VOA
|
agosto 20, 2024
Mientras en la capital estadounidense aumenta el número de personas que vive en la calle, organizaciones civiles luchan para apoyar al colectivo y restaurar su dignidad
En una calle cercana al Congreso de Estados Unidos, en Washington DC, se erige un campamento improvisado formado por andamios, carpas y cartones. Allí, soportando una temperatura de más de 30 grados centígrados, vive un grupo de indigentes.
Uno de ellos es Naudis, un joven de 29 años nacido en Venezuela, quien explica a la Voz de América que lleva seis meses viviendo en la calle porque la falta de trabajo estable no le permite pagar un alquiler. En la capital estadounidense el precio medio de un alquiler es de 2.600 dólares, según el portal Zillow.
“Allí vivo yo y ahí vive mi primo, pero está trabajando ahorita”, dice Naudis mientras levanta una manta colocada a modo de puerta sobre un andamio. En el interior, se observan un par de hamacas y algunos enseres personales esparcidos por el suelo.
“Mi motivación es salir adelante porque uno se vino creyendo que acá, en América, era muy diferente de cómo se lo decían a uno. Se lo pintaban a uno de una manera y no es así”, comenta.
Una toma de agua sale de la pared que colinda con el que ahora es su hogar. Naudis dice que los demás indigentes y él usan el barreño de metal que hay en el suelo para asearse y refrescarse durante los días de más calor: “Hasta los mismos americanos que andan en la calle vienen a pedir agua acá»
Las autoridades locales señalan que en el área metropolitana de Washington se ha registrado un 12 % más de indigentes en comparación con el año anterior. Las secuelas económicas del Covid-19, los altos precios de la vivienda o la llegada de inmigrantes sin recursos son algunos de los motivos de este incremento, según los especialistas.
Por su parte, el gobierno local ha desmantelado algunos de los campamentos donde habitan los indigentes, quienes han tenido que desplazarse hasta otros lugares o buscar plaza en un albergue.
Según un comunicado de la alcaldía, el objetivo del desmantelamiento es proporcionar a las personas que viven en la calle “recursos de vivienda y servicios de salud mental” y “abordar los problemas inmediatos y persistentes de salud y seguridad pública que existen”.
*Lea también: Vuelos de retorno de migrantes que crucen el Darién inician el #20Ago
Para apoyar al colectivo, la asociación Friendship Place ofrece refugio a personas sin hogar. Creada en 1991 en Washington D.C., se enfoca en aquellos que padecen problemas de salud mental, adicciones o discapacidades. Bajo el modelo “Housing First” o “Vivienda primero» ofrecen en primer lugar una solución habitacional para después trabajar, junto a profesionales, en otros indicadores de vida, como la salud, el trabajo o la educación.
“No juzgamos lo que haces en tu propio hogar. Te recuperas mejor a tu ritmo, pero te recuperas. Eso es lo que es realmente genial de este modelo, porque tienes un lugar para dormir, para comer, tienes tu propio espacio en la noche. Cierras la puerta y realmente puedes reconstruir tu vida mucho mejor que estando afuera”, señala Jean Michel Giraud, certificado en rehabilitación psiquiátrica y presidente de la asociación.
Además de programas de vivienda permanente y temporal, la organización ofrece servicios médicos y asistencia a veteranos. Según su informe anual, en 2023 la iniciativa apoyó a 4.993 individuos en la capital estadounidense.
Justamente una de las personas que recibió los servicios de Friendship Place en el pasado fue Alan Banks. En entrevista con la VOA explica que vivió en la calle durante tres años tras perder sus ingresos debido a problemas de salud mental.
«La primera vez que tuve que dormir en la calle perdí mi autoestima. La gente te juzga por lo que ve. Tú mismo te ves así y te afecta (…) Pensé que no vería a mis hijos otra vez, pero vi a mi hija graduarse de la escuela de enfermería, pude celebrar la boda de mis amigos (…) He aprendido la importancia de las cosas que antes daba por sentadas” dice Banks.
Ahora, Banks trabaja para la organización.
«Soy mentor de uno de los programas, estoy muy feliz. Ésta es una de las maneras que tengo de retribuir. No llegué hasta donde estoy por mi mismo, así que esta es mi forma de darle la vuelta y ayudar a alguien» concluye.
A pocos kilómetros de distancia Daryl Wright enseña uno de los prototipos de vivienda que ofrece la organización de la que forma parte, llamada So Others Might Eat. La entidad fue creada en 1970 como un comedor social, pero con el tiempo fue ampliando sus servicios. En la actualidad ofrece alimentos, revisiones médicas y viviendas temporales y permanentes a personas que ganan el 30 % o menos del Ingreso Medio Familiar.
Sin embargo, para poder inscribirse en el programa de vivienda, los aplicantes deben estar sobrios y no padecer adicciones. También deben contar con un empleo.
Los integrantes del programa residen en viviendas repartidas por el área metropolitana de Washington y destinan, como máximo, un 30 % de su salario en pagar el alquiler:
“Mientras tengas un trabajo, pagas un tercio de la tasa de alquiler del mercado, y luego, los créditos fiscales para la vivienda pagan los otros dos tercios”, señala Wright, quien también subraya que uno de los objetivos de la iniciativa es “restaurar la dignidad” de los que viven en la calle: «Que puedan obtener alimentos, ropa, y, lo más importante, que estén limpios y puedan estar en la parada de autobús sin que la gente se ría de ellos porque no tienen un lugar donde bañarse».
La organización detalla que actualmente 1.295 personas forman parte del programa de vivienda asequible y un 98 % de los integrantes paga a tiempo el alquiler.
A pesar de las tasas de éxito de ambas organizaciones, los especialistas señalan que se enfrentan a retos importantes, como es ganarse la confianza de las personas que residen en la calle:
“Puede que se consiga de manera rápida, pero también se puede tardar meses porque la persona tuvo muchos problemas en su vida”, dice Jean Michel Giraud.
“Creo que una de las mayores barreras a la hora de ser más exitosos es que las personas a las que apoyamos desconfían del sistema (…) Mucha gente sólo esta asustada”. comenta, por su parte, Daryl Wright.
Entre otros retos, las asociaciones también apuntan involucrar a las autoridades con el objetivo de planificar soluciones sostenidas en el tiempo.
Post Views: 44
El empresario italiano Alessandro Bazzoni y su esposa Siri Evjemo-Nysveen, buscados internacionalmente por el robo…
Viejas y nuevas prácticas de censura coinciden en este universo de restricciones en Venezuela y…
El tiempo no se puede detener. Obvio. Pero de pronto parece renuente a las variaciones,…
Esta es una traducción de El Tiempo Latino. Puedes leer el artículo original en Factcheck.org. Escrito…
Esta es una traducción de El Tiempo Latino. Puedes leer el artículo original en Factcheck.org. Escrito…
Familiares de presos políticos reclaman al Ministerio Público que revise cada una de las causas…