Juan Carlos Zapata (ALN).- La producción petrolera de Venezuela ya está en los mínimos de los mínimos. El precio del petróleo también. Para Petróleos de Venezuela, PDVSA, lo que marque el mercado tampoco es el precio real, porque está obligada a vender con descuentos. La producción hoy no supera los 350.000 barriles diarios. Y no hay gasolina en el país con las reservas de petróleo más grandes del planeta. La falta de gasolina es un problema económico, y también político.
Con Nicolás Maduro, Petróleos de Venezuela entró en barrena. Ya estaba en declive con Hugo Chávez. En 2012, el último año del Chávez activo, una explosión afectó el tercer complejo refinador del mundo con capacidad para procesar más de un millón de barriles diarios. Jamás se pudo recuperar del todo. Murió Chávez. Llegó Maduro al poder, y el desastre se acentuó. La escasez de gasolina, que era puntual en las regiones fronterizas con Colombia, se fue extendiendo por todo el país. La refinación alcanzó un punto crítico que Maduro paliaba con importaciones. Y ahora, sin dinero, aislado internacionalmente, con un régimen sancionado, y con una PDVSA destruida, tampoco puede importar. Hizo un último esfuerzo en diciembre. Y hasta ahí llegó. Los empresarios dicen que Maduro no puede garantizar el suministro de gasolina a pesar de que les ha exigido mantener las empresas operativas.
Ha llegado el escenario al que los militares le temían. Un país sin gasolina. Por ahora, la cuarentena del coronavirus oculta en parte la realidad. Pero la mentira no se sostiene. Ni las consecuencias pueden detenerse. Los militares le temen a un estallido. Y la escasez del combustible actuaría esta vez de detonante.
La gasolina es un punto sensible en Venezuela. Los gobiernos de antes de Chávez y los de Chávez y el de Maduro, han evitado decretar aumentos del precio. Le temen a ello. Un aumento puede ser la chispa que encienda la pradera. La gasolina en Venezuela se regala. Y así lo entiende el Ejecutivo de Maduro y así lo entienden los militares. Pero si antes era el precio, ahora el detonante puede ser la escasez. Por ello Maduro dispuso recursos de emergencia para importar gasolina en el último trimestre de 2019 cuando los inventarios habían alcanzado 4 días. La semana pasada se ubicaban en 2 días. Maduro gastó porque siguió subsidiando el precio y gastó importando aditivos, diluyentes y gasolina. A pesar de que Maduro está aprovechando la cuarentena del coronavirus para que la población no se movilice, no puede garantizar el abastecimiento. En términos técnicos, no hay gasolina en el país que era una potencia petrolera antes de que el chavismo destruyera la capacidad productiva. El economista, exfuncionario del Banco Central de Venezuela y diputado José Guerra, escribía este fin de semana en el diario ALnavio que “en su mejor momento el consumo interno llegó a representar 600.000 barriles diarios, con una economía 60% más grande de lo que es hoy. Actualmente, de esa capacidad instalada apenas se utiliza como mucho el 3%, equivalente a 40.000 barriles diarios, absolutamente insuficientes para abastecer al mercado interno aún con su reducido tamaño. Se estima que el consumo local se sitúa hoy en 150.000 barriles diarios entre gasolina y diesel, de los cuales unos 110.000 barriles diarios deben ser importados”..
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En su último discurso ante la Asamblea Nacional, el 13 de enero de 2012, Hugo Chávez se jactaba de haber recuperado la independencia de Venezuela y entre otras razones, destacaba la política petrolera que había emprendido, que consistió en nuevos esquemas de asociación con multinacionales -con sobradas ventajas para PDVSA- y estatización de empresas de servicio, más un plan de endeudamiento de la compañía aunque había gozado de los mayores ingresos en la historia del país, y subsidios a los precios de la gasolina que consumieron miles de millones de dólares. Chávez se planteó proyectos de refinación a nivel nacional e internacional que no se concretaron. La independencia del país en la que hacía énfasis -Tenemos patria, decía- estaba basada en una Venezuela, potencia petrolera. Pero el esquema estaba condenado al fracaso. Y el fracaso lo aceleró Maduro. No supo qué hacer con PDVSA. Nombró hasta 7 juntas directivas y la última ha sido una comisión reestructuradora de la compañía. La corrupción penetró con Chávez y se enquistó con Maduro en una empresa que era modelo de gerencia global. De PDVSA surgió la boliburguesía petrolera, que saqueó miles de millones de dólares. Maduro sacó a Venezuela del mapa petrolero mundial. De ser actor principal de la OPEP pasó a actor de reparto.
Ha llegado el escenario al que los militares le temían. Un país sin gasolina. Por ahora, la cuarentena del coronavirus oculta en parte la realidad. Pero la mentira no se sostiene. Ni las consecuencias pueden detenerse. Los militares le temen a un estallido. Y la escasez del combustible actuaría esta vez de detonante. Los venezolanos que aún salen a surtir gasolina, hacen colas que pueden extenderse por kilómetros y horas. La mejor noticia que se transmite por los grupos de whatsapp es el arribo de un camión cisterna a una estación de servicio determinada. En algunas ciudades, la espera es de varios días. A eso hay que agregar la escasez de gas doméstico, otro servicio que fue modelo antes de la llegada del chavismo. Chávez politizó y centralizó los canales de distribución de gas y ahí acabó todo.
Los empresarios dicen que la escasez de gasolina es un “drama” que se “repite” en todos los estados del país. Si no hay gasolina no hay garantías de producción de alimentos. El transporte no puede movilizarse. Ya los productores del campo, los ganaderos entre otros, se habían quejado de la situación, y todavía, dicen los empresarios, no han recibido respuesta del régimen de Maduro. Y no va a haberla. No puede haberla. Porque no hay producción de gasolina ni tampoco importaciones. Aquel complejo refinador que sufrió un siniestro en el último año del Chávez activo, está hoy al 10% de su capacidad.
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Maduro sigue explotando la épica de la independencia. Insiste en que la crisis se produjo a raíz de las sanciones impuestas a PDVSA por parte de los Estados Unidos. Maduro no quiere reconocer que además del modelo impuesto por el chavismo, convirtió a PDVSA en un campo de batalla, en un escenario de guerras intestinas de los grupos rivales del poder. Maduro llevó a prisión a dos presidentes de PDVSA, y uno se le murió en prisión. Así PDVSA terminó siendo en esta etapa no una corporación petrolera de alcance mundial sino un trofeo en el reparto del poder. Ello implica que quienes se coloquen al frente de la operación no sean por cierto los mejores sino los que garanticen los intereses y los negocios particulares.
Un aspecto que refleja la decadencia y destrucción de PDVSA es el contrabando de gasolina. Con el chavismo el contrabando de gasolina hacia Colombia alcanzó niveles milmillonarios. Y estaba a la vista del país, o de ambos países. Poco se hizo para detener el flagelo porque PDVSA seguía produciendo gasolina, y el negocio estaba liderado por mafias constituidas fundamentalmente por militares. Pero el negocio no se detuvo con el colapso de la refinación. Se importaba gasolina y la gasolina importada también era objeto del contrabando. Ahora no hay gasolina. Y la pregunta que este lunes se hacía un empresario petrolero de Venezuela era esta: ¿Qué va a pasar con los militares, si también se les acabó ese negocio?
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