La guerra asimétrica de Chávez: Análisis y Estrategias del Chavismo en la Política Internacional

Pedro Benítez (ALN).- ¿Qué explica la capacidad de resistencia del régimen político instaurado por Hugo Chávez y que encabeza Nicolás Maduro? Como todo en la vida, no hay una sola explicación, pero sí se debería considerar una en particular: se le ha subestimado. No tanto a Chávez y a Maduro como individuos, sino al proyecto político creado por el primero y que ha sostenido a este último.

En ese sentido, vale la pena (es nuestra recomendación del día) volver a revisar la amplia obra de investigación del periodista y analista político argentino-venezolano Alberto Garrido (1949–2007). En sus libros analiza las implicaciones militares y geopolíticas del gobierno de Chávez para el futuro del país y de la región, así como la naturaleza del régimen que instauró.

Para Garrido, Chávez no era un reformador (como lo fue Rómulo Betancourt, por ejemplo), sino un actor revolucionario en el tablero global, decidido a reconfigurar la correlación de fuerzas ideológicas y militares en América Latina. Esta visión puede verse como clarividente o como una proyección de temores conspiranoicos (sic), según la posición del lector.

Sin embargo, la cuestión es que Garrido se tomó en serio a Chávez y al chavismo. No los evaluó como un grupo de delirantes o simples oportunistas. Lo que lo llevó a afirmar explícitamente que el excomandante/presidente buscaba convertir a Venezuela en un eje revolucionario antioccidental (fundamentalmente antiestadounidense). Esa idea es central en varios de sus libros, especialmente en La guerra (asimétrica) de Chávez (Alfadil Ediciones, 2005) y Chávez, Plan Andino y Guerra Asimétrica (2006).

La materia prima de estos dos textos en particular son documentos oficiales, discursos presidenciales y entrevistas a militares, lo que dota a su planteamiento de un sólido respaldo analítico. Su enfoque va más allá de lo militar, abordando las estrategias mediáticas y civiles, y exponiendo que para el chavismo la política no consistía en una competencia entre partidos e ideas, sino en una guerra: “la guerra política”.

Garrido sostenía que el proyecto chavista o bolivariano no se limitaba a una política interna de transformación socialista, sino que articulaba un proyecto geopolítico de alcance continental y antihegemónico, centrado en:

• El rechazo del modelo occidental-liberal-capitalista, al que asociaba con el “imperialismo estadounidense”.
• Alianzas estratégicas con actores antioccidentales, como Cuba, Irán, Rusia y movimientos insurgentes como las FARC o el ELN.
• La reactivación del pensamiento bolivariano y su expansión regional, con Venezuela como nodo irradiador de una revolución continental.

Entre otras afirmaciones, nos permitimos citar dos:
“Chávez está construyendo un eje geopolítico e ideológico desde Caracas… que pretende desmontar el modelo neoliberal del hemisferio”.
— La guerra (asimétrica) de Chávez

“La guerra asimétrica no es sólo un plan militar; es una estrategia civilizatoria en oposición al Occidente capitalista”.
— Chávez, Plan Andino y guerra asimétrica, 2006.

La guerra (asimétrica) de Chávez, en particular, es una lectura esencial para entender la dimensión militarizada de la política chavista (esto es clave). Ofrece una visión clara del concepto de “guerra de todo el pueblo” expuesto por Chávez desde mediados de la década de 2000, y es especialmente valioso para analistas de seguridad, estudiosos de América Latina y quienes deseen explorar el uso político de la doctrina militar en Venezuela.

En la misma, el enemigo superior es Estados Unidos, que debe ser combatido con tácticas híbridas que combinan guerra no convencional, política, medios y movilización social. Además, cubre reformas legales (LOFAN y Ley de Conscripción), creación de la reserva militar nacional, túneles defensivos con apoyo logístico de Cuba y la formación de guerrilla urbana y rural.

También describe la guerra asimétrica como parte de la “multipolaridad” frente al “unipolarismo” de Estados Unidos, formando alianzas con Cuba, las FARC y, por cierto, Guyana, para enfrentarse al bloque Bogotá–Washington. Cuando Garrido hace su investigación son los días del Plan Colombia.

Las implicaciones de este último aspecto las abordó con más detalle en Chávez, Plan Andino y guerra asimétrica, donde profundiza en la relación entre Venezuela y guerrillas colombianas, FARC y ELN, en la lucha regional.

La relación entre el proyecto de Chávez e Irán es uno de los aspectos que Garrido analizó con especial atención, viéndola como una alianza estratégica antioccidental de base ideológica, energética y militar. El quid de ese acercamiento era la coincidencia en su retórica contra Estados Unidos, al que ambos gobiernos llamaban “imperio”. Chávez veía a Irán como un modelo de resistencia a la hegemonía estadounidense, con una afinidad más bien simbólica que religiosa o cultural, basada en la lucha compartida contra el orden mundial occidental.

Ya en ese entonces, Garrido alertaba sobre posibles acuerdos militares secretos entre Caracas y Teherán, idea que fue retomada después por otros analistas que denunciaron la posible presencia de miembros de la Guardia Revolucionaria iraní (Quds) en Venezuela, aunque eso nunca ha sido demostrado.

Por razones de espacio, no nos detendremos aquí en el fuerte componente petrolero de dicha alianza, que, además, es suficientemente conocido. Pero sí mencionaremos otro aspecto que Garrido destacó: Chávez, sostenía, admiraba la estructura político-militar de Irán.

El liderazgo carismático de Alí Jameneí le sirvió de modelo al concepto de “comandante eterno”. También llamó su atención la combinación de ideología, aparato estatal y milicias revolucionarias de ese régimen, así como la presencia de un aparato paralelo de control ideológico y defensa (los Basij). No por casualidad eso se asemejaba al plan para las milicias bolivarianas.

La interpretación que Garrido hace sobre la dimensión militar encubierta en la alianza Chávez–Irán es audaz y coherente con su tesis general de un “proyecto revolucionario hemisférico”. Sin embargo, carece de pruebas empíricas sólidas y ha sido contestada por investigadores que consideran más plausible una alianza geopolítica no militarizada, basada en intereses económicos, energéticos y simbólicos. No obstante, lo que aquí queremos destacar son las implicaciones de los aspectos del sistema político de los ayatolas de los que el chavismo se inspiró a fin de consolidar su propia hegemonía dentro de Venezuela.

Todos los regímenes con los que se alió, y con los que se ha sentido afinidad, coincidían en al menos una cuestión: ninguno aceptaba la existencia de poderes autónomos dentro de sus respectivas sociedades y eran refractarios al modelo de la democracia liberal occidental de alternancia democrática.

Nada de lo expuesto pretende decir que el proyecto de poder bolivariano (chavista), en su concepción y ejecución, haya sido infalible. Ningún proyecto humano lo ha sido nunca. Por regla general, los resultados siempre distan de los propósitos iniciales.

Por otra parte, la perspectiva de nuestro autor de hoy, centrada en la amenaza, al enfocar la narrativa en un posible enfrentamiento, puede percibirse como alarmista, en especial para quienes consideraron exageradas en su momento tales nociones de guerra preventiva. Asimismo, podría decirse que algunos de sus textos pierden profundidad al no contrastar suficientemente las interpretaciones oficiales con críticas opositoras o visiones académicas independientes.

Sin embargo, Garrido consideraba que, mientras Chávez insistiera en sostener su proyecto, la confrontación entre Estados Unidos y Venezuela sería fatalmente inevitable, con consecuencias catastróficas para los venezolanos. Idea esta que, por los vientos que soplan en el Caribe, vienen a tener inquietante actualidad.

@PedroBenitezF