Uno de los muchos problemas con el concepto de lecturas obligatorias es que se ignora o se olvida que algunos libros que nos imponen leer en la escuela pueden ser realmente buenos. El problema se agrava cuando, como tiende a suceder a menudo, los profesores de literatura no pueden apreciar esos libros y son incapaces de ayudar a los estudiantes a ver sus virtudes, más allá de lo que establece el diccionario.
Esto es lo que sucedió, al menos a mi generación, con novelas históricas venezolanas como Las lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri. Hay que esperar años para poder volver a ella con las herramientas de un lector adulto y la perspectiva de un venezolano en 2025, y decidir cómo te sientes realmente acerca de la primera y más famosa novela del intelectual por excelencia del siglo XX en Venezuela. Puede que te cueste un poco al principio, pero sigue leyendo, porque una vez que comienza la acción, puede que te sorprenda su vitalidad y crudeza.
Al igual que en Doña Bárbara, hay una bruja indígena al servicio del mal; un vecino asesino que roba tierras; y personas blancas volviéndose locas en la selva. Como en País portátil, la violencia política es el centro de la historia. Las lanzas coloradas (un título relacionado con una cita de José Antonio Páez) se desarrolla en una finca azucarera en los valles de Aragua, El Altar, y lo que sucede con tres personajes principales: los dueños, un hombre indeciso y su hermana, una doncella alejada de la realidad que la rodea; y el capataz, Presentación Campos, un matón mestizo del que sabemos, desde el principio, que desprecia tanto a los esclavos que gobierna como a sus amos, a quienes no puede esperar para reemplazar a través de la violencia, gracias a la guerra que estalló en la región.
La acción se desarrolla entre 1812 y 1814, el colapso de la Primera República y el auge de la Guerra a Muerte, una limpieza étnica que derribó la Segunda República a través de las hordas de caudillos leales como el psicópata José Tomás Boves. Uslar Pietri, que había hecho contacto con las vanguardias literarias de Europa, había introducido nuevos recursos a la literatura venezolana con su libro anterior, la colección de cuentos Barrabás y otros relatos. Sin embargo, la novela tiene fallas narrativas que no se encuentran en la eficiente Doña Bárbara. Para mí al menos, Uslar Pietri fue un historiador y ensayista más que un novelista, y se siente esto cuando vemos cómo intentó mostrar al terrateniente Fernando debatiendo con la sociedad patriota en Caracas el choque entre las viejas ideas católicas y los conceptos provenientes de la Revolución Francesa. Es útil informarte un poco sobre lo que pensaban esos pioneros de la independencia, pero tiene la sensación de ser escenas dramatizadas en un documental de National Geographic. En pocas páginas, Uslar Pietri muestra cómo ese idealismo degeneró en la Guerra a Muerte, lo cual está bien si no sabes nada de ese período, pero en términos narrativos significa desperdiciar un material muy rico.
Sus primeros lectores debieron haberlo sentido como un tornado de modernidad y libertad creativa en el país que siguió a la dictadura de Gómez, y el culto bolivariano desde el régimen de Guzmán Blanco antes de eso.
Mientras Fernando es este héroe romántico que puede pasar una noche desvelado por una especie de crisis mística, Presentación Campos parece estar movido por un mal automático que proviene de hacer parte de la casta de pardos, los hombres de color por encima de los esclavos e indígenas que en la novela son víctimas apenas capaces de hablar, y bajo los susceptibles blancos que caen en el fanatismo religioso y político. Sin embargo, Presentación es más verosímil que Fernando, al igual que esos otros terratenientes que resisten a los republicanos, quienes esperan que el primero apostara por la herencia que aún tienen por una causa perdida. Casi se puede imaginar a los empresarios del siglo XXI tratando de decidir si financiar el chavismo o la oposición antes de una elección.
Cuando Presentación prende fuego a todo y se lleva consigo a los esclavos al ejército de Boves, la novela mejora y nos da lo que queremos de la ficción histórica: ser transportados a otro tiempo y lugar. Uslar Pietri triunfa al hacernos ver cómo eran las cosas en ese horrible año de 1814. Cómo los ricos vieron que, desde el terremoto de 1812, la contraofensiva del general español Monteverde y las masacres de Boves, que la revolución había terminado para siempre. Cómo se formaron las bandas de saqueo y asesinato en los tiempos en que Boves era el actor principal del conflicto.
Esta no es una novela patriótica. Es todo lo contrario a ese panfleto que nos hicieron leer como libro de historia, Venezuela heroica de Eduardo Blanco. Me pregunto cómo reaccionaron los lectores iniciales de Las lanzas coloradas; debieron sentirlo como un tornado de modernidad y libertad creativa en el país que siguió a la dictadura de Gómez, alimentado con décadas de culto bolivariano desde el régimen de Guzmán Blanco en la década de 1870. Alguien de hoy, que no ha leído Las lanzas coloradas, podría sentir algo similar, después de décadas donde el chavismo predicaba sobre las Guerras de Independencia e incluso sobre Boves.
Uslar Pietri fue uno de los que insistió, hasta el final, que nuestra salvación estaba en la educación, no en el fanatismo, y en el trabajo, no en la devastación.
Esta debió ser la primera novela que, además de las crónicas en las que se basa (como las de José Domingo Díaz, un leal), se lanzó a la violencia y descomposición de esa sociedad durante la Guerra a Muerte, cuando se desmanteló el orden colonial a lo largo de la Capitanía General de Venezuela. Uslar Pietri estaba aportando algo nuevo a la gran historia nacional, y no solo porque utilizara alguna influencia de la vanguardia literaria de los años 20. Como le contó muchos años después al historiador Rafael Arráiz Lucca, lo que inicialmente quería era hacer una nueva historia de la Independencia, alrededor del primer centenario de la muerte de Simón Bolívar en 1830. Uslar Pietri quería escribir una película épica como las que hacían los soviéticos, como Alexander Nevsky e Iván el Terrible. El proyecto fracasó, pero el guion que escribió fue el borrador para esta novela que ofrece grandes escenas, y que sigue siendo interesante casi un siglo después.
Las lanzas coloradas fue escrita en París entre 1929 y 1930. Es una novela sobre el pasado venezolano escrita desde la distancia, en ese lugar tan políticamente tenso y culturalmente rico que fue Francia entre las guerras mundiales, donde Uslar Pietri vivió varios años como el agregado cultural en la embajada venezolana, antes de volver a Caracas en 1934. No sería la única vez que este prolífico y inquieto escritor emprendiera una novela mientras pasaba tiempo en el extranjero, lejos de su público venezolano. En 1947, exiliado en Nueva York a causa del golpe de Estado de 1945 contra la administración de Medina en la que trabajaba, escribió El camino de El Dorado.
Escribió otras dos novelas en los años 1960, Un retrato en la geografía y Estación de máscaras; en 1976, viviendo nuevamente en París como embajador en Unesco, regresó al género con Oficio de difuntos, su exitosa participación en la tradición latinoamericana de la novela de la dictadura. En París también escribió La isla de Robinson, sobre el pensador revolucionario Simón Rodríguez. Luego ganó el premio Rómulo Gallegos con una última novela histórica, escrita en Venezuela pero con un personaje no venezolano, el aristócrata español Juan de Austria: La visita en el tiempo.
En 1931, cuando Las lanzas coloradas fue publicada (al igual que Doña Bárbara, primero en Madrid, pero con otra casa, Zeus), Uslar Pietri tenía 25 años. Cinco años después, escribió el más importante artículo de opinión en la historia venezolana, no porque influyera en las cosas, sino porque ha sido citado como una profecía desestimada: “Sembrar el petróleo”. En esta novela no encontraremos el “excremento del diablo”, sino una de las obsesiones de Uslar Pietri, El Dorado, la metáfora del vicio de buscar riqueza instantánea, incluso si significa usar la violencia, en lugar de construir una sociedad laboral y productiva desde la tierra hasta la industria. La misma preocupación que aún tenemos en 2025, la cual Uslar Pietri no inventó; podríamos decir que se remonta a esos conquistadores de principios del siglo XVII que agotaron las reservas de perlas en la isla de Margarita.
En esta breve novela irregular que sigue siendo esencial encontramos la violencia, la ignorancia, la belleza de la tierra, la inmensidad del país desperdiciado.
En este sentido, esta ficción histórica está conectada con el pensamiento de su autor, un pensamiento que se tradujo en una montaña de contenido y que tuvo real influencia en algunos momentos, a lo largo de una larga vida de extraordinaria productividad. Hablar sobre lo que hizo Uslar Pietri como político, profesor, presentador de televisión, ministro de Educación, senador, editor, embajador e incluso candidato presidencial requeriría muchos más artículos; ya es exigente intentar resumir su legado literario, por el cual fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias. Fue una de las figuras públicas más trabajadoras de Venezuela en el siglo XX, personas que hicieron varias cosas a lo largo de sus vidas. Y uno de los que insistió, hasta el final, que nuestra salvación estaba en la educación, no en el fanatismo, y en el trabajo, no en la devastación. Falleció justo cuando una nueva ola de fanatismo y devastación se alzaba en el horizonte del país que amaba; nada de lo que sucedió después le habría sorprendido.
El primero de los Uslars fue un soldado de fortuna, un veterano alemán que luchó por Inglaterra en las guerras napoleónicas y se unió al ejército mercenario reclutado por patriotas venezolanos en Europa. Johannes von Usseler terminó siendo un amigo cercano de Páez y un miembro de la élite de 1830, casándose con una chica de Valencia, Dolores Hernández, y poseyendo una hacienda cerca del lugar de la batalla de Carabobo. El país que conocía era el que describen sus bisnietos: el escritor Arturo y el historiador Juan, cuya Historia de la rebelión popular de 1814 es uno de los clásicos que apoya la tesis de que la Guerra de Independencia fue una guerra civil más que una guerra internacional, defendida por la vieja izquierda y el chavismo… y también por la derecha que hoy reivindica el vínculo con España.
La historia es complicada y tiene un don para la ironía. Las lanzas coloradas, el primer libro relevante del gran intelectual liberal en el que la izquierda siempre desconfiaba, fue re-publicado en la Colección Bicentenario del Centro Nacional del Libro, con el mismo prólogo de Nicolás Maduro Moros que tienen todos esos libros, disponible para todos en internet. Allí, en esa breve novela irregular que sigue siendo esencial (lo cual no es lo mismo que obligatorio), encontramos la violencia, la ignorancia, la belleza de la tierra, la inmensidad del país desperdiciado. Todos nuestros asuntos pendientes, nuestros traumas. Nos hace recordar que el pasado no es tan remoto como pensamos. Y nos da algunas horas de buena lectura.
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