Luego de un proceso de cuatro días, en el que votaron 372 millones de electores de los 27 países que conforman la Unión Europea, el gran titular de los medios de comunicación ha sido que Europa gira a la derecha.
En realidad, es una verdad parcial, pues no se trata de que los países europeos pasan a tener presidentes provenientes de partidos de derecha, sino que la máxima autoridad comunitaria, su parlamento, tiene una nueva composición en la que ha aumentado el número de eurodiputados provenientes de movimientos de derecha.
El Parlamento Europeo funciona como todo parlamento, en base a grupos políticos o fracciones y las agrupaciones y partidos políticos nacionales pasan a formar parte de su equivalente en el ámbito europeo o de la agrupación con la que sienta mayor afinidad. Así pues, los distintos partidos nacionales quedaron reflejados de la siguiente manera en el ente europeo:
Con 25.1% de los votos, el grupo con mayor votación fue el Partido Popular Europeo, una agrupación de centro derecha donde conviven demócratas cristianos, populares, conservadores, y otras corrientes similares. En segundo lugar, la coalición de partidos Progresistas, Socialistas y Demócratas, aunque obtuvo menos escaños logró mantener una amplia ventaja sobre las otras agrupaciones consolidándose con el 18.8% del total de votos. En tercer lugar, el grupo Renovarse, al que están afiliados los partidos liberales de los países de la Unión, con 11.5%, y en cuarto lugar, el grupo de conservadores y reformistas, partidos de derecha y centro derecha donde militan por ejemplo, el partido VOX español y el partido Fratelli de Italia de Giorgia Meloni, que aumentó dos escaños su número de parlamentarios y ocupa el 10% del total de 720.
Pero el mayor crecimiento lo obtuvo el grupo Identidad y Democracia que pasó a tener trece nuevos escaños, para un total de 62 eurodiputados, que representan el 8.6% del hemiciclo y que provienen de los partidos de extrema derecha, populistas y euroescépticos, como en Francia el Rassemblement National de Marine Le Pen, en Italia La Lega, de Matteo Salvini o la AfD Alternativa para Alemania. Este es el hecho que ha ocasionado mayor alarma, e incluso, suscitado crisis políticas tanto en Alemania donde los partidos de la coalición gobernante son los grandes perdedores, como en Francia donde el presidente Macron ha decidido adelantar las elecciones legislativas en una arriesgada apuesta para recuperar el control y la gobernabilidad.
Los grandes perdedores del proceso electoral europeo fueron, además de los liberales; los verdes y la extrema izquierda. Se espera que con la llegada de 102 nuevos eurodiputados sin afiliación alguna, muchos de estos grupos estén tratando de fortalecer su presencia en el hemiciclo atrayéndolos a sus formaciones políticas.
En lo concreto, la composición del Parlamento Europeo incide sobre dos cosas: la primera es sobre la composición de los cargos directivos tanto del Parlamento como de la Comisión, incluyendo la selección del Presidente y del Alto Representante para la Acción Exterior, que serán escogidos de acuerdo con esta nueva correlación de fuerzas, y la segunda es que algunas políticas comunitarias deberían adquirir un perfil más alto, como seguramente será el caso de los temas relativos a la migración, o la relación con Rusia, mientras otros, como los ámbitos identitarios o ecológicos pierdan un espacio prioritario en la agenda europea. Lo cierto es que una mayor diversidad de representación en Bruselas puede aportar no sólo una mayor estabilidad al proyecto europeo, sino una mayor inclusión temática y por lo tanto una mayor participación ciudadana.
Por lo pronto, se espera que las agrupaciones de centro mantengan sus alianzas históricas para hacer avanzar sus propuestas, pero éstos no deben ignorar lo que la ciudadanía europea reclama al haber votado a lo largo y ancho de toda la Unión por partidos que buscan reforzar la soberanía, protegerse de una migración descontrolada que repercute en problemas de integración, y mejorar sustancialmente la fortaleza económica del bloque.
Por su parte, las agrupaciones de derecha y sobre todo de extrema derecha tienen por delante la difícil tarea de superar el cordón sanitario impuesto por los grupos de centro y para ello, deberán moderar su discurso antieuropeo, anti-Euro y anti-Bruselas.
En cuanto al impacto que puede tener esta elección en la resolución de la crisis venezolana, es difícil decirlo en este momento. Pero pasada la jornada electoral y definidos ya quienes fueron electos, los partidos políticos venezolanos entablarán contactos con ellos para evaluar las acciones que se pueden llevar a cabo y el apoyo que se puede recibir por parte de la Unión Europea de cara al proceso electoral venezolano el 28 de julio.
Por último, no es de descartar que Josep Borrell, quien probablemente deje en noviembre su cargo como Alto Representante de Acción Exterior, quiera amarrar en los próximos días algún tipo de acuerdo con el régimen venezolano en relación con la misión de observación electoral de la Unión Europea. Sería una excelente manera de culminar su mandato, aprovechando además que ha quedado en evidencia el carente basamento legal y constitucional de la decisión del órgano electoral venezolano.
Sería su mejor legado.
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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Esta es una traducción de El Tiempo Latino. Puedes leer el artículo original en Factcheck.org. Escrito…