Mi madre se llamaba Estrella. Creo que es un bello nombre que además aglutina mucho de la tradición sefardí en todas partes del mundo. Hay montones de mujeres sefarditas llamadas Estrella, Luna y Sol, no sé por qué.
Pero el lenguaje evoluciona a veces de forma injusta. Las estrellas, uno de los vocablos que más me gustan en mi idioma junto con luna para describir los misterios o el encanto de la noche, también sirve para objetivos mucho más innobles y menos poéticos.
Todo viene a cuento porque por estos días de presos insospechados recordé aquel caso emblemático de la justicia trucha nuestra que tuvo a bien dar por buenas las declaraciones de un señor de apellido Vázquez cuando se le designó como “testigo estrella” en el caso del asesinato del fiscal Danilo Anderson.
Corría el año 2008 y el fiscal general del ministerio público era, para aquel entonces, un poeta aragüeño llamado Isaías Rodríguez. Tenía la voz melancólica y casi degollada -con la que algunos poetas gustan de recitar sus versos- cada vez que hablaba en cámara para los noticieros de aquellos días.
Se supone que los poetas suelen estar dotados de algunas virtudes del chamanismo, por esa facultad de ver el otro lado de las cosas, eso que otros sin el don jamás podrían distinguir.
No solo -ahora lo sé- Isaías Rodríguez era fiscal general y poeta. Era, pues, también vidente, tenía el don de la adivinación, leía el pensamiento, los labios, los ojos, las intenciones y apuesto a que también la borra del café, al mejor estilo del realismo mágico religioso endógeno.
En ese momento, Isaías, el chamán, olió, intuyó, sintió que el testigo “estrella” decía la verdad cuando acusaba a ciertos venezolanos de haber sido los autores intelectuales del crimen de Danilo (que según cuentan, estaba próximo a denunciar a altos oficiales y ministros zombies del gobierno de Hugo como los protagonistas del delito).
El entonces Fiscal General de la República, con solo verle los ojos a Don Giovanni, el Vázquez, “sabía que decía la verdad” sobre el asesinato del fiscal Danilo Anderson, el 18 de noviembre de 2014.
¡Dios mío, Dios mío, el chavismo es un gran y trágico ejercicio de memoria!
Tuvimos aquel testigo estrella que al final y ya después de muchos debates, confesó que había mentido y luego puso pies en polvorosa.
Otra testigo estrella fue una enfermera. Aquella, si no recuerdo mal, que vio a Hugo Rafael caminando por el pasillo de un hospital cuando ya el sujeto estaba muerto.
Nunca se le hizo un examen de la vista.
Ahora que tenemos varias incógnitas en la mira, ¿volverán los poetas a bajar las estrellas del firmamento?
¿Dónde está Tareck El Aissami, y más importante aún, dónde están los millones?
¿Quién asesinó en Chile al militar y asilado político, el joven teniente Ronald Ojeda?
¿Quién sabe a ciencia cierta por qué ha sido retenida una defensora de DDHH en Venezuela?
Las primeras noticias sobre la desaparición del teniente venezolano Ronald Ojeda daban cuenta de que había sido secuestrado en una especie de operación comando por varios sujetos uniformados y enmascarados. O al menos, eso era exactamente lo que había quedado registrado en las cámaras de seguridad del edificio donde vivía. El video mostraba a cuatro sujetos que llevaban vestimenta oscura, cascos y los rostros cubiertos como en misión especial. Pero Carabineros de Chile confirmó que no se ordenó realizar ninguna diligencia policial en el lugar. Así que Chile niega su participación.
Sin embargo, durante la madrugada, los cuatro disfrazados aparecieron en la vivienda del teniente en la capital de Chile, Santiago, ubicado en la comuna Independencia –al centro norte de la ciudad– simulando ser integrantes de la Policía de Investigaciones.
Lo sacaron a la fuerza, a Ojeda, en boxers de dormir.
Pero ahora, al parecer, ha aparecido un testigo estrella de 17 años, digo yo que un bachiller, que desdice de la presencia del comando, y se atribuye él mismo el secuestro y posterior asesinato del teniente venezolano.
“El exmilitar venezolano Ronald Ojeda, quien había sido secuestrado en Chile, fue encontrado sin vida en una zanja de 1,4 metros de profundidad en la comuna de Maipú, Santiago. Ojeda formaba parte de un grupo de militares que apoyó un documento en el que desconocían a Nicolás Maduro como jefe de las fuerzas armadas de Venezuela. Aunque no era una figura de alto perfil, cobró notoriedad cuando el gobierno venezolano le imputó cargos por traición a la patria en 2017«, reseñó por aquellos díasBBC.
El secuestro se reportó el 21 de febrero y las autoridades chilenas estaban llevando a cabo un operativo de búsqueda desde entonces. El único sospechoso por este crimen, un adolescente de nacionalidad venezolana, permanecerá detenido hasta el próximo lunes, cuando será formalizado. La ministra chilena del Interior, Carolina Tohá, aseguró que el gobierno apoyará a la Fiscalía para esclarecer plenamente el crimen y que el mismo será castigado con la mayor dureza.
Este trágico suceso ha conmocionado a la comunidad y evidencia que el acoso trasciende las fronteras.
Pero entonces, justo cuando uno esperaba una investigación del gobierno chileno que desmintiera los aviesos rumores sobre los responsables del secuestro, el 1 de marzo, la Brigada de Investigaciones Policiales encuentra y lo hace público al primer sospechoso del rapto: como decía, un menor de edad (17 años apenas y tan maluco) también de nacionalidad venezolana. Según las investigaciones chilenas habría otras dos personas implicadas que no habían logrado identificar todavía. Apuesto a que al adolescente asesino lo intuyó un poeta, lo olió, se lo vio en los ojos.
Esto, después de que se realizaran diligencias en un campamento en la comuna de Maipú.
Fue en ese lugar donde unos vecinos comentaron a las autoridades que había una fetidez en la zona que les puso en alerta. Llegaron al inmueble y en una especie de placa de cemento, encontraron un cuerpo humano dentro de una maleta. Después de analizarlo, el militar Ronald Ojeda fue reconocido por sus huellas y ropa interior.
De acusaciones, estrellas y poetas está llena la historia. Sin ir muy lejos y hablando de poetas, la periodista de la federación rusa Anna Politkóvskaya, había hecho su tesis sobre nada más y nada menos sobre la poesía de la gran Marina Tsvetáyeva. Inmensa poeta, y por cierto, una de las favoritas de los poetas en Venezuela.
Politkóvskaya adquirió notoriedad gracias a sus reportajes sobre la Segunda Guerra Chechena, en la que periodistas y trabajadores humanitarios habían sido secuestrados o asesinados. Anna fue arrestada y sometida a una “ejecución simulada” (¡ni en el cine!), por parte de las fuerzas militares rusas y además fue envenenada en camino a Beslán, pero sobrevivió y continuó informando.
Escribió varios libros tanto de las guerras en Chechenia como acerca de la administración Putin y recibió numerosos premios internacionales por su trabajo. Murió acribillada en el ascensor del edificio de su apartamento en Moscú, el 7 de octubre de 2006. Sin testigos.
Politkóvskaya era, por cierto, ciudadana tanto de los Estados Unidos como de la Federación de Rusia.
En estos días también la escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura en 2015, alertó recientemente en una entrevista sobre el peligro en el que se encuentran los presos políticos en Bielorrusia, tras la muerte del líder opositor ruso, Alexey Navalny, en una prisión ártica. La autora de Voces de Chernóbil y La guerra no tiene rostro de mujer recordó que el enorme número de presos políticos en Bielorrusia y a todos sus líderes también entre rejas.
Según Alexiévich, “los dictadores aprenden los unos de los otros y la muerte de Navalny abrió un abismo de permisividad” para líderes autoritarios en todo el mundo.
“Ahora se puede esperar todo“, opinó.
Navalny estaba acusado de haber desviado millones de rublos de donaciones vertidas a sus organizaciones de lucha contra la corrupción y de ofensa a un magistrado durante un proceso anterior. No lo sé de cierto, pero debe haber algún testigo estrella que seguramente ya confirmó la especie.
Navalnaya, la viuda de Navalny, afirmó que un investigador llamado Voropayev le dijo, a propósito de la causa de la muerte de su esposo: “El tiempo está en tu contra. El cadáver se descompone”. O sea, apúrate o dirán que fue infarto.
Así como cuando el poeta Isaías que estaba seguro de la veracidad de su testigo estrella, los investigadores rusos también aseguran que a pesar de querer enterrar en secreto a Navalny “conocen bien la causa de su muerte y tienen todos los documentos médicos legales, y que ¡Navalnaya hasta había firmado su certificado médico de defunción!. Eso dicen los funcionarios. ¿Será poeta alguno?
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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