eran el objeto de su mayor preocupación y atención, y acompañaba a su esposo en la lucha política, pero no participaba directamente. Admiraba y amaba profundamente a Rafael Caldera y, solidaria siempre con él, era a la vez su mayor “cable a tierra” en la intimidad. En una vida a veces llena de muchos sinsabores, “nunca desertó”, como lo aseveró Rafael Tomás en sus palabras al final de la misa conmemorativa del centenario de su nacimiento.
La posición más exigente del gobierno es la de Primera Dama. El cargo como tal no existe en la Constitución o alguna Ley. Tampoco es remunerado. La única gratificación es la satisfacción personal de servir, de ser útil al país.
En una reciente visita a La Casona, la otrora residencia presidencial, me incorporé a un grupo formado por alumnos de bachillerato. Se preguntaban cuáles eran las funciones de una Primera Dama. Algunas de las jóvenes saltaron diciendo jocosamente, “tomar café y té, levantando el meñique”. Me sorprendió constatar el desconocimiento que existe sobre el tema y por eso la importancia del libro que presentamos.
Alicia Pietri de Caldera, como Primera Dama, abrió La Casona al público. Colegios enteros y visitantes de todo tipo se registraban para acudir semanalmente a la visita guiada. Lo mismo intentó hacer con Miraflores, otorgándole a nuestro patrimonio nacional la importancia que debe tener en nuestro acervo.
Respetó y profundizó los programas que tenía ya en marcha su antecesora, Menca Fernández de Leoni, por quien tuvo siempre respeto y admiración, pero desplegó su imaginación con plena libertad y desarrolló nuevos programas. Así aparecieron el ya mencionado Plan Vacacional, que llegó a movilizar 105.000 niños en todo el país, “conociendo mejor a Venezuela para quererla más”; la semana de arte y cultura, para acercar a los niños al cultivo de las bellas artes; los libros “Páginas para Imaginar”, para estimular la lectura y su comprensión; y el programa de televisión para preescolares “Sopotocientos”, producido íntegramente en el país.
Finalizado ese primer gobierno de Rafael Caldera, ella tuvo la iniciativa de crear el Museo de los Niños de Caracas, que tiene ya más de cuarenta años de existencia, y que, como dice su Directora, Mireya Caldera Pietri, se ha mantenido abierto “contra viento y marea”, a pesar que hace más de veinte años le quitaron el subsidio que el Estado le otorgaba como complemento de la educación básica, a través del Ministerio de Educación. Su labor, sin embargo, no se ha detenido, motivando a los niños a profundizar su curiosidad por la ciencia y la tecnología bajo el conocido lema de “aprender jugando”.
Pero, como digo en el libro, Alicia no se quedó congelada en el tiempo. En el segundo gobierno de su esposo se adaptó a cambios trascendentales ocurridos en el país, como el de la descentralización, adaptando el trabajo de la entonces llamada Fundación del Niño, antes Fundación Festival del Niño, a programas descentralizados. Con ese sello propio que imprimía a sus acciones, Alicia continuó en ese período promoviendo la lectura en los más pequeños a través de su programa “Vamos a leer un cuento” y lideró un programa nuevo convocando a la responsabilidad social, que llamó “Un cariño para mi ciudad”, destinado a recuperar las áreas verdes de la ciudad de Caracas.
Alicia Pietri de Caldera contrajo matrimonio a los 17 años de edad y tuvo 6 hijos en 11 años, lo que la obligó a consagrarse a la vida familiar, más exigente aún para ella por la intensa vida pública de su marido, hasta que le tocó ser Primera Dama del país con los hijos ya crecidos. Entonces, demostró una gran capacidad gerencial, trabajando sin sectarismos, incluyendo en su equipo a gente con diferentes mentalidades y posiciones políticas.
Sin embargo, lo que la gente no sabía es que Alicia tuvo que superar su timidez para hablar en público y enfrentar las cámaras de televisión, y no sólo lo hizo, sino que lo hizo muy bien.
Fue la primera Primera Dama en viajar en representación del país al exterior, con motivo del terremoto en Pativilca, en el Perú, acompañada del Canciller Calvani y varios ministros. Curiosamente, fue la primera Primera Dama en usar pantalones como prenda de vestir y también en ser mencionada recurrentemente por el Presidente en sus alocuciones y ruedas de prensa. En general, el país tiene un excelente recuerdo de la sobriedad y distinción con que nos representó ante dignatarios de otras naciones.
Hoy es la primera Primera Dama en tener un libro que no pretende ser una biografía, sino rasgos predominantes de su inolvidable presencia. Aun cuando es un género que han cultivado todas las generaciones en todas las culturas, en Venezuela no es costumbre escribir memorias, tampoco biografías.
Hoy quiero agradecer a los hermanos Caldera Pietri, quienes, al asumir yo el reto de descubrir el universo de su madre, me presentaron a “Aliciamía”. Fui respaldado por toda la familia, recorriendo hechos, anécdotas, detalles, manteniendo una fluida y estrecha comunicación. Me dieron acceso a sus archivos y me facilitaron el contacto con colaboradores cercanos, obteniendo de primera mano el relato de: Mery Bello de Delgado, Carmen Cecilia González de Mayz, el flaco Domingo Álvarez, Mary de Aldrey, Rosita Hernández y Evelia Serrano. Tuve el privilegio de que fuera el propio Rafael Tomás quien editó en su computadora el texto completo, con sus notas a pie de página.
Reconstruimos dos épocas, para distinguir en ello una vida, una obra. Hoy alcanzamos el destino, llegando con bien. Mi agradecimiento también, por supuesto, a la Fundación Tomás Liscano y a su presidente, Andrés Caldera Pietri, sin cuya notable participación y empuje no habría sido posible la realización de este libro.
Diariamente el Museo de los Niños, la Esfera de Caracas y ahora este libro alumbrarán como “lucero de la mañana” a las viejas y nuevas generaciones. Fue toda una vida amando a Venezuela. En uno de los mensajes que Alicia solía hacer el día de las madres, dijo: “Si las mujeres venezolanas nos empeñamos, podemos asegurarles a nuestros hijos un futuro mejor”. UnaVenezuela de Primera como ella la soñó y la trató de hacer, fue parte de su filosofía que me ganó como su primer admirador. Alicia Pietri de Caldera, discreta, sencilla y elegante al mismo tiempo; fina e inteligente, culta y disciplinada; trabajadora eficiente, se ganó el respeto y el reconocimiento de todo el país por encima de cualquier diferencia. Sus hijos agradecieron orgullosos el homenaje que el Parlamento venezolano le hiciera por unanimidad a su fallecimiento.
Para concluir estas palabras, agradeciendo infinitamente su presencia, debo decirles que si se quedaron curiosos y quieren saber si en definitiva viajé o no en avión, les recomiendo que compren el libro, que allí está la respuesta.
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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