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María Corina Machado: Reflexiones de sus asesores sobre su liderazgo y la transformación de Venezuela

Le pregunté a Carlos Blanco hace unos días si había visto llorar a María Corina Machado. Me contestó, sin titubeos, que la había visto emocionarse ante la gente. Dice Blanco que ella tiene una particular sensibilidad ante el sufrimiento de los más humildes. «Ha asumido un papel que va más allá de aspiraciones personales y aspiraciones presidenciales, aunque yo creo que va a ser presidenta de Venezuela; se ha convertido en una referencia espiritual de la sociedad venezolana. Por eso es que las maniobras contra ella no funcionan».

«¿Por qué no funcionan?» «Porque no se dan en el plano de un combate por este cargo o por aquella posición; el combate de ella, o lo que ella encabeza, es una lucha por la transformación espiritual, moral, que alude a los principios y valores. Para eso no hay competencia posible».

No es cursilada ni ñoñería lucubrar sobre la posibilidad de que una líder popular como MCM haya llorado, por ejemplo, durante la campaña que protagonizó en 2024 o encerrada, a solas consigo misma, donde quiera que se encuentre. Habrá tenido derecho a derrumbarse. Habrá tenido ganas de sollozar. Es lógico. Por cierto, el anuncio del Premio Nobel de la Paz para Machado debe haber desatado una bonita catarata de lágrimas dentro y fuera de Venezuela. El que esté libre de lágrimas que arroje la primera piedra.

Le hice una breve entrevista a Carlos Blanco, tal vez el principal asesor en el line up de la Machado, sobre un tema que acá no viene al caso. Lo que sí viene al caso es que Blanco agregó, ante una duda que le expuse, que «nosotros no estamos pensando, de ningún modo, en la sustitución de Edmundo González [una vez asumido el poder en Caracas]; nosotros estamos pensando en él como presidente de la República. El principio de legitimad no deja lugar a duda: Ganó abrumadoramente las elecciones. Segundo, María Corina ganó abrumadoramente las Primarias y eso la consagra como líder indiscutible del pueblo venezolano».

Igual a la consulta de Blanco fue el encuentro con el economista Gustavo García, quien pasó por Madrid esta semana. Visita que aprovechó para verse con Edmundo González Urrutia. Solo le pregunté, de pasada, cómo había ido todo con el Presidente y me contestó lacónicamente pero satisfecho: «Bien».

Lo mejor de Gustavo García ―con una larga experiencia en el Bando Interamericano de Desarrollo, BID, y como profesor de varias materias en el IESA― es su convicción de hierro sobre la inmediatez de la recuperación económica de Venezuela (en caso de que por fin el país se deshaga del chavismo). El petróleo y el gas están llamados a ser la ventaja competitiva en la proa del buque de la (¿próxima?) prosperidad. La yunta de bueyes que arrastre el carromato nacional. No le cabe duda.

Las ideas de García, que se condensan en el documento Tierra de Gracia, resultan motivadoras y convincentes desde su charla informada. No habrá otro recurso ni otra actividad económica que le permita al país una recuperación tan rápida. Primero, por el nivel de reservas, amplias y cercanas bajo tierra. «Y no estoy incluyendo los 300 mil millones de barriles de toda la franja (del Orinoco), porque una parte de eso todavía no es explotable económicamente con la tecnología que existe hoy, pero estamos hablando del nivel de reservas más grande de todo el hemisferio occidental, y posiblemente del mundo occidental».

Gustavo García ve con precisión cosas que el común de la gente no puede ver, y al parecer no hay fisuras en su bola de cristal: a Venezuela le espera algo vertiginoso. Un segundo aire en su desarrollo, si se parte de aquel reventón durante la época de Gómez que dio pie al lanzamiento del país hacia la estratosfera latinoamericana. Las reservas de gas que hoy no se explotan porque, simplemente, el Estado chavista es incapaz de hacerlo, están llamadas a apagar la sed de electricidad que crece en el mundo. Sobre todo, por lo que está creando la Inteligencia Artificial. Dice García: «Ya, a estas horas, muchas de las empresas de tecnología que están produciendo Inteligencia Artificial de manera masiva saben que tienen que buscar nuevas fuentes de energía; desde luego, la energía convencional es la que garantiza la permanencia y la estabilidad, y lo hará por mucho tiempo. Venezuela todavía va a tener una ventana de no menos de 30 años, cincuenta años quizas, de uso del petróleo para apalancar su recuperación». Cree que el petróleo será como lo fue en Venezuela a comienzos del siglo XX, cuando apareció el petróleo y empezaron las trasnacionales a instalarse en el país.

Y agrega las dos ventajas intrínsecas del petróleo criollo: «Tenemos dos ventajas competitivas muy importantes: los países que están haciendo estas exploraciones gastan enormes cantidades de dinero en buscar ese petróleo y confirmar que ese petróleo está allá abajo; nosotros no. Segundo, ese petróleo que se consigue, en otros países, a grandes profundidades, es liviano pero cuesta mucho obtenerlo precisamente por eso, porque está en aguas muy profundas. Fíjate en este dato: Venezuela tiene un nivel de precio de equilibrio, incluyendo el petróleo pesado y extrapesado, e incluyendo los diluentes, de 27 dólares por barril…».

Es decir; cuando el precio del petróleo esté por encima de 27 dólares por barril (y suele estarlo, por lo general), ya Venezuela gana

***

Lo siguiente no salió de las conversaciones con los asesores, pero vale la pena anotarlo: el único consejo que le deberían hacer llegar a Machado es alejarse del partido político español Vox lo más posible, poner millas de por medio. Hágalo por lo que más quiera, señora Machado. La secta Vox no tiene seguidores sino secuaces; estos y sus dirigentes están más a la derecha que Donald Trump, y ya sabemos que con esa ración derechista y retrógrada es suficiente para arrear. Pero Vox no solo está más a la derecha que el carnicero de los demócratas estadounidenses; está más a la derecha, incluso, de lo que alguna vez lo estuvo Benito Mussolini y, más atrás en el tiempo todavía, más a la derecha de lo que jamás estuvo Atila, el rey de los hunos. Sobre el terreno que tocan o pisan los de Vox no solo no ha de volver a crecer la hierba; tampoco lo hará cualquier clase de idea sensata. Los congresistas de Vox son tan ignaros que, al querer insultar a sus oponentes en el Congreso, no les dicen «chavistas» sino «bolivarianos». Con Vox ni a coger mangos, porque su feligresía los agarra podridos o se pudren en sus manos de inmediato, al instante de tomar contacto. Ojalá jamás vuela, señora, a aparecerse en un evento montado por ese partido, ni en pintura.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

rpoleoZeta

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