¿Recuerdan el ‘período especial’ venezolano? Ese que comenzó en el año 2014 cuando las colas para conseguir una lata de atún eran eternas, donde las panaderías no tenían pan, las farmacias no tenían medicinas, los apagones comenzaron a ser más frecuentes e inició el éxodo masivo que hoy se ha convertido en la crisis de migrantes y refugiados más grande del mundo. Sí, seguramente lo recuerdan porque, salvo una diminuta élite venezolana (en su mayoría compuesta por la boliburguesía roja y sus testaferros), todos tenemos marcadas las cicatrices que dejó la necesidad de comer mango y yuca como método de supervivencia o tener que elegir entre comprar la pastilla para la tensión o un paquete de harina para hacer arepa.
Inicio recordando esos tiempos (que no han terminado sino que se han transformado por la resiliencia del régimen) porque justamente allí comenzó a gestarse ese sentimiento generalizado, fuerte e histórico de cambio en Venezuela. Allí, sí, en medio del dolor, la angustia y la rabia. En las protestas que dejaron decenas de muertos, en el llanto de la separación de las familias, en la impotencia de la madre que era obligada a darle una “bebida a base de leche”, que no pasó ningún control de calidad, a su hijo; mientras el sujeto devenido en diplomático encargado de los CLAP se hacía millonario con empresas fantasmas.
Digo que allí se gestó este sentimiento porque el venezolano, en su inmensa mayoría, fue entendiendo poco a poco que no se trataba de un “mal gobierno”, como todavía hoy algunos insisten, sino de un pequeño pero poderoso grupo que diseñó una Emergencia Humanitaria Compleja para poder someter a la mayoría de la población. Es decir, los venezolanos saben, perfectamente, que cada uno de sus males, los físicos, los mentales y los emocionales, tiene un origen único: el chavismo.
Durante todo ese tiempo hubo alguien que mantuvo exactamente esa explicación, alguien que mencionaba vehementemente que la única solución a los problemas era salir de ese grupo en el poder. Por eso hablaba de democracia y libertad cuando muchos otros comenzaron a pedir una jaula pero un poco más grande, demostrando que no solo habían dejado de entender a la sociedad, sino que nunca entendieron lo que enfrentaban –quienes lo enfrentaban. Esa persona, obviamente, es María Corina Machado.
Machado, quien desde luego ha cometido errores (pero ha aprendido de ellos), ha mantenido un discurso claro y coherente. Y aunque en su momento aquello fue bastante ignorado y hasta burlado (con cierto tono machista, hay que mencionar) por dirigentes políticos y líderes de opinión, cada vez fue más escuchado en la sociedad abandonada por un régimen que solo se dedicó a golpearla y por aquellos que decidieron hablarse entre ellos mismos y, casualmente, ser los únicos invitados de las televisoras y las emisoras radiales arropadas por la censura y la autocensura.
Mientras el statu quo se alejaba más y más de la gente, la propuesta de cambio llegaba a más sectores. No en “el este de Caracas”, sino en los cuatro puntos cardinales del país y más allá de las fronteras. No era el “micromundo de Twitter” sino la realidad de cada pueblo en Venezuela, tal y como ha quedado expresado desde Mecocal, pasando por Coro, hasta Guanarito.
Es así como llegó la elección Primaria. Ese 22 de octubre no solo descolocó a un régimen que, hasta ese día, tenía dos décadas marcando la agenda, sino también a quienes auguraban con ínfulas de grandeza (y, digamos, con bastante deseo también) que eso sería un desastre, que no participaría nadie, que sin el Consejo Nacional Electoral eso no funcionaría y un largo etcétera. Fue su primera gran equivocación. No escucharon el murmullo de la sociedad, no entendieron el sentimiento. No la vieron.
Luego, cuando 2.3 millones de venezolanos sacudieron el escenario político, tampoco quisieron abrir los ojos y comenzaron desde ese mismo día a restarle importancia a lo que fue un hito de nuestra historia reciente. Eso sí, aunque poco y nada hicieron para llamar a votar en la Primaria, sí entraron dócilmente al juego de Nicolás Maduro recordando que existe el Esequibo, que es nuestro, y que había que defenderlo. Así que hicieron campaña por un referéndum que, ¡oh, sorpresa!, fue una chapuza más. Algunos, como para mostrar que llevan a Venezuela tatuada en el corazón (o para mostrar que hicieron la tarea, quién sabe), hasta se tomaron fotos sonrientes con ese mar de… soledad, porque no fue absolutamente nadie, más que ellos, a los centros electorales. Una vez más quedó retratado el statu quo y, una vez más, no la vieron.
Así comenzó el 2024, y este grupo que fue bautizado por el periodista Oscar Medina como “lojanalistas”decidió volver a la narrativa de siempre, donde buscan igualar en responsabilidades a la víctima y a los victimarios, y a sugerir que pedir democracia y justicia es ser “radical” y que si el chavismo comete desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, torturas, asesinatos y corrupción, es porque los opositores estamos “llenos de odio”. No es porque son violadores de derechos humanos y corruptos, no, es porque “no les dejamos otra opción”.
En ese mismo tono, y porque el nombre compuesto “María-Corina” les produce más animadversión que los sonidos de las torturas en El Helicoide (que nunca mencionan), aseguraron desde el brindis de año nuevo que Machado llamaría a la abstención. Pero, como no la ven, no entendieron que la ruta electoral de la que tanto hablaban ya la estaba transitando la ganadora de la Primaria y con ella todos los dirigentes que genuinamente están comprometidos con lograr un cambio. Así, entonces, no solo no llamó a la abstención, sino que decidió nombrar a una “sucesora” para el tarjetón electoral, la profesora Corina Yoris. Fue “el plan B” que tanto pidieron. Pero no les gustó. ¿Qué les gustará entonces?
Como hay ciertas coincidencias entre este grupo errante y el chavismo, a la élite gobernante tampoco le gustó el nombre de la individuo de número en la Academia de la Lengua Venezolana, así que a última hora, para “salvar” la tarjeta de la MUD, se inscribió al diplomático Edmundo González Urrutiay, más adelante, la propia Machado sugirió que fuese él quien, al final, asumiera la histórica responsabilidad de, mediante elecciones (que no son un fin sino un medio) comenzar a escribir el punto y final de la época más oscura de la historia venezolana.
Es decir, María Corina no “declinó” una, sino dos veces. ¿Pero cómo, si me dijeron que su ego le importaba más que el país? De nuevo, no la vieron.
Ya con el candidato definido (y todo el paquete de campaña hecho espontáneamente por la gente; desde piezas musicales hasta memes y eslóganes), se retomaron las giras. En la calle, como nunca jamás se debe dejar de hacer. Y allí están las imágenes conmovedoras, poderosas. Barinas, Yaracuy, Portuguesa, Falcón, Zulia. María Corina con el afiche de Edmundo, los testimonios de cada habitante y los comanditos cuyos nombres muestran el deseo más grande del venezolano hoy: “nos volveremos a reunir, familia”.
Hay quienes en su desespero por no entender nada, o precisamente por entenderlo y no gustarle, hablan de “secuestro” de la campaña. Es curioso, porque secuestrados están Carlos Julio Rojas, Óscar Castañeda, Luis Camacaro, Juan Freites, Guillermo López, Ámbar Márquez, Víctor Castillo, Rocío San Miguel y un largo etcétera. Varios de ellos, precisamente, por hacer campaña. Una campaña que no ha parado ni va a parar porque el miedo a que la barbarie siga en el poder es mayor a las amenazas de esos bárbaros.
No hay convocatorias por medios abiertos ni tarimas grandes porque no están permitidas por el poder, la líder habla desde un camión con un megáfono, pero allí está la gente, allí le grita y le pide que guíe esta lucha por la democracia. Sí, hablan de democracia, de libertad. No quieren que les expliquen lo que ellos ya saben y padecen desde hace años, quieren que haya cambio. No en 2030, lo quieren hoy. Y esas imágenes dan la vuelta en toda Venezuela, y en el mundo. Por redes sociales, por WhatsApp, por el boca a boca de esa sociedad maltratada y abandonada que decidió escuchar a quien durante mucho tiempo fue la única que los escuchó, porque para entender a quienes vas a liderar debes oír y debes ver. Ah, sí, María la ve. Y mientras tanto, con la molestia que les causa cada acto apoteósico en medio de un terrorismo de Estado que la gente decidió enfrentar, “lojanalistas”, bueno… no la ven, ni la quieren ver.
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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Esta es una traducción de El Tiempo Latino. Puedes leer el artículo original en Factcheck.org. Escrito…