Las movilizaciones que encabeza María Corina Machado (siempre con el afiche de Edmundo González en mano), son multitudinarias en cantidad y en esperanza. Y cuando ocurren estas acciones, donde una ciudadanía toda se rebela contra la opresión, hay pequeños hitos que van alimentando más y más esa esperanza. Así pasó con Elis, Mileidis, Pastora y Corina, “las Hernández”, dueñas del restaurante Pancho Grill en Corozo Pando, Guárico.
La visita de María Corina Machado a este pequeño restaurante familiar se convirtió en un símbolo de resistencia. Durante su paso hacia Apure, Machado y su equipo se detuvieron en Pancho Grill para comer unas empanadas. La alegría de las dueñas, Elis, Mileidis, Pastora y Corina, fue palpable, ya que, como la mayoría del país, desean un cambio. Sin embargo, la respuesta del régimen fue rápida y brutal: el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (SENIAT) clausuró el negocio pocas horas después de la visita.
Lejos de desanimarse, las Hernández recibieron un torrente de solidaridad. Comenzaron a recibir órdenes de empanadas de distintas partes de Venezuela y del extranjero, demostrando que la represión del régimen solo logró fortalecer la conexión y la solidaridad entre los ciudadanos. La segunda visita de María Corina al restaurante, donde se encontró con las cocineras esperándola sin miedo y con mayor alegría, simbolizó la valentía y la determinación del pueblo venezolano.
La frase “Hasta el final” y “libertad” escrita en un cartel bajo la calcomanía del SENIAT encapsula el espíritu de estas movilizaciones.
En medio de ambas visitas a este local de Corozo Pando, Machado estuvo en Apure, y vimos cómo un ciudadano gritaba “entra en el mío [negocio], así me lo cierren”. Y es que la esperanza (esa que tratan inútilmente de quebrar los propagandistas) es el motor de aquello que Václav Havel llamó “el poder de los sin poder”. Allí, Havel ilustra cómo el régimen post-estalinista comenzaba a desmoronarse cuando el verdulero dejaba de colgar el letrero que decía “Proletarios del mundo…”. Sí, algo parecido a lo que hicieron en Corozo Pando donde pegaron un cartel con la frase “Hasta el final” y la palabra “libertad” escrita bajo la calcomanía del SENIAT. Este acto, aunque pequeño, simbolizaba el rechazo a los rituales de subordinación impuestos por el régimen.
En Venezuela hay una mayoría descomunal que decidió cambiar, sabiendo que para lograrlo hay que rebelarse ante aquellos que los oprimen.
La verdad es que el tándem María Corina ― Edmundo se ha vuelto un problema mucho mayor, para el régimen, que haber permitido la candidatura única de Machado. En cualquier caso la tiranía no cuenta con números electorales para vencer, pero ahora tienen a la líder del país recorriendo cada pueblo (y venciendo los obstáculos que ellos mismos le ponen, lo cual aumenta la épica contra el poder), y al candidato, cada vez más conocido y apreciado, tendiendo puentes, hablando de transición, organizando y siendo un factor de una unidad cada vez más consolidada. La candidatura de González Urrutia fue un enorme acierto de la oposición, pero llegó luego de un error no forzado del chavismo, y son esos errores los que, a veces, permiten que se logre el ansiado paso a la democracia. Ojalá sea este el caso.
Esta campaña no sigue el modelo tradicional de una jerarquía de arriba hacia abajo. En cambio, ha sido impulsada por la gente, que de manera espontánea ha creado lemas, canciones, imágenes e incluso han decidido hacer “encuestas” en sus calles, además de, obviamente, organizarse en los Comanditos, 600K y defensa del voto. Todo esto acompañado de los recorridos de María Corina y los actos multitudinarios cuyas fotos y videos, también, son compartidos en grupos de WhatsApp y comentados en reuniones familiares. El origen de todo esto es la creciente esperanza que tiene como motor una perspectiva de cambio que hace mucho tiempo se había perdido. Y junto con ello, un liderazgo que también se forjó de abajo hacia arriba y cuya legitimidad quedó consolidada en el hito político que fue la Primaria. Hay quienes no lo entienden o no lo quieren entender pero desde hace mucho tiempo no son las élites las que mueven a la sociedad venezolana. Es la sociedad venezolana quien decidió tomar la batuta, y ello incluye moverse cuando lo creen conveniente y útil, no cuando “se los dicen”.
Es por todo ello que el dilema que plantea la emoción y la comunicación vs. la organización es errado. Hoy más que nunca, ante un régimen que busca sembrar desesperanza frente a la voluntad masiva de cambio hay que llenar de emotividad y confianza cada calle que se visite, cada video que se lance y cada discurso que se exprese. La expectativa de cambio es lo que hará que la gente decida defender su voto frente a un sistema que viola derechos humanos. No hay victoria sin orden, pero tampoco sin esperanza.
Sin embargo, es comprensible que ante un mensaje que busque sembrar optimismo y hable de dignidad, quienes tienen como misión sembrar desesperanza y la normalización de la barbarie y la humillación, se incomoden. Que los venezolanos levanten la cara y digan “nunca más” es todo lo contrario a lo que pretenden aquellos que disfrazan de “análisis” lo que en realidad es el intento de mantener un statu quo donde la gente no hable de libertad y acepte sumisamente vivir en lo último de la Pirámide de Maslow. Hay quienes están completamente alejados de la realidad porque decidieron leer solo las líneas oficiales y no escuchar el grito de cambio de la inmensa mayoría de los venezolanos. No la ven, ni la quieren ver. Y cuando quedan al descubierto lo único que saben hacer es victimizarse, pero no funciona así porque las víctimas, las verdaderas víctimas, son las personas a las que ellos quieren decirles, desde una falsa intelectualidad, que aceptar una bolsa CLAP cuya leche no es leche, es mejor que intentar rescatar la democracia.
El tamaño de esta esperanza crece tanto, que incluso cruza las fronteras de nuestro país. Y ocurre no solo con cada uno de los nueve millones de venezolanos en el mundo, sino también con los ciudadanos de otros países, también oprimidos, que ven en la liberación de Venezuela una ventana para ellos mismos. Tan es así que la filóloga, periodista y bloguera cubana, Yoani Sánchez, escribió recientemente un artículo donde menciona lo siguiente:
«En Cuba, millones de ojos están atentos a los vaivenes electorales de Caracas. Un día nos levantamos escépticos pensado: ‘algo hará, seguro que lo cancela todo antes de perder’, pero al otro, la veta optimista se impone y nos decimos ‘si ellos lo logran, va y nosotros también’. Quedan más de dos meses. Hay tiempo para la esperanza y tiempo para la decepción. Pase lo que pase, la onda expansiva llegará hasta esta Isla».
Vemos, pues, que la esperanza de un pueblo golpeado pero digno, oprimido pero ni arrodillado, ni resignado, es la base de este movimiento histórico por la libertad. Sí, esa palabra que a tantos les incomoda pero que es el grito común de la gente, porque si algo dejaron de enseñanza estos 25 años de oprobio, corrupción, represión y socialismo, es que sin libertad no hay democracia, no hay progreso y no hay familias unidas.
Aristóteles decía que “la esperanza es el sueño de los despiertos”, y no hay descripción más perfecta para la Venezuela de hoy. Eso sí, el camino sigue siendo largo y los obstáculos que pondrá el poder serán cada vez mayores, así que, con esa esperanza, sigamos organizando, informando, denunciando y, el 28 de julio, votemos masivamente por ese cambio que necesitamos y deseamos.
La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.
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