Venezuela cierra 2024 encendiendo nuevamente las alarmas por el aumento de precios y de la brecha cambiaria, un bajo consumo y la continuidad de la presión fiscal. A ello se le suma ahora la incertidumbre en el sector petrolero ante el escenario político y la posibilidad de revocatoria de las licencias que permiten a compañías extranjeras operar en el país.
Datos arrojados por el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) detallan que el crecimiento de enero a septiembre fue de 3,8%, potenciado en buena parte por la actividad petrolera.
La última actualización del Informe de Perspectivas Económicas Mundiales del Fondo Monetario Internacional (FMI), prevé que este año cierre con un crecimiento de 3%.
Para 2025, el economista Asdrúbal Oliveros, socio director de la firma Ecoanalítica, proyecta dos escenarios “marcados por la incertidumbre de la dinámica política y la posibilidad de que los Estados Unidos vuelva a imponer sanciones”.
“Si las licencias se mantienen, estimamos que el crecimiento de la economía estaría en torno al 3%, principalmente impulsado por el sector petrolero, cuya expansión podría estar en torno a 8%, mientras el no petrolero por el 2,5%”.
Pero advierte que, en caso contrario, “la economía podría enfrentar una contracción en el orden de -2 y 0 por ciento”.
Este año parece dejar una reducción en la tasa de inflación, manteniendo la tendencia que se viene registrando desde 2022, cuando cerró en 305%, y 2023, cuando terminó en 193%, según datos del OVF.
Pese a esto, los datos del último semestre se han caracterizado por un repunte del costo de la vida que vuelve a poner al país entre los de mayor inflación en la región. El OVF señala que noviembre alcanzó una variación de precios de 12,5%, lo que representa un retorno de las tasas de inflación de dos dígitos, algo que no se observaba desde febrero de 2023.
Para el presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, Leonardo Vera, la economía tuvo un desarrollo más o menos positivo hasta poco después de la primera mitad del año por un conjunto de factores.
Por un lado, destaca la disminución de la inflación, que conduce a la desaceleración y estabilidad de la dinámica de precios, y por el otro, los incrementos en la producción petrolera y el papel de Chevron como proveedor de divisas. Ambas variables impactaron en la estabilidad del tipo de cambio que se registró a comienzos de 2024. Vera agrega que la esperanza de cambio político previo a las elecciones del 28 de julio también tuvo una repercusión.
“Las expectativas de cambio no se materializaron, hay una amenaza inflacionaria y una enorme inestabilidad en el mercado cambiario, sin dejar pasar por alto la incertidumbre de cuáles pueden ser las decisiones que tome en torno al hemisferio, y particularmente sobre Venezuela y su sector petrolero, la nueva administración que está por entrar en los Estados Unidos”, sostiene.
Además, acota que el año cierra sin materializarse ningún incremento en el salario mínimo, lo que ha agravado el débil consumo que se registra desde hace tiempo.
Mientras tanto, la consultora Ecoanalítica prevé que la inflación cerrará sobre el 30% en bolívares y 12% en dólares, cifra que aunque representa una reducción en relación con años anteriores, sigue siendo alta si se toma en cuenta que el promedio estimado de la región es de 4,3% según las últimas proyecciones del FMI (excluidas Argentina y Venezuela).
Oliveros advierte que “si se tiene una caída de los ingresos petroleros, producto de la imposición de sanciones y revocación de licencias, es probable que veamos una aceleración de la inflación, escalando hasta un 60% en bolívares. En caso contrario, la inflación bajaría hasta un 25%, probablemente la más baja en 15 años”.
El tipo de cambio marcado por el BCV se ha venido depreciando desde mediados de octubre, superando actualmente los 50 bolívares por dólar (al 15 de diciembre), mientras el precio de mercado está cercano a los 57 bolívares.
Para fin de año, el valor oficial de la divisa estadounidense podría llegar a entre 51 y 54 bolívares por dólar, mientras que la tasa paralela podría rondar entre 60 y 65, según Oliveros.
Para Vera, esta situación indica el retorno de una “dinámica en donde hay pocos dólares en el mercado cambiario en comparación de la demanda, por lo que la compra se debe trasladar inevitablemente al mercado no oficial o paralelo”. Al final, el precio paralelo termina dominando, “mientras el oficial se convierte en un mercado seguidor”.
Para corregir el atraso cambiario el economista sugiere ajustar el precio oficial, que a pesar de significar una devaluación, sería una medida preferible a “esta dinámica gradualista en la que tenemos varias semanas y en la que podemos estar varios meses, incluso, durante 2025”.
Asdrúbal Oliveros advierte: “Si el próximo año hay una caída del ingreso petrolero cercana al 40%, causada por la imposición de las sanciones, va a mermar la capacidad del Estado para sostener la tasa de cambio liquidando divisas, por lo que se acelerarán los niveles de devaluación”.
El problema estaría en el enfoque del mismo sistema cambiario, por tratar de “anclar el tipo de cambio demasiado bajo en un país que no tiene reservas internacionales líquidas”, por lo que, al persistir la inflación, no hay cómo alimentar el mercado cambiario y el bolívar se sobrevalúa, argumenta Leonardo Vera.
En el país existen actualmente 24 entidades bancarias, entre estatales y privadas, pero la cartera de crédito nacional no alcanza los 3.000 millones de dólares -según cifras de septiembre-, lo que equivale a solo un 2,5 % del PIB, muy por debajo del promedio de la región, que está cercano al 40%.
Esto como consecuencia del elevado encaje legal, es decir, del porcentaje de fondos captados que los bancos están obligados a mantener depositados en el BCV, que en el caso venezolano es del 73%, cuando el promedio de América Latina está por el orden del 10%.
El nivel de encaje forma parte de las medidas que ha venido instrumentando el gobierno dentro de su política monetaria restrictiva, por considerar que un coeficiente menor podría contribuir a un alza en los precios, incluido el del dólar.
Para el economista Leonardo Vera, la liberación del encaje no es realizable actualmente, pese a la urgente necesidad que tiene el aparato productivo del país, debido a las expectativas que hay en torno a la depreciación del tipo de cambio, lo que efectivamente podría conducir a que las personas no quieran quedarse con esos créditos en bolívares, y se dirigieran al mercado cambiario, buscando protección o especulación.
De tal manera que, detalla, la reducción del coeficiente debe ser de forma gradual, con un colchón de reserva previamente creado, en un momento de estabilidad cambiaria y con una disminución sostenida de la inflación.
Por otra parte, en cuanto a la sección del crédito destinada al consumo, Ecoanalítica estima un crecimiento en torno al 50% en base interanual, que, sin embargo, al estar concentrado en nichos, “seguirá siendo insuficiente para satisfacer las necesidades de la población”, sostiene Asdrúbal Oliveros, por lo que cree que “continuarán desarrollándose iniciativas privadas de microfinanciamiento, esquemas de ‘compre ahora y pague después’, de ventas programadas».
El año anterior, la recaudación vía impuestos y gravámenes, medida en dólares, experimentó un aumento de 22,8% en comparación con 2022. Mientras el país creció solo alrededor del 4% ese mismo año.
Oliveros ha advertido que este año se puede elevar hasta un 50% en comparación con 2023, lo que equivale al 15% del PIB.
Para Vera, en esta área también tendrá importancia lo que ocurra en torno al sector petrolero, puesto que si la nueva administración de los Estados Unidos toma medidas para restringir, obstaculizar o impedir las operaciones de Chevron en el país, esto “mermaría mucho los ingresos fiscales de origen petrolero, y por lo tanto, las autoridades tratarán de buscar recursos en el sector privado no petrolero, volviéndose más voraces”.
Octubre cerró con una producción de 989.000 barriles diarios, lo que supone un incremento del 4,8 % respecto a los 943.000 de septiembre, según la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Dentro de esta cifra de producción, que además contabiliza el crudo liviano importado, se encuentra la parte que corresponde a la estadounidense Chevron, la cual, durante el mes pasado, tuvo una producción de 197.000 barriles diarios.
Pese a que la producción neta ha mejorado en términos interanuales, sobre el futuro del sector se ciernen “ligeros nubarrones” provenientes de los Estados Unidos, según comenta Rafael Quiroz, economista especialista en el área de petróleo.
Para Quiroz, existen razones para creer que Donald Trump, quien tomará nuevamente posesión como presidente el 20 de enero de 2025, cumplirá las promesas de facilitar nuevas perforaciones en territorio federal y la construcción de infraestructuras energéticas para los sectores de petróleo y gas, así como el aumento de los permisos para exportar más hidrocarburos.
En consecuencia, el republicano también ha dicho que con la elección de Chris Wright, jefe del grupo de servicios petrolíferos Liberty Energy, como candidato a secretario del Departamento de Energía, busca mejorar las inversiones privadas en estas áreas y asegurar el dominio energético.
“Según previsiones Barclays Bank de Inglaterra, Estados Unidos va a cerrar este año con un consumo interno por encima de los 20 millones de bpd, de los cuales, los envíos desde Venezuela hechos por Chevron solo equivalen al 1%. Esto nos conduce a preguntarnos qué tan importante es realmente el petróleo venezolano para el mercado americano”, dice Quiroz.
Está seguro que “en 48 horas Canadá podría suplir los barriles que se envían hoy desde Venezuela con solamente echar mano de la conocida como producción cerrada u ociosa que mantiene”, cortándose para el gobierno el ingreso de divisas que puede percibir únicamente por los costos operativos de Chevron, incluyendo nómina.
De tal manera que “la promesa de aumentar la producción petrolera nacional a dos millones o cercana a esta cifra para el año que viene, no pasa de ser lo que yo llamo, ‘sueños otoñales’ en materia petrolera”, advierte.
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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