El viernes 30 de agosto, Venezuela vivió nuevamente la pesadilla de un gran apagón, un sombrío recordatorio del colapso ocurrido el 7 de marzo de 2019, cuando la nación entera quedó sumida en la oscuridad durante una semana. Este nuevo apagón, aunque menos prolongado, ha dejado a muchas ciudades en penumbra por más de 24 horas. En medio de esta oscuridad, se alza una verdad ineludible: el chavismo es tiniebla.
Este apagón, como tantos otros, es una manifestación brutal, entre otras cosas, de 25 años de corrupción e ineptitud. Un régimen que se ha dedicado a destruir las bases mismas de la nación, que ha saqueado los recursos, tanto nacionales como internacionales, y que ha dejado al país en ruinas. Un plan macabro de una nomenklatura perversa que nos odia. Si esta oscuridad es producto de su ineptitud, es razón suficiente para que el régimen se vaya. Si es, como muchos estamos seguros, una estrategia planificada para quebrar a una sociedad que lucha por ser libre, entonces su urgencia de salida es aún mayor.
En 2010, como parte de la estrategia de apoyo de la CAF, se anunció un préstamo de 165 millones de dólares para el sistema eléctrico nacional, destinado al Proyecto Termozulia III. Este proyecto, que debía concluir en 2014, fue paralizado por Jesse Chacón en 2013 (sí, el de las iguanas). Hoy, lo que queda de Termozulia III es chatarra. El chavismo, desde Hugo Chávez hasta Nicolás Maduro, se ha robado todo el dinero de los venezolanos y también el de organismos internacionales, para pesar de Fedecámaras, que solo tiene palabras duras contra las sanciones. Este es solo un ejemplo del dinero desaparecido bajo el chavismo: USD 648.000.000.000. Seiscientos cuarenta y ocho mil millones de dólares que se esfumaron en obras inconclusas, corrupción desenfrenada, y el saqueo descarado de las arcas nacionales.
Las tiranías, especialmente aquellas con tendencias totalitarias como el chavismo, afectan cada aspecto de la vida. No hay un solo rincón de la existencia en Venezuela que no esté contaminado por la corrupción, la represión, y la incompetencia del régimen. Desde la separación de millones de familias, el terrorismo de Estado, la emergencia humanitaria diseñada desde el poder, hasta la destrucción de la educación y la falta de avances tecnológicos, el chavismo ha reducido a Venezuela a un estado de miseria permanente.
Así, desde lo más palpable como la separación de millones de familias, el terrorismo de Estado, la emergencia humanitaria diseñada desde el poder y la falta de libertad, podemos ir hasta los problemas generados por la destrucción de la educación; el no tener avances tecnológicos que ya en el mundo son normales; que haya lugares donde la luz eléctrica falte horas cada día o haya apagones planificados y/o por ineficiencia; que más de la mitad de los hogares no tengan agua por tubería de forma continua; que los hospitales te pidan los insumos médicos a ti, el paciente; que los Consulados no apoyen a los venezolanos en el exterior; que la policía no te proteja sino que te extorsione; que necesites «un contacto» porque la corrupción va desde los miles de millones robados por El Aissami hasta «la colaboración» en el Ministerio, y un largo etcétera.
Incluso afecta aquello que puede ser una distracción frente a tanta miseria, como el deporte o el arte. Lo vemos en la amenaza contra los familiares de los artistas que se atreven a alzar la voz contra la tiranía, lo vimos en los Juegos Olímpicos, lo vimos en la utilización de Yulimar Rojas como propaganda para un régimen que asesina, tortura y golpea a la población LGBTIQ+ y lo vemos en el presidente de la Federación Venezolana de Fútbol, que está ahí no por méritos sino por ser amigo —y socio— del poder; motivo por le cual el jugador Jhon Chancellor, cuyo padre está secuestrado por el régimen, no jugará la próxima fecha FIFA pero sí el hijo de uno de los mayores esbirros del chavismo, Matías Lacava,
Precisamente por ello no es verdad que «la gente volvió a su vida normal». No lo es porque semejante desastre, semejante barbarie, semejante destrucción, no es normal. Es por ello que los venezolanos se organizaron, votaron, defendieron su voto y eligieron a Edmundo González Urrutia como presidente, y, en octubre de 2023, decidieron que María Corina Machado lideraría un movimiento que va más allá de lo electoral o político: es un movimiento social.
No es normal la tiranía. No es normal el totalitarismo. El ser humano debe ser libre, y eso es lo que los venezolanos desean: vivir en un país normal, un país libre, un país sin sombras.
Si este régimen continúa en el poder, los tiempos que vendrán serán aún más oscuros. La oscuridad no solo cubrirá a Venezuela, sino que se extenderá por toda la región. La urgencia de cambio no es política, es existencial. Los venezolanos merecen la luz de la libertad. No aceptamos menos que la democracia.
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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