El gobierno de Trump acaba de amenazar a Harvard con “acciones de cumplimiento adicionales” si no entrega datos sobre el uso de la raza en sus admisiones. La administración dice que busca “responsabilidad y transparencia”, aunque no ha explicado qué implicarían esas medidad.
Mientras tanto, la universidad tiene 20 días para responder. En plena era post-affirmative action, la tensión entre control gubernamental y autonomía universitaria vuelve a estar en el centro del debate.
Un juez federal dejó claro que castigar a Harvard por sus políticas o declaraciones públicas viola la Primera Enmienda. La administración intentó congelar fondos de investigacion, restringir estudiantes internacionales y cuestionar la cultura del campus, pero la ley protege la libertad de expresión incluso en instituciones que reciben dinero público. El caso recuerda que la coerción financiera puede ser tan silenciosa como efectiva para silenciar voces.
Históricamente, el gobierno ha usado diferentes herramientas para castigar disidencias: desde los Alien and Sedition Acts de 1798 hasta McCarthy y la caza de supuestos comunistas en universidades. Hoy, los recortes presupuestarios y amenazas de fondos cumplen la misma función simbólica: disciplinar a quienes se desvían de la ortodoxia oficial, sin necesidad de cárcel ni juicios públicos, pero con igual efecto sobre la diversidad de idesas.
El caso Harvard es parte de un patrón más amplio. Desde mayo, la administración ha lanzado investigaciones sobre diversidad, equidad e inclusión en varias universidades, incluyendo Yale, Columbia y MIT. Algunas de estas instituciones han visto congelamientos parciales de fondos federales o restricciones en admisiones internacionales, otras han cedido ante la presión como la Universidad de Brown.
¿Qué hay detrás? La decisión de la Corte Suprema de 2023 que prohibió considerar la raza en admisiones provoca un conflicto entre la ley y los intentos del gobierno de monitorear políticas DEI, acusando a algunas universidades de prácticas discriminatorias o de tolerar antisemitismo en el campus.
Lo que se dice es que el fallo a favor de Harvard protege a la universidad por ahora, pero lo que no se dice es que esto plantea un debate mayor. ¿Hasta qué punto puede el gobierno condicionar fondos públicos para influir en políticas o discursos académicos? La Primera Enmienda protege la libertad de expresión, pero este caso muestra que la línea entre autonomía universitaria y control político sigue siendo estrecha.
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