Los encargados de los refugios en El Paso, Texas, cuentan que los testimonios que más se oyen son de migrantes venezolanos. «Lo que nosotros más escuchamos es la realidad de Venezuela, sobre todo, casos de persecución política por no estar a favor del sistema, personas que están vigiladas o amenazadas, crisis económica y extorsiones»
Fotos: Luna Perdomo
Aunque ha habido una disminución considerable de migrantes cruzando a los Estados Unidos (EEUU) de manera ilegal, hay quienes siguen arriesgando todo para buscar mejores oportunidades de vida para ellos y sus familiares. Quienes llegan a El Paso, Texas, y no cuentan con apoyo para techo y comida, acuden a los refugios, casi siempre de iglesias católicas, en busca de protección.
«Más de 90% de Venezuela», afirma Rafael García, padre de la iglesia Sagrado Corazón, quien adecuó la cancha de baloncesto del templo para recibir a cientos de migrantes que pernoctaban en las calles de Texas. Agrega que también había ciudadanos «de Colombia, Ecuador, Centroamérica» y que al lugar llegan personas solas, mujeres embarazadas y familias completas; «una variedad muy grande», pero en el refugio no cabían todos y a veces había que darle prioridad a mujeres y niños.
García resume las experiencias y obstáculos de los caminantes y aunque cuenta que muchos llegan traumados de la travesía por la selva del Darién tras ver personas muertas en la ruta y la dificultad del terreno, asevera, citando a los inmigrantes, «peor que el Darién es pasar por México por los asaltos, extorsiones, secuestros».
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El sacerdote, de origen cubano y que años atrás también engrosó las cifras de migrantes, explica que la situación y las dinámicas de los distintos países que empujan a sus nacionales a huir son muy complejas y variadas y que no se pueden englobar en una generalidad: «Lo que nosotros más escuchamos es la realidad de Venezuela, sobre todo, casos de persecución política por no estar a favor del sistema, personas que están vigiladas o amenazadas, crisis económica y extorsiones», enfatiza y agrega que los colombianos están huyendo en la actualidad de la guerrilla y la violencia, que otros inmigrantes escapan de la corrupción, el crimen organizado o la pobreza extrema.
A juicio del padre Rafael García, «la ayuda psicosocial y apoyo emocional a los migrantes tiene que ser más fuerte en las ciudades de destino definitivo» por parte de las autoridades para cooperar con el bienestar y la salud mental de quienes llevan semanas e incluso meses caminando hacia el norte, enfrentando diversas dificultades en busca del sueño americano. Dice que en la iglesia se les brinda «una ayuda de emergencia temporal; es un poco de curar la herida, rápido, para que puedan seguir», pues menos de 1% de los caminantes permanece en El Paso ante la dificultad de conseguir empleo y ganar algo de dinero.
El padre dice que son muchas las iglesias, incluso no católicas, y otras organizaciones que alrededor de Estados Unidos brindan apoyo y asesoría a los migrantes que llegan en condiciones vulnerables. Se les ofrece albergue, comida, ropa, emergencias ante dificultades de salud, asesorías con abogados de inmigración, «hacemos lo que podemos», comenta.
Otro de los grandes problemas que Rafael García encuentra en los migrantes venezolanos es que una vez que llegan a EEUU «se sienten desprotegidos, solos, porque no saben a dónde ir, porque no hay una comunidad establecida que los pueda recibir».
A quienes llegan a través del CBP One en la iglesia Sagrado Corazón se les orienta para llenar formularios y optar al permiso de trabajo para luego conseguir un empleo. «Los venezolanos en particular llegan con ganas de trabajar porque son profesionales, gente que tenía negocios, y EEUU necesita trabajadores», detalla el religioso.
En estas instalaciones, los inmigrantes recibían tres comidas al día, ropa, acceso a duchas, medicinas, los niños jugaban, había atención psicológica, clases de inglés y por las noches cada uno tomaba una colchoneta para dormir en un espacio seguro.
Cuando el número de migrantes superaba la capacidad del refugio, muchos, incluso miles, improvisaban colchonetas en los alrededores del templo porque decían sentirse más seguros en ese espacio.
El refugio Sagrado Corazón, de Texas, cerró sus puertas el pasado mes de octubre ante la disminución en la llegada de migrantes, luego de que el presidente Joe Biden emitiera en junio la orden que restringe la entrada, el asilo de indocumentados y acelera las deportaciones. Los dos últimos migrantes que recibió el albergue eran venezolanos.
El sacerdote Rafael García recuerda que fueron dos años de atención ininterrumpida a miles de migrantes y aunque las puertas del refugio en la actualidad están cerradas, la iglesia sigue dispuesta a brindar ayuda a quien lo necesite.
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«Tengo miedo y tengo hambre» son los principales motivos que le refieren los ciudadanos para migrar a Rubén García, sacerdote y director del refugio Casa de la Anunciación, también ubicada en El Paso. Dice que estas causas se han mantenido a lo largo de los 47 años que el centro tiene funcionando.
Recuerda el caso de una madre que llegó a Estados Unidos desde Guatemala, con varios hijos, huyendo de la pobreza, y el bebé de 18 meses ya estaba a punto de morir por desnutrición, pero también indica que la pobreza y el hambre no son motivos para otorgar asilo.
Esta es una ONG que en total tiene cinco albergues distintos bajo una misma dirección y coordina muchos otros refugios para migrantes de otras iglesias católicas. Unos meses atrás, en el momento más álgido de la migración, la Casa de la Anunciación recibió a 150.000 migrantes, pero desde que abrió sus puertas, García afirma que han atendido «unos dos millones de refugiados».
García explica que los ciudadanos de Venezuela comenzaron a llegar entre los años 2021 y 2022: «Maduro no le garantiza nada a los venezolanos y es cuando comenzaron a salir», sostiene y reitera que esta comunidad no tiene quién los reciba y por eso fue que terminaron durmiendo en la calle.
«Todo el mundo sabe que Maduro no ganó la elección, pero ¿quién va a hacer algo? Y si eres venezolano, te queda huir y venir a tocar la puerta en la Casa de la Anunciación; pero no hay un mecanismo para ponerle presión a Venezuela para que echen a Maduro y Venezuela empiece a trabajar», expone el sacerdote Rubén García sobre la complicada situación de esta nación.
«Es difícil, es difícil económicamente», afirma el sacerdote García sobre la decisión de migrar y establecerse en los Estados Unidos.
En la actualidad, la Casa de la Anunciación solo tienen unos 25 migrantes y todos reciben comida, atención médica con voluntarios que estudian medicina, colchonetas para dormir y asesorías para continuar su viaje migratorio.
Sin embargo, para esta organización el trabajo no ha sido fácil, pues tiene una demanda por parte del procurador general del estado de Texas, Ken Paxton, tras acusarla de «traficar y manejar ‘casas de seguridad’ (lugar donde secuestran migrantes)»; es decir, el funcionario dice que este refugio facilita la migración ilegal y el contrabando de personas.
Pero aún se espera la resolución de la demanda, el juez del distrito Francisco Domínguez emitió una orden que bloqueó la citación del fiscal Paxton a la Casa de la Anunciación, alegando que parecía que el motivo del procurador es político; luego de esto, el caso pasó al sistema judicial estatal.
De acuerdo con el sacerdote García, el objetivo de este funcionario es cerrar la Casa de la Anunciación y hacer una advertencia a los demás refugios para que detengan su labor humanitaria; no obstante, este refugio se mantiene operativo. En su defensa y de la organización, el padre afirma que su labor «viene de la fe» y del sentimiento del evangelio de «darle la bienvenida al prójimo», al más necesitado.
En esta zona, por sus características, hay refugios de iglesias católicas y cristianas, así como del gobierno local y regional para atender a los migrantes que llegan diariamente.
Hasta agosto de este año, los funcionarios de la Patrulla Fronteriza detuvieron a más de 243.000 migrantes que cruzaron de manera ilegal a EEUU por El Paso, Texas. Esta es la segunda ciudad fronteriza más importante después de San Diego, exactamente colinda con Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua. En esta región se encuentra el río Bravo, que forma una barrera natural entre los dos países. El cruce por El Paso es peligroso por la combinación de desafíos naturales y de seguridad, pero es la zona elegida por miles de migrantes o a la que son enviados por organizaciones criminales que trafican con personas con la aspiración del sueño americano.
Económicamente, El Paso no es un lugar atractivo para los migrantes porque el salario promedio tiende a ser menor que en el resto del país: los migrantes pueden ganar unos $12 por hora; mientras que en otros estados, el salario mínimo promedio es de $17,55 por hora y en otros puede superar los $19 por hora.
Esta es una comunidad de habla hispana que puede facilitar la adaptación temporal a los migrantes que buscan establecerse, pero la mayoría, que busca mejores oportunidades de vida, prefieran ir a otras ciudades.
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