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Corina Yoris, símbolo de reencuentro

Corina Yoris, símbolo de reencuentro

Lo último que sale de ella en El Ucabista, el portal web de la Universidad Católica Andrés Bello, es que ha sido designada como individuo de número de la Academia Venezolana de la Lengua. Corina Yoris, el relevo de María Corina Machado ante la ilegalidad del régimen chavista al impedirle participar en la jornada electoral de este año, sea cuando sea, es licenciada en Letras e historiadora pero, sobre todo, es profesora de Filosofía. Lo seguirá siendo toda la vida porque tal condición, la del pedagogo cuando realmente tiene vocación para ello, es para toda la vida. Como la de ser madre de tres hijos aun cuando no los haya parido. 

Lo demás es contingencia. Como asumir esta candidatura presidencial por circunstancias del destino; sin embargo, aun así, sigue siendo profesora. De hecho, le acaba de dar una lección al país y al chavismo en particular aunque el chavismo no sabrá entenderla.

 El chavismo reaccionará ante esto con más de lo mismo, simplemente porque no sabe reaccionar de otra manera. No entenderá la señal que le ha sido enviada. Hay algo épico en este retablo que acaba de abrírsele a Venezuela, en el que una filósofa de 80 años ―letrada, cristiana, experta en Lógica― se enfrenta a un régimen autocrático, militarista y esencialmente mediocre. Un capítulo más de Civilización y barbarie.

¿De dónde salió? Probablemente de Francisco José Virtuoso, a quien alguien le habrá pedido nombres para algo que se estaba cocinando cuando él ya estaba muy enfermo. Pensó en el tipo de gente que le puede prestar un servicio al país sin esperar algo en particular a cambio. Sencillo, ¿no? En algunos ámbitos puede que lo sea, en teoría. Este tipo de gente capaz de comprometerse en un rol que abra el juego político de verdad. El jurista Jesús María Casal, por ejemplo. Ahí lo tienen, después de haber logrado lo que logró el 22-O, todos los días caminando por los pasillos del Edificio de Aulas: en lo suyo. Cualquiera que estudie o trabaje en la UCAB podrá confirmarlo, que a Casal no lo mueve alguna ambición política. A Casal lo mueve el decanato de la Facultad de Derecho.

De Casal a Yoris no debe haber habido más que un paso. La Primaria y su exitoso desarrollo son ahora, nada más, el presagio de esperanza en que se ha convertido Corina Yoris para el país en unos segundos, los de la otra tarde en entrevista apenas por un canal de YouTube mediante una pésima señal de sonido e imagen. 

No era posible que un proceso tan nítido y auspicioso como el de la Primaria pasara sin dejar una impronta concreta. Esa impronta se llama Corina Yoris. Ella y María Corina Machado no se habían conocido antes.  A continuación, un testimonio cercano a la profesora Yoris. Alguien que fue su alumno, José Luis Da Silva,  y hoy en día es un eminente docente e investigador con varios libros publicados.

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Me sorprendió escuchar a María Corina cuando hizo el anuncio. Me alegré mucho, creo que Corina se merece esto, personalmente. Creo también en que María Corina tuvo una intuición al ver su desempeño en la organización de la Primaria. ¿Por qué? Porque estoy seguro de que allí Corina mantuvo su perfil. La conozco desde 1981. Fue mi profesora. Ha sido y es una relación con mucho afecto. Tiene algo: es muy integra; además es equilibrada y ecuánime. Firme. Toma una determinación y la lleva adelante. La clave está cuando María Corina dice «yo la conocí en la Primaria y vi cómo se desempeñaba».

Supongo que esa firmeza de la que te hablo la observó el sector político: caramba, esta persona no echa hacia atrás ni se va a los lados sino que, cuando toma una determinación, la lleva adelante. Esa es la Corina que desde la Escuela más chiquita, la de Filosofía, armaba más ruido y controversia, me refiero a ruido conceptual, ruido de pensamiento. Estoy hablando de cuando era directora. Estoy hablando, además, de una universidad de quince mil estudiantes donde Filosofía apenas tendría cuarenta. Ella organizaba seminarios y ponía a la gente a pensar. 

La primera vez que la veo es coordinadora de la Escuela. Yo venía de Ingeniería, había tenido problemas de salud y no pude ir al último parcial; me dijeron que no podría quedarme, pero sí cambiarme. Entonces aproveché para hacer algo que desde hacía tiempo quería hacer. Pedí cambio a Filosofía. Me dieron una planilla y unas instrucciones para llenarla; tiene que traerla sellada de la Escuela y luego pasar por caja para formalizarla. Fui a la Escuela y me atendió ella. Vio mi planilla y me preguntó quién me había dado aquello. Bueno, le dije, me la dieron en Ocace [la oficina que se ocupa de las inscripciones]. La rayó y lo que yo pensaba era «cónchale, acabo de perder dos bolívares». 

Me la devolvió, dijo que ahí estaba su firma y me ordenó que dijera que aquello era de tal y cual manera… Era un tema administrativo. «Esta profesora es apretada», pensé. Fui a caja, vieron la planilla rayada y dijeron que no me preocupara, déjenosla. Sello, pago y comience las clases el lunes.

Así entré a Filosofía. Gracias a ella. Por los debates o seminarios que se inventaba, comencé una vida universitaria más activa. En 1988 me dijo “vente para acá, no te pierdas, quédate a dar clases”. 

Poco antes de yo entrar, la Escuela había estado a punto de cerrarse, seguramente por no haber estudiantes o no haberlos en número suficiente. ¿Qué es lo que hace Corina Yoris en ese momento? Pues se propuso promover el estudio de la Filosofía, desde su condición de estudiante egresada o por egresar [egresó de la Escuela de Letras en 1980 y de la Escuela de Filosofía en 1981], llamar a concurso a los profesores del primer semestre porque de hecho ya se había cerrado la Escuela  [es decir, no abrieron los primeros años, solo quedaron los alumnos que estaban terminando las asignaturas de los últimos años y en trámites de defensa de tesis]. Hay que hacer algo y ella lo hace. El padre Francisco Arruza le dio su apoyo, a ella y otros estudiantes que se sumaron. Se movilizó y lo logró. El jesuita Arruza vio que la muchacha iba a colegios, a la radio, adonde tuviese que ir para promover la Filosofía y le dio toda su confianza. 

Ahora déjame contarte lo otro importante de Corina Yoris: el tutor de su trabajo de grado, sobre Lógica, fue el profesor Eduardo Piacenza.

Cuando estoy en segundo año, Corina se casa con él. Ya eran colegas en ese momento. Después se separan y él sufre un accidente. Fallece en 2011. Corina llegó a recopilar su obra sobre Lógica gracias a los aportes de la Universidad Metropolitana y de la UCAB. Hizo la compilación y la ayudamos varios profesores de la Escuela haciendo los prólogos o introducciones a diferentes capítulos. Este libro se llama Interpretación jurídica y argumentación y puede verse aquí (https://www.unimet.edu.ve/unimetsite/wp-content/uploads/2023/09/Intrpretacion-Juridica-y-Argumentacion.pdf).                            

Corina firmó el acta civil de mi matrimonio. Me preguntas si una señora de 80 años no acostumbrada a estas cosas que le esperan, una campaña electoral frenética recorriendo el país: si eso la afectará o le causará un profundo estrés. La conozco. Jamás la he visto echarse a morir o decir: ya no puedo más. Realmente son palabras que nunca oí de sus labios. 

Cuando se metió en eso le dije «pero Corina, ¿tú vas a estar en ese tejemaneje?», porque obviamente una cosa es el discurrir político y otra bien distinta el discurrir académico (pero ojo, no he hablado con ella sobre su decisión de asumir esta responsabilidad de ahora, solo la he felicitado y le he dado ánimo). Pero mira lo que pasó: firme, íntegra, clara con la idea de adónde había que llegar. Y llegaron. Es una experiencia interesante para alguien de cierta edad pero muy joven de espíritu.

 Estamos en Venezuela, donde hay una gran cantidad de personas mayores haciendo lo posible porque esto siga. Hay jóvenes, pero muchos de ellos y gente de mediana edad ya no están en el país; los mayores son los que llevan la carga: esto es un mensaje importante. Ella echará pa’lante, habrá momentos en que tome un respiro. Tiene 80 años y no es un impedimento, pero hay que tomar en cuenta la edad. Sabrá administrarse. 

Al casarse con el profesor Eduardo, que no hacía mucho había enviudado (su esposa falleció de un infarto), adoptó a sus tres hijos como si fueran suyos, se hizo cargo de ellos con edades que oscilaban entre tres y doce años, dos niñas y un niño. Cuando yo era estudiante los veía en la Escuela: iban a la Universidad después del colegio. Nosotros los ayudábamos a hacer sus tareas. Estuve en el matrimonio de sus hijos. Con el profesor Piacenza había esa cuestión de pareja, ejemplar y académicamente muy activa, con una responsabilidad: asumió esa complejidad. Actualmente dice: tengo nietos. Claro, ayudó a formar a esos padres, siempre les dio ejemplo, valores. 

Si pudiera decirle algo ahora a Corina, en este momento, sería muy simple: pa’lante como siempre, ¡firme en las metas! Uno no puede ser cándido, esto es un reto con infinitas dificultades, azares y cosas que no lo son. Bien: aplomo y determinación frente a eso. Así como dijo «esta Escuela de Filosofía no se puede cerrar» y se movió buscando gente, igual ahora. Este país no se puede cerrar. Hay que luchar.

Ella no está acostumbrada al trajín de una campaña electoral pero ejercerá su figura maternal, algo que le hace falta al país, ejercerá esa figura de cercanía bajo una simbología del reencuentro. Alrededor de la mujer gira la familia reunida, o la posibilidad de esa reunión. La posibilidad esperanzadora de reconstruir algo que hoy está roto. 

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Hasta ahí el testimonio del profesor Da Silva. En 2015, al jubilarse Corina Yoris, la Escuela de Filosofía de la UCAB celebraba al mismo tiempo sus cincuenta años (aun con el bache del cierre mencionado y que fue revertido). Dentro de esa celebración se le rindió homenaje a la profesora Yoris, quien dio una conferencia sobre el papel de una universidad católica en una sociedad en crisis. He aquí un extracto sobre la condición neutral que, se supone, debe guardar todo docente en funciones. Parece venir muy a cuento:

Muchas veces se ha insistido en que la libertad de enseñanza está vinculada con la neutralidad.  Este aspecto está representado por la frase: «Ser hombre neutral es hoy casi sinónimo de persona cuyas opiniones están varadas en la objetividad». Ciertamente es necesario situarse en la objetividad, pero no creo que tal objetividad obligue a no comprometerse con nada. Si no se toman ciertas precauciones con esta posición, fácilmente se puede caer en el error de creer que para ser objetivo hay que desvincularse de todo, no formar parte de nada, no defender nada.

La gente que hizo posible la Primaria tenía un alto componente académico; si se examina el perfil de quienes la integraban en su cúpula, realmente no era gente profesional de la política; sobre todo, personas comprometidas con la sociedad y con una determinada visión del país y sus fortalezas. La Primaria demostró que la política no es cuestión solo de políticos. 

Aun habiendo afinidades o no en sus posiciones particulares, la dirección de la Primaria estuvo en manos de un cuerpo colegiado al estilo de una universidad o institución similar. La visión de ese colegiado no se agotaba en lo político.  Ese cuerpo colegiado defendió una manera de ver el país, sin defender una tolda en particular. 

Según testimonios, Jesús María Casal lo que desea es continuar atendiendo el decanato de la Facultad de Derecho. Es difícil saber si fue a sus instancias que Corina Yoris fue llevada a formar parte del equipo de la Primaria. Más bien debe haber sido producto del tipo de procedimiento del que habla José Luis Da Silva: la idea fue privilegiar un perfil de personas con garantía de imparcialidad e independencia. «Seguramente le pidieron a la universidad que enviara un grupo de nombres», agregó.

Es probable que ese grupo fuera seleccionado, principalmente aunque no solamente, por Francisco José Virtuoso. Acaso el rector haya sido el demiurgo de todo esto. Virtuoso confiaba en este pueblo. Decía que era un pueblo emotivo. Tal vez la figura del rector que tuvo su experiencia vital más trascendente en un pedazo de La Pastora llamado Catuche, crezca con el tiempo. 

Corina Yoris y su simbología maternal al servicio del reencuentro puede haber sido una premonición antes de que la fatalidad se llevara al rector más criollo de todos los rectores que han pasado por la UCAB.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

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