La realización de la primaria de la oposición ha cambiado el panorama de la política venezolana. No parece sensato que a una sola mudanza de entidad se atribuya una influencia capaz de superar sus límites naturales para trascender hacia amplios sectores de la sociedad que no están organizados en banderías, y para hacer que la dictadura descubriera sin paliativos la magnitud de su soledad, la pobreza de su influencia, pero no hay otro fenómeno sobre el cual detenerse con seguridad cuando uno debe hacer los balances habituales en estas fechas.
Ya el hecho de que la dictadura permitiera su realización, o de que no le pusiera mayores escollos, da cuenta de lo poco que se esperaba de la elección primaria. Muchos dirigentes de la oposición pensaban que sería un trámite sin frutos. Por consiguiente, le escurrieron el bulto. Ni el régimen ni un buen caudal de líderes opositores calcularon que las manifestaciones de recibimiento hechas a los candidatos en las regiones se convertirían en una presencia demoledora durante el día previsto, en una resurrección que solo unos pocos esperaban y a quienes se juzgaba de incautos. Sin embargo, la concurrencia colectiva y el renacimiento político sucedieron, hasta el punto de iluminar un panorama dominado hasta entonces por las decepciones y cubierto de pesadas penumbras.
“Los adecos y los justicieros fueron unos pigmeos ante la destreza, la disciplina y la fe desplegadas por Vente Venezuela para el triunfo de su candidata. Caída y mesa limpia, sin posibilidad de duda”
Pero conviene reflexionar sobre los resortes fundamentales del éxito, para no caer en la trivialidad de pensar que se debió a los partidos que hasta entonces solo venían dando tumbos. La Primaria no remite a la reaparición de la fortaleza de los partidos políticos que más se han ocupado de luchar contra el chavismo, sino al debut de una nueva y vigorosa organización que en realidad se estrenaba en unas lides electorales que de veras le interesaban, en la lid de su fundadora y candidata. Habían preferido hasta entonces supervisar y ofrecer líneas de conducta sin echar los anzuelos en el río, pero hora prepararon la carnada y se ocuparon del afinamiento de sus mejores pescadores, para hacer de la candidatura de María Corina Machado una fuerza arrolladora.
El hecho de que el candidato Carlos Prosperi comenzara a hacer malabarismos lamentables antes de la elección, después de pavonearse del poder de la organización adeca en los montes y en las poblaciones más inaccesibles, invitaba a adelantar la desaparición de una molienda que fue implacable en el pasado. Ahora solo podía acarrear cuatro gatos. La espantada del candidato Henrique Capriles en la víspera electoral, protagonizada sin argumentos después de sentir la escualidez de sus justicieros, sugería que la fumata largamente anhelada ya no podía salir de una chimenea que antes contaba con miles de devotos. Esos devotos ya no estaban presentes en la plaza, o preferían bautizarse en otro altar. Los adecos y los justicieros fueron unos pigmeos ante la destreza, la disciplina y la fe desplegadas por Vente Venezuela para el triunfo de su candidata. Caída y mesa limpia, sin posibilidad de duda.
Los vigilantes de la dictadura descubrieron el fenómeno a toro pasado; es decir, después de ver los movimientos de una organización que no cubrían del todo sus radares por estar pendientes de los enemigos de costumbre. De allí la persecución que han ordenado contra los organizadores inusuales que han logrado el encumbramiento de María Corina Machado. Un nuevo emprendimiento, junto con un referendo sin asidero, que confirma cómo se encuentran de preocupados. Me parece que los partidos en minusvalía deben hacer lo propio desde su necesidad, desde su evidente anemia -entender una situación que no parecía inmediata-, para viajar en un solo navío triunfante. Es solo cuestión de analizar en buenos términos la nueva realidad y aprovechar la lección, antes de que sea demasiado tarde para ellos. Y para que brillen de veras las luces anunciadas en el título del apresurado artículo que ya termina.
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