Boris Muñoz es cronista y editor venezolano. Fue fundador y director de opinión de The New York Times en Español. X:@borismunoz; Instagram y Threads: @borismunozO.
La cuestión de organizar la diáspora venezolana es crucial en estos tiempos en que cerca de ocho millones de venezolanos han abandonado el país de manera forzosa. Es crucial porque las razones impulsaron a los venezolanos a migrar en masa durante la última década, incluyendo la crisis económica y humanitaria creada por un gobierno dictatorial, están lejos de desaparecer. En otras palabras, la migración venezolana no parará.
Como acaba de demostrarlo el presidente Joe Biden al cerrar la frontera sur, la presión que los migrantes ejercen sobre los países de acogida y tránsito dispara respuestas migratorias restrictivas en reacción a un discurso antiimigrante y xenofóbico hábilmente explotado por el populismo de derecha.
De esos millones de migrantes venezolanos que hoy están dispersos por todo el mundo, al menos 720 mil han arribado a Estados Unidos a través de la frontera sur desde hace cuatro años. Es eso, justamente, lo que hace urgente una respuesta coordinada y unificada de las comunidades venezolanas en el país. Resultaría absurdo que un momento así tome a los venezolanos en el país con la guardia baja.
Hasta apenas semanas el escenario de la diáspora venezolana era el siguiente: decenas de grupos y organizaciones actuando de manera relativamente aislada para ofrecer asistencia humanitaria y legal a miles de venezolanos que llagaban al país semana tras semana, muchas veces en condiciones críticas.
Pero a mediados de mayo este escenario cambio de manera drástica al celebrarse en Washington D.C. la primera cumbre de organizaciones venezolanas en Estados Unidos. Este evento, que llevó más de siete años concretar, representa un hito para el futuro de la diáspora venezolana en Estados Unidos y su significación no debe ser ignorada. Primero, por la nutrida convocatoria: se reunieron por primera vez 44 organizaciones de venezolanos provenientes de 27 estados de la unión. Segundo, por el simbolismo del lugar donde ocurrió: el Capitolio del Congreso de los Estados Unidos, lo que ayudó de manera decisiva garantizar el apoyo bipartidista a la causa de los migrantes venezolanos mediante la participación de representantes del Partido Republicano y el Partido Demócrata. Tercero, porque se realizó contra el telón de fondo de una campaña presidencial en la cual el tema migratorio es uno de los tópicos más calientes. De modo que haber celebrado esta primera cumbre en ese lugar y en este momento es, en sí mismo, un hecho extraordinario.
Para William Díaz, fundador de la Casa Venezuela de Orlando, Florida, y quien fue uno de sus promotores principales, uno de los objetivos fue que quienes pueden influir en el debate sobre la migración en el Congreso de Estados Unidos entiendan la necesidad de despolarizarlo y sacarlo de la contienda partidista. La conclusión más relevante fue el apoyo de las organizaciones venezolanas al proyecto Dignidad. Esta iniciativa bipartidista, patrocinada por las representantes María Elvira Salazar, republicana por Florida, y Verónica Escobar, demócrata por Texas, procura establecer un mayor control fronterizo sin dejar de contemplar las necesidades humanitarias de los migrantes y expandiendo el acceso a un status de residencia legal para los migrantes indocumentados.
Como contraparte a su respaldo, las organizaciones venezolanas propusieron que los beneficiarios del Estatus Temporal Protegido (TPS, por sus siglas en inglés) puedan acceder a una residencia legal permanente después de cuatro años y no de cinco, como está ahora estipulado. Los representantes de ambos partidos escucharon y acogieron la propuesta. Este es otro éxito de la cumbre, pues de adoptarse, podría beneficiar a más de 470 mil venezolanos protegidos por el TPS. La red de apoyo venezolana también pidió acelerar las entrevistas con migración que actualmente presentan un importante rezago.
Para Ana Julia Jatar, directora del periódico Tiempo Latino y activista venezolana radicada en Boston, el gran motivador del encuentro fue la presión creciente que existe sobre los migrantes venezolanos. “Cuando hace dos años vimos que empezaban a llegar venezolanos en buses a Chicago o eran despachados en vuelos a Martha’s Vineyard, sentimos la urgencia de unir esfuerzos. Hasta entonces nos limitábamos a ofrecer la asistencia humanitaria y legal a nuestro alcance a los venezolanos que llegan con grandes necesidades. A partir de ahora podemos trabajar juntos por el bienestar y los derechos humanos de los migrantes y, al mismo tiempo, ampliar nuestras redes de trabajo y contactos políticos”.
Aunque la migración siempre ha sido un tópico de interés político a través de la historia de Estados Unidos, los republicanos la tomaron como una de sus principales banderas desde los 90, cuando se hizo evidente que la población blanca pasaría a ser minoría. La prominencia de la migración ha aumentado en épocas de crisis económica y xenofobia global, como la actual. No obstante, de acuerdo con Manuel Orozco del Diálogo Interamericano, incluso en un momento de evidente aumento migratorio, Estados Unidos recibe solo 20% de la migración global.
Jatar está consciente de que el “timming” de la cumbre ha sido crítico. En meses recientes la atención que han recibido los migrantes venezolanos ha visto un giro negativo, al asociarlos con el desorden público y el crimen. Dos casos que ilustran esta percepción son el de las ocupaciones ilegales de viviendas y el del asesinato de una mujer en Georgia, supuestamente cometido por un hombre vinculado a la banda criminal el Tren de Aragua. Ambos casos recibieron una considerable cantidad de mala prensa.
Para muchos venezolanos establecidos en Estados Unidos, la percepción negativa que generan sus compatriotas recién llegados en los medios y las redes deja un sabor amargo. Surgen interrogantes sobre su capacidad de adaptarse a un país caracterizado por los derechos y deberes ciudadanos. Los organizadores han tratado de contrarrestar esta matriz de opinión presentando a los migrantes venezolanos como personas trabajadoras y emprendedoras, muchos de ellos con mayor educación que el promedio de los migrantes que llegan al país, quienes merecen oportunidades como la que han recibido otras comunidades migrantes. Es una apuesta valiente y arriesgada en un momento de alta polarización política.
Sin embargo, los organizadores que entreviste subrayan un punto: además de exigir derechos, los migrantes venezolanos deben entender que migrar a un nuevo país genera deberes y compromisos que deben estar dispuestos a cumplir.
David Smolansky, el activista de derechos humanos y dirigente político opositor venezolano en el exilio, destaca: “Fíjate lo emprendedores que son los venezolanos que ya han copado el reparto de comida en Washington D.C. En todos los estados de la Unión, se puede encontrar hoy una arepera venezolana. Uno de los trabajos que tenemos es hacer visible nuestro éxito. Y para eso es esencial la colaboración entre las distintas organizaciones, la Casa Venezuela de Orlando con la de Filadelfia, las que brindan asesoría legal pro bono con aquellas que proveen asistencia de salud urgente a los migrantes”.
Para Smolansky, la diáspora venezolana es un fenómeno global y no solo latinoamericano o estadounidense. En consecuencia, la comunidad internacional debe ayudar más, pues los aportes de las instituciones donantes a los migrantes venezolanos han estado está muy por debajo del destinados a otras migraciones masivas y son cinco veces menores a lo destinado a la diáspora siria.
Los líderes de la comunidad venezolana en Estados Unidos saben que es necesario comprender mejor los mecanismos de ayuda internacional para obtener mejores ayudas. También conocer a fondo el sistema migratorio estadounidense, porque así podrán presionar a las autoridades por la agilización los costosos y lentos trámites que facilitan a los migrantes estar en una situación legal. Esto es aún más perentorio en un momento de franca crisis migratoria. Y para eso es crítico cruzar información y formar redes. Por todo esto, la primera cumbre de organizaciones venezolanas en Estados Unidos ha sido un paso fundamental en la dirección correcta.
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