Juan Carlos Zapata (ALN).- El machetazo en contra de la candidatura de Luis Alfaro Ucero en 1998 fue un acto de desesperación por parte del partido Acción Democrática y las elites que ayudó a allanar el camino al poder de Hugo Chávez. El 12 de abril de 2002 fue otro acto de desesperación que se manifestó en errores que abrieron el camino del retorno de Hugo Chávez a la presidencia, de la que había sido depuesto el 11 de abril por una rebelión cívico militar. El paro petrolero y empresarial de diciembre de 2002 fue otro acto de desesperación que consolidó a Hugo Chávez en el poder. Abstenerse en las elecciones parlamentarias de 2005 fue un acto de desesperación de los partidos opositores que marcó la ruta de la hegemonía chavista en la Asamblea Nacional y en el espectro político nacional.
Hay errores que se pagan caro. En los tiempos de Nicolás Maduro, para unos, La Salida en 2014, fue un movimiento a destiempo. Otro acto de desesperación. Lo serían asimismo las protestas de los años subsiguientes. Paradas imaginarias a ver si reventaba algo. Se consideraba que con el 30 de abril de 2019 se tenía suficiente. El levantamiento no solo no levantó a nadie sino que le dieron a Maduro y a la Fuerza Armada un discurso, una épica, y una voluntad en la lucha por el poder a todo evento. Se creía que la lección estaba aprendida, y ahora surge este 3 de mayo lo que se llama la invasión. ¿Qué pasó?
Salta a la vista para muchos dirigentes dentro de la propia oposición que se trata de un acto de desesperación de un grupo sin control, al margen del centro político. Una operación, dicen, improvisada, sin plan, sin medir consecuencias. Una chapuza. La operación habla pésimo de quienes la ejecutaron. Y habla mal del núcleo opositor.
Le hace daño a Juan Guaidó. Porque Maduro se vuelve a encontrar con argumentos para acusarlo de terrorista en el entendido de que el régimen no pierde tiempo en vincularlo a lo sucedido, incluso basado en testimonios de algunos de los protagonistas, que, por insólito que parezca, reivindican el fracaso como una gesta, revelando detalles que espantarían a los mercenarios de cualquier obra de ficción de Frederick Forsyth. Los daños -es difícil calcular aun que sean colaterales- llegan hasta Estados Unidos y Colombia. A la oposición le ha faltado voluntad en desmarcarse de esta y otras operaciones de este tipo.
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Cuando aparecen grupos anárquicos y aventureros de tal naturaleza, con operaciones, a la luz de los hechos y los resultados, totalmente improvisadas y desesperadas, apuntan hacia otro aspecto. Que algo falla en el centro de mando de la oposición. Y ahí tiene que revisarse el liderazgo. A lo mejor esos grupos consideran que la opción Guaidó se encuentra tan debilitada, hasta el punto de que pierden la esperanza de que pueda conducir hacia una solución pronta a la crisis. A lo mejor consideran que dividida, la oposición no logrará imponerse y echar a Maduro y al chavismo del poder. A lo mejor consideran que la opción es barrer al enemigo, y no darle tregua, ni negociar, ni siquiera verlo de lejos. La solución es la solución final.
De manera que, ¿ven paralizado a Guaidó? ¿Ven al centro opositor sin ruta? ¿Lo ven sin política? Si no hay política, dirán, hay que buscar otra vía. De hecho, hace poco una encuesta descubrió que hay un sector de la población que se inclina por echar a Maduro por la vía armada. Esto no se había visto, y menos en la proporción que se supone descubrió el estudio, desde que a finales de los años 60 y 70 del pasado siglo, la guerrilla se acogió a la pacificación que le ofrecieron los gobiernos de la democracia.
Por supuesto que hay que creerle al centro de mando de la oposición cuando hace el intento de ponerse el margen de la operación. Y hay que creer también que hay militares dentro de la Fuerza Armada que quieren el cambio. Y hay que creer, incluso, que hay dirigencia chavista dispuesta al cambio. Y hay que creerle a las encuestas cuando revelan que Maduro y el gobierno y la dirigencia madurista siguen estancados en las opciones políticas y electorales mientras que Guaidó y la oposición aun mantienen puntajes más elevados.
Pero entonces algo no está funcionando. ¿Falta de iniciativa? ¿Falta de una ruta más clara? Una ruta que ni se observe ni se entienda tan apegada ni tutoreada por los Estados Unidos pues a estas alturas es Washington el que aparece imponiendo la línea.
Los chapuceros, señalan estos dirigentes de la oposición con los que hablé, han metido en un problema a Guaidó. El régimen va arremeter. Con peor saña de lo visto hasta ahora, que no es poca cosa. Otra vez la Fuerza Armada y el Alto Mando harán causa común con los grupos de la coalición madurista, los que, a su vez, encuentran elementos para seguir resistiendo en el poder. La llamada Operación Gedeón le brinda otra épica a Maduro, la segunda en fila en un año. Ni siquiera Chávez tuvo una así; Chávez que soñó con alguna escaramuza de ese tipo. Ya Maduro tiene su versión. Tanto el 30 de abril de 2019 como ahora en este mayo de 2020 ha dicho lo mismo, que ya estaba al tanto de lo que venía. Por supuesto, no había que esperar mucho para escucharlo decir que Guaidó es el autor intelectual.
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