Nota: este artículo fue publicado hace un tiempo, pero nos pareció que tiene plena vigencia hoy día. Lo repetimos con pequeñas correcciones.
A todos nos es fácil recordar y mantener vigentes esas grandes frases que marcan historia, como aquella de las “siete plagas de Egipto”, también conocidas como las “Diez plagas” que llevaron, supuestamente, a la liberación de los judíos de la tiranía del Faraón y no es que desee establecer una analogía con aquel supuesto suceso, porque no tenemos un Moisés que las pida y las provoque, sino porque sirven para identificar las que le han caído a Venezuela y que tanto daño han hecho.
Muchas veces tendemos a explicar la situación venezolana por los hechos o por los síntomas de una enfermedad mayor que no percibimos y que está detrás de aquellos. Por ejemplo, cuando nos preguntamos ¿Cuándo se quebró Venezuela?, lo atribuimos a un suceso histórico o una conducta política, como aquello del “boom petrolero” o el “efecto Tequila”, pero no nos damos cuenta que hay una especie de “ruta de comportamiento” que, precisamente, explica aquellos hechos y no le atribuimos la suficiente fuerza explicativa. Sabemos que se han dicho y repetido, pero esta vez, parece útil ponerlos de conjunto para que no se nos olvide lo que se esconde detrás de lo que nos sucede hoy día.
Son “siete” las plagas que llegaron a Venezuela:
Caudillismo militar.
Quizás la primera de todas, porque tiene raíces en nuestros orígenes como país y como Republica. El hecho de que nuestra identidad se formara en y después de la guerra de Independencia cataloga una secuencia de historia y mando militar sobre Venezuela. Digo que es una “plaga” porque, nunca, nunca repito, permitieron la creación de una autentica Republica, tal como esta se entiende modernamente. La controversia entre Bolívar y Miranda ilustra nítidamente este dilema[1], en el cual triunfa la visión militar sobre el primero. La idea del “caudillo”, íntimamente ligada a nuestros primeros tiempos, completa el cuadro de la presencia militarista, con aquello, por ejemplo, del “gendarme necesario”, que a veces se escucha en voces que claman por orden y disciplina.
No hay duda alguna en sus efectos y la influencia que tuvo y tiene en la conformación de nuestros poderes públicos, en especial los de hoy día, dirigidos claramente a la consolidación de un poder personal, único y militar. Nada bueno nos ha dejado esa secuela a juzgar por la experiencia y la historia y por el estado en que se encuentra Venezuela.
Presidencialismo
Por si fuera poco, a esta “plaga” le agregamos otra que consolida la primera: la de un poder presidencial casi absoluto, aun con las restricciones que impuso el trazo democrático. Nuestros presidentes reciben tanto poder de sus electores que luego lo ejercen sin control prácticamente alguno y, poco a poco, al irse perdiendo ese hilo democrático va quedando un poder absoluto que se convierte en otra “plaga”. Nada ni nadie pueden interferir en sus graves decisiones inclusive, al punto de que ese poder va mutando a uno “personal”, en el cual el presidente comienza a hablar del “yo” que otorga, decide y reparte la Hacienda Pública.
Ejemplos sobran en nuestra historia de como el personalismo los llevó a la derrota y al ostracismo, salvo honrosísimas excepciones que podemos contar con muy pocos dedos, pero ahora ha exacerbado a sus extremos, haciendo que quien ocupa nuestro más alto y solemne cargo representativo va dejando de serlo. Para “colmo de males” esa misma persona maneja completamente el negocio petrolero, como he indicado antes en otros escritos, ya que ella es la “acción preferida” en la Asamblea de Accionista de PDVSA. Los resultados de esta “plaga” están a la vista.
Estatismo
No es de extrañar, entonces, que otra “plaga” nos aceche: el exagerado e influyente peso del Estado venezolano en todas las áreas de la vida, sean estas económicas, políticas, institucionales y sociales, cuestión que estaría demás difundir en este escrito si no fuese por la importancia decisiva que ha tenido y tiene en el desempeño de toda Venezuela. Ya ha sido llamado por otros “omnipotente y omnipresente”, pero de cuyo peso derivan dos elementos importantes. Por una parte, el hecho de ser el único dueño de la principal industria lo califica como “dueño” de las divisas y de allí en constituirse en el “único y gran suplidor” de siempre de todo el aparato productivo y ahora como proveedor de las más básicas necesidades de la sociedad.
Por la otra, un tema nada menos sustantivo: ese Estado ha inhibido de tal manera el desarrollo de una extensa y profunda sociedad civil, que su “oxigeno” es totalmente dependiente de él. Sea en el plano material o en de la defensa de sus más significativos derechos humanos, pues sus instituciones lejos están de actuar en su legítima defensa y muy difícilmente se puede decir que la representan cabalmente.
Populismo
Esta “plaga”, que fácilmente podríamos llamarla “enfermedad política” o, si se quiere de los políticos, nos ha invadido hasta los cimientos más hondos. La promesa del que puede hacerlo todo cuando está en campaña, pero ni los cumple o hace lo contrario es regla de oro en nuestro pobre país. Con la ayuda del “caudillismo”, del Presidencialismo, del Estatismo y del petróleo a los políticos venezolanos les ha resultado muy fácil prometer. Unos más que otros, repetimos, con honrosas excepciones que marcaron la diferencia, porque no prometieron. Peor todavía de aquel que llenó de promesas el escenario para luego dejar al país arruinado.
Venezuela esta “herida” de populismo hasta límites, quizás, insalvables porque aquellos que no saben siguen creyendo en los que lo postulan. Muy fácil es ofrecer “villas y castillos” a los que hoy no ganan lo suficiente para mantener la familia. Muy fácil es prometer futuros que no existen y estallan después en la triste realidad que hoy vivimos.
Lamentablemente, esa “plaga” no ha desaparecido y, agregamos, tiene “dos caras”. La convencional que es la que se ha descrito, la previa al evento político o electoral y la posterior a este que se concreta en aquella vieja consigna de “pan y circo”, con la cual se mantiene distraída y engañada a la población.
Socialismo
Con esta plaga se va cerrando el círculo. Todos, repito todos los partidos políticos que accedieron al poder en Venezuela están “enfermos” de socialismos, extremos, moderados o “medias tintas” y quien diga que este país ha sido gobernado por todas las ideologías políticas está equivocado. Desde la perspectiva social cristiana, la socialdemócrata hasta la marxista se ha impuesto el terror al mercado y al capitalismo sin ninguna duda y por más que se afanen en repetir lo de “economía mixta” o cualquier otro subterfugio, intentan ocultar pensamiento y procedencia. Aquellos que en todos esos partidos intentaron revisar esas ideas fueron defenestrados y hay testigos vivientes y no vivientes.
Venezuela no tuvo la suerte de tener un Felipe Gonzalez o un Tony Blair que se atrevieron a cuestionar seriamente el socialismo y tampoco los tiene ahora, pues ninguno de los surgidos recientemente se lo plantea seriamente, más allá de di vagancias y generalidades. Una “plaga” que no nos hemos podido quitar de encima y que ahora se agrava miserablemente con esta “cripto revolución” cuyos ancestros vienen de Marx y Jesús. Sumen Uds., estimados lectores, todas ellas para explicar porque estamos donde estamos. Solo agreguemos dos, para no llegar a diez.
Vivir del petróleo
Todo lo dicho y defendido no seria posible sino fuera porque tenemos petróleo, pero no nos equivoquemos, no es nada malo tener esa bendición. Pero si se usa para mantenerse en el poder o, peor para comprar cuerpos y almas, es donde se convierte en dañino y perverso. El punto es que la “plaga” no es tenerlo, sino solo vivir solo de él y Venezuela se acostumbró a esa forma de vida. Hoy en día esta aseveración se nos hace manifiesta y se revela dramáticamente con un progresivo empobrecimiento de la población que no tendría lugar si hubiésemos aprendido a crear y desarrollar otras fuentes de riqueza.
“Vivir del petróleo” alimentó a las demás, porque no cabrían populismos, socialismos, presidencialismos, etc., etc., si esta fuente de ingresos no estuviera allí, facilitándolos sin restricción alguna. Solo, si alguna vez, somos capaces de vivir de otra manera, dependiendo menos de esa gentil riqueza seremos capaces de afrontar todas esas plagas, incluyendo la última.
La revolución bolivariana.
Que nos haya caído está en pleno Siglo XXI, es lo peor de todo. Una plaga que, como aquellas que invadieron al Egipto de sus tiempos, no pareciera tener contrapartida y defensas, pero con el agravante de que se asienta en los más anacrónicos pensamientos de las ciencias y de la filosofía. Anclada en el siglo V, por sus costumbres monárquicas y feudales y en el XIX por sus orígenes utópicos y marxistas, esta plaga inunda todos los espacios y conductas. La revolución bolivariana con todos sus contenidos épicos, mitológicos y personalistas, llena de promesas incumplidas, en ese completo desfalco que le ha hecho Venezuela no puede ser mejor calificada. Es la suma de todos los males. Es la suma, de todas las plagas con las que hemos vivido durante mucho tiempo. Esperamos que algún día tenga su fin.
Maxim Ross
[1] Excelentemente tratado en el “Miranda y Bolívar. Dos visiones” de Giovanni Meza. Editorial jurídica venezolana, 2015.
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