¿Cómo es posible que un Presidente se atreva a dar casi por hecho un negocio, casi lo anuncie ante periodistas, y después sea ampliamente desmentido en público? Esa es la pregunta que dominó los últimos días de conjeturas en Buenos Aires, refiriéndose a la gaffe de Chávez al decir que PDVSA y Enarsa podrían ser los compradores de los activos de Shell por 200 millones de dólares, y ser desmentido horas después.
A pesar de que en Argentina lo conocen por su verborragia (en su última reunión, Kirchner prácticamente lo mandó a callar, mostrándole el reloj), se comenta que el presidente venezolano cayó en una trampa del gobierno sureño: los argentinos decían tener pistas ciertas de que Shell estaba deseosa de vender sus activos, y por ese derrotero fueron las declaraciones de Alí Rodríguez cuando inauguró las oficinas de PDVSA en Buenos Aires, y las de Chávez, en enero. Se pensaba que las declaraciones apurarían la venta. Chávez, de visita en Buenos Aires, casi que dio el negocio como un hecho, mientras que la versión oficial de Shell da a entender que las conversaciones con los venezolanos prácticamente no existieron. Punto en contra para Chávez y para las aspiraciones de Kirchner de arrimar su raquítica Enarsa a PDVSA con un negocio estelar.
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