La retórica de los encuesto-opinólogos

Si la premisa de los venezolanos que quieren vivir en libertad es que “llegar hasta el final” significa reemplazar al régimen por un gobierno democrático y respetuoso del Estado de Derecho, se necesitan dos condiciones de partida para que el candidato de la oposición pueda liderarlos hasta ese final:

Que el candidato esté genuina e incorruptiblemente determinado y comprometido a llegar hasta el final, es decir llegar a unas elecciones libres y no aceptar cualquier farsa electoral – que implica no aceptar los atropellos, trampas, abusos y violaciones constitucionales ejercidos por el régimen para evitar el cambio democrático.Que el candidato tenga el apoyo de la gran mayoría de ese 90% de electores que quiere decididamente un cambio democrático.   

Obviamente, el objetivo del régimen es eliminar de la carrera a cualquier candidato que cumpla con estos dos requisitos, ya que así el resto de los abusos necesarios para su permanencia fluirían sin obstáculos.

La importancia de lograr la participación de un “sustituto”, tanto para el régimen como para los poderosos intereses económicos nacionales e internacionales que promueven esa tesis, radica en el hecho de que una farsa del régimen solo con los “alacranes cero-coma-algo-porciento” profundizaría su deslegitimación. Este sería el escenario más hostil para esos actores que aspiran a “normalizar” la economía sin cambios políticos reales.

Por otro lado, la misma farsa, pero agregando un “sustituto” que no sea abiertamente identificado como alacrán, y que tácitamente no cumpla con las dos condiciones arriba mencionadas, (porque si las cumple será eliminado de una u otra manera), es el escenario ideal para el chavismo, ya que potencialmente incrementa su legitimidad con respecto a la farsa exclusivamente con los alacranes. La misión no es votar para un “cambio”. La misión es maximizar la participación para maximizar la legitimación de la farsa.

La tarea de los constructores de narrativas es darle apariencia de veracidad numérica y científica a la ficticia factibilidad del éxito opositor en el escenario de la farsa con el sustituto, para disminuir en algo la muy probable alta abstención, y de esta manera maximizar el engatusamiento.

Vale decir, que una farsa, como la que acaba de ser convocada por el CNE, sería una farsa independientemente de si el sustituto es nombrado por un cogollo, por un partido, o por la líder del momento. No solo por la persistencia de las ilegales “inhabilitaciones”, sino también porque no se cubrirán ninguna de las garantías mínimas: no hay tiempo ni intención para una verdadera actualización del registro electoral para incluir a los votantes en el exterior, para establecer una observación internacional genuina, para auditar el sistema, y por ende la farsa está totalmente fuera del acuerdo de Barbados.

Hemos visto en las últimas semanas un intenso esfuerzo para minar y contrarrestar la popularidad y la legitimidad de María Corina Machado, en el que diversos encuestadores, “opinólogos”, e incluso ciertos lideres de oposición, colaboran o se refuerzan entre sí en la construcción de una narrativa con ese fin. Sin embargo, este esfuerzo se ha visto obligado a considerar dos verdades al momento innegables.

La primera es que el líder venezolano con mayor legitimidad y popularidad en este momento histórico es MCM, y que en una elección libre ganaría abrumadoramente, independientemente de los candidatos que se postulen por el régimen, por el alacranato, e incluso por el nutrido club de aspirantes a “sustituto” de la oposición “borderline”. De no haber existido las primarias, los constructores de narrativas hubiesen podido fácilmente fabricar encuestas para negar esta realidad, que se ve y se palpa en la calle.

La segunda verdad innegable es que la supuesta “inhabilitación” es una fabricación, no solo ilegal e inconstitucional, sino también criminal, al premeditar y configurar el forjamiento de documentos pseudo legales. Nadie puede dudar de ello, tanto desde el punto de vista factual como jurídico.    

Como los constructores de narrativas ya no pueden atacar directamente ni la popularidad ni la legitimidad de María Corina Machado, usan técnicas de manipulación en las que se ven obligados a reconocer, e incluso fariseamente alabar, esa popularidad y legitimidad indiscutible, y a partir de allí argumentar con resultados de encuestas tendenciosas la deconstrucción de esa innegable popularidad y legitimidad.

El mecanismo principal para esta deconstrucción es lo que en retorica se denomina “paralipsis”: una figura que enfatiza ciertos aspectos verdaderos e innegables (en este caso la popularidad y legitimidad de MCM), mientras omite o falsea otros aspectos relevantes, introduciendo elementos o ideas nuevas que pasan a  contradecir o a anular el valor de la premisa inicial (por ejemplo, introducir la factibilidad del éxito de la tesis del sustituto, crear falsos dilemas con la violencia o la abstención). Con estos mecanismos, esperan ganar credibilidad manteniendo una apariencia de moderación, cuando efectivamente están actuando para minar la realidad incómoda que inicialmente admitieron y que ya no pueden negar frontalmente.

Para apalancar y buscar darle legitimidad a esa narrativa, concebida a priori, se confeccionan encuestas en las que una serie de “preguntas sugestivas” se disponen en un determinado orden estratégico para guiar sutilmente a los encuestados hacia respuestas que se prestan a ser interpretadas en el marco de la narrativa preconstruida. 

A esta técnica de manipulación se le conoce con el nombre de “efectos del orden de las preguntas”. Las preguntas buscan tendenciosamente laudar el valor de una determinada condición (la inscripción de MCM) para que otra condición, ligeramente menos favorable, parezca más factible o aceptable (la tesis del sustituto). Esto se manifiesta por ejemplo en las preguntas que quieren comparar diferentes niveles de abstención con MCM en el escenario o con el supuesto sustituto, así como los niveles de popularidad electoral de ese candidato electoral abstracto en comparación a los niveles reales de MCM.

Las preguntas ordenadas estratégicamente tienden a prospectar una paralipsis que explota el reconocimiento de que MCM tendría mejores resultados electorales y contaría con menores niveles de abstención que el escenario con el sustituto abstracto. Se presenta así al sustituto como segunda opción reconociendo que es marginalmente menos favorable, pero dándolo todavía holgadamente ganador, haciéndolo así una alternativa atractiva, incluso si fuese cualquier “perro callejero” como le hemos oído decir recientemente al analista senior Geoff Ramsey del estadounidense Atlantic Council.  

Estos “datos” de intención del voto y niveles de abstención son reforzados con ulteriores datos sobre la reconocida impopularidad de Maduro, por lo que el lector de estas encuestas debería concluir que al final de cuentas si se pierde un hipotético 10 % en abstención no sería una catástrofe por lo que la segunda opción es igualmente atractiva.

Obviamente, estos números se leen en un vacío, sin tomar en cuenta el contexto de las condiciones adversas que ya están irreversiblemente sobrevenidas con el adelanto de la fecha para el 28J. Estas condiciones adversas, que establecen la diferencia entre una farsa electoral y unas elecciones libres, son las condiciones a las que solo puede hacer frente un candidato y líder que cumpla con los dos requisitos mencionados al inicio.

La farsa electoral garantiza varias cosas: por supuesto la continuidad del régimen, pero también la posición de ventaja y competencia desleal de operadores económicos nacionales e internacionales, y el alivio de las sanciones para usufructo tanto del régimen como de esos operadores económicos.

Apuntalando esa narrativa, en una reciente encuesta se formulan preguntas evidentemente sesgadas como la siguiente:

“¿En su criterio, considera prudente que haya un acuerdo entre los líderes políticos del país para resolver los problemas económicos de inmediato aun cuando no se resuelvan del todo los problemas políticos?”

Esta pregunta claramente tendenciosa y capciosa está astutamente diseñada para influir en la respuesta del encuestado al incorporar una suposición camuflada y llevar indirectamente al participante hacia una alternativa que puede no ser la suya, pero que favorece la narrativa preestablecida. De hecho, despojando la pregunta de su disfraz eufemístico obtenemos que sería equivalente a preguntar: 

“¿Si te arreglan un poco el problema económico estás dispuesto a seguir viviendo en dictadura?”

Este tipo de razonamientos tiende a preparar el terreno para la aceptación de un sustituto “perdedor”, pero con “vocación de conciliación” para lograr mejoras en la economía ante el escenario de la continuación del régimen. Para entender el nivel de sesgo de la pregunta basta imaginarse la pregunta contraria, que jamás sería incluida en este tipo de encuesta, ya que iría en contra de su narrativa preestablecida: 

¿En su criterio, considera prudente que haya un acuerdo entre los líderes políticos del país para resolver los problemas políticos de inmediato aun cuando no se resuelvan del todo los problemas económicos?

Lógicamente, esta pregunta tiene el sesgo contrario y plantea un argumento alternativo al sugerido por la narrativa preconcebida de la encuesta aludida, el cual considera que los problemas económicos estructurales y profundos de mediano y largo plazo no se pueden resolver hasta tanto no se cambie a un régimen que es violatorio de todo el marco jurídico vigente y de los derechos humanos, y que no garantiza seguridad jurídica para un crecimiento económico, competitivo, abierto, sostenido y con atracción de capitales legítimos…  

Para sostener la inevitabilidad de la tesis del sustituto, los encuesto-opinólogos indirectamente promueven y suscriben el chantaje que emana del régimen y que plantea el “catch 22” de sumisión o violencia.

El chantaje funcionaría así: Se consolida la falacia de la «inhabilitación». Se organiza la farsa con alacranes, y con supuestos “sustitutos” nombrados por cogollos. A la sociedad civil organizada se le convence de que no debería usar ninguna de sus legítimas cartas constitucionales y del derecho natural e internacional, para repudiar, invalidar y probar la ilegitimidad de la farsa, porque si las usa será reprimida con violencia y sus derechos humanos serán ulteriormente violados. Cualquier legitima manifestación sería infiltrada con agentes violentos del caos. Se establece el agravante de crear un estigma para que las víctimas de la eventual violencia física y judicial sean presentadas como causantes de la violencia contra ellas mismas.

No prestarse a la farsa pasa a ser un desvío de la ruta democrática y electoral utilizando la distorsionada narrativa de “la abstención en el pasado” para demonizar cualquier posibilidad de no prestarse a la farsa.

En esto coinciden los alacranes, la oposición “borderline” y los encuesto-opinólogos con sus paralipsis y sus encuestas sesgadas.       

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

rpoleoZeta

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