Irene Olazo Mariné: «No podemos caer en el juego del régimen que busca separar familias»

Irene Olazo Mariné, esposa del preso político Juan Carlos Caguaripano, lamenta las nuevas condiciones de reclusión del capitán dentro de la cárcel de máxima seguridad de El Rodeo I. La fisioterapeuta, que tuvo que huir del país con su hija luego de ser secuestrada, publicó el domingo 2 de junio el libro «Te soñé libre», donde reúne sus vivencias, la persecución a su familia y su nueva vida como migrante en Costa Rica

A Irene Olazo Mariné le toca vivir la prisión política de su esposo, el capitán Juan Carlos Caguaripano, a 1.845 kilómetros de distancia. Residenciada en Costa Rica, el domingo 2 de junio publicó el libro digital «Te soñé libre», donde reúne vivencias de su infancia y juventud, así como ese «punto de inflexión», como llama a la clandestinidad y posterior detención del militar, los varios intentos de secuestro de su hija y el suyo propio, donde fue torturada por agentes de inteligencia del Estado venezolano. 

El libro, en los primeros lugares de venta en la plataforma digital Amazon, coincide entre el traslado de 45 presos políticos, entre ellos Caguaripano, de la sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) El Helicoide a la cárcel de máxima seguridad El Rodeo I, la incomunicación en la que los han mantenido y las elecciones presidenciales del 28 de julio. 

«Si bien es cierto que el libro habla de mi vida, también va dedicado y enmarca mucho lo que vivimos las familias de los presos políticos, lo que vivimos las personas que hemos tenido que migrar y las personas que queremos ver a Venezuela en libertad», comenta Olazo en entrevista telefónica a TalCual

De profesión fisioterapeuta, como muchos migrantes ha tenido que manejar otros oficios al no ser reconocidos sus estudios. Ahora se dedica a la peluquería canina, además del cuidado de su hija y lleva el control de las denuncias internacionales sobre la prisión política de su esposo, a quien no ve desde el año 2018. 

«La lucha en el exterior es más difícil porque tienes que luchar para sobrevivir, para sacar a tu hija adelante sin olvidar a todos los que quedaron atrás. Una vez que pisé Costa Rica, yo empecé a hacer todas las diligencias con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), hacer la denuncia formal sobre las torturas contra Juan Carlos y familia, por el tema de persecución y cada una de las violaciones de derechos humanos que Juan Carlos y su familia hemos sufrido», destaca. 

La petición ya tiene seis años. Un tiempo similar tiene la medida cautelar de protección dictada por la CIDH y que ha sido sistemáticamente vulnerada por el Estado venezolano. Pero Olazo refiere el lado positivo: «está cerca de pasar a juicio, eso es un avance muy grande (…) La lucha, a pesar de que estamos en el extranjero, no para. A lo mejor no la hacemos día a día, aunque de corazón siempre estamos con ellos, pero es más fácil estando afuera hacer todo este tipo de diligencias con los organismos internacionales».

A pesar de la lejanía, la esposa de Caguaripano no deja de sentir la presión que ejerce el gobierno de Nicolás Maduro y los organismos de inteligencia sobre los detenidos. «Llama la atención que a través de familiares de otros presos mandan a decir ‘que Irene no denuncie, que Irene no haga tal cosa’. Siento que hay mucha presión por parte del Dgcim, los custodios y las personas que lo tienen allí, al punto de que lo mandan a decir este tipo de cosas, al punto de tratar de callar a las voces que denuncian lo que pasa en El Rodeo como sucedió con Andreina Baduel, a quien le prohibieron las visitas a su hermano». 

Por ello Irene Olazo invita a los familiares a no decaer. «Muchos de ellos están injustamente tras las rejas a pesar de que deberían tener libertad plena. Eso como familiar te desespera, pero no podemos caer en el juego del régimen que busca separar familias. Lo lograron con la mía, no solamente porque me hayan separado de mi esposo y a mi hija le hayan arrebatado a sus papás, sino por el hecho de tener un preso bajo estas circunstancias en donde no hay una comunicación clara».

El libro

«Te soñé libre» se empezó a gestar en diciembre de 2023, tras escuchar insistentemente de otros venezolanos y extranjeros que su vida «daba para una novela». Consta de 308 páginas, donde el lector no solo encuentra la narración en primera persona de las vicisitudes y anécdotas de Irene Olazo, sino recursos tecnológicos que llevan a canciones, declaraciones y otros reportajes que retratan partes de su vida. 

«Al migrar, sentí que a través de la escritura yo drenaba mucho. Aprendí que la escritura es totalmente terapéutica. Empecé a escribir artículos sobre la felicidad, sobre la migración y para mí fue maravilloso. Tuve que buscar una mentoría para que me ayudaran a armar el libro, a buscar esas partes de estructura que yo desconocía», explica. 

La fecha fue fijada en un plazo relativamente cercano (2 de junio de 2024). Olazo lo ve como parte de esas cosas que le ha tocado sortear rápidamente por su condición de madre, esposa de un preso político y migrante. «Siempre he estado sola con la niña, siempre he sido su sustento. Entonces, si no salgo rápido de esa situación siento que me voy a llevar y me va a arrastrar esa situación. Ella es mi motor para arrancar». 

Sobre el título, señala que uno de sus significados son sus deseos de libertad para su hija, actualmente de seis años. «Cuando mi hija tenía cuatro meses de nacida, empezó el tema de la persecución y hubo un intento de secuestro. Yo ya sentía que a mi hija se le había robado la libertad (…) Soñaba con verla en un país libre, lamentablemente no lo hemos logrado en Venezuela. En Costa Rica se logró que ella viviera en libertad».  

Pero el título, continúa Olazo, no solo engloba ese deseo de libertad para su hija, sino «la libertad que deseaba para mí, la libertad que aún deseo para Venezuela, la libertad para cada uno de los presos políticos y para los venezolanos que viven en Venezuela como si fuera una gran prisión».

La prisión de Caguaripano

El capitán Juan Carlos Caguaripano Scott está detenido desde el año 2017 por el asalto y robo de armas al Fuerte Paramacay (Naguanagua, estado Carabobo), y que fue bautizada por las autoridades como la “operación David”. Fue torturado tras su detención y ha pasado por las cárceles de La Tumba y El Helicoide hasta recaer en El Rodeo I, la nueva prisión de máxima seguridad en el estado Miranda, el pasado 4 de abril. 

«Desde que ellos fueron trasladados al Rodeo I, cada uno de los presos tiene una visita semanal, una visita que se hace a través de un vidrio, le dan 20 minutos aproximadamente a cada familiar para hablar con ellos pero cada conversación es monitoreada por un teléfono con custodios alrededor. En el momento que digas algo que ellos consideren que no es correcto, bloquean la comunicación», explica Olazo.

*Lea también: Familiares de presos políticos reclaman ante el MP «condiciones inhumanas» en El Rodeo I

La esposa de Caguaripano afirma además que el capitán «se ha quedado prácticamente solo en Venezuela. A mí me tocó migrar con la niña y su mamá es una persona de la tercera edad con ciertos problemas de salud que le impiden trasladarse a donde él está».

El único familiar cercano autorizado para las visitas es su padre. «Mi suegro vive en Puerto La Cruz (estado Anzoátegui) y siendo él un adulto mayor también se le dificulta mucho el traslado hasta el Rodeo. Desde que él ha estado en El Rodeo solo lo ha podido ver dos veces, como el resto de los presos políticos se ve demacrado».

Las dificultades de migrar

En uno de los capítulos centrales de su libro, Irene Olazo explica las razones que la obligaron a migrar. «Cuando decido salir de Venezuela, lo hago porque a mí y al general Baduel, al llevar apoyo a los familiares de Óscar Pérez en la morgue de Bello Monte, nos retuvieron y a mí me secuestraron. En ese secuestro a mi me amenazaron, me golpearon, me torturaron al punto de que hoy día tengo que ser operada de una hernia discal». 

Menciona que nunca hizo pública esa detención hasta ahora «porque nunca entendimos como me liberaron». La situación detonó una preocupación más: buscar un lugar seguro para su hija o permitir que creciera en su país, pero con dos padres presos. 

«La transición no es fácil, porque a mí cuando me toca salir no es en familia, sino sola con una niña de cuatro años. Si tienes que trabajar no tienes quien cuide a la niña, y si te quedas con la niña no tienes cómo obtener ingresos. Yo salí sin nada, yo salí solo con un morral porque me tocó salir clandestinamente y al llegar a Costa Rica yo no contaba ni con 100 dólares en los bolsillos», comenta Olazo. 

La esposa de Caguaripano también lamenta las calumnias en su contra, de supuestamente haber recibido cientos de dólares para ubicarse en otro país. «Qué lamentable tener que salir huyendo y encima escuchar este tipo de calumnias y mentiras. Cuando yo llego a mí me tocó hurgar entre la basura durante semanas para ver qué conseguía y darle de comer a mi hija, pero siempre pintándole a ella que todo estaba bien e íbamos a salir de esto». 

Recuerda que el primer lugar que logró alquilar con sus menguados ingresos estaba «minado» de pulgas. «Era desesperante sentarme en las noches a llorar y ver cómo las pulgas le caminaban a mi hija por el rostro. Migrar no es fácil, adaptarse a otras costumbres no es fácil pero uno tiene que quitarse toda esa rabia, todo ese resentimiento y dolor para enfocarse en los objetivos que quieres lograr, especialmente por mi hija. Mi motor ha sido mi hija y gracias a ella he podido obtener estabilidad como migrantes, siempre con el corazón en Venezuela, con el corazón y las ganas de estar con mi familia». 

La estabilidad que ahora tiene en Costa Rica, país del cual obtuvo la nacionalidad, no representa una total seguridad. «Yo no me sentiría segura en ningún país del mundo porque sé que los tentáculos del régimen llegan a cualquier sitio. Esa era una de las cosas por las cuales a mí me han escuchado poco luego de que salí de Venezuela, sentía miedo por la niña». 

Olazo insiste en que los familiares de presos políticos deben mantenerse unidos. «A mantenernos firmes y siempre con una actitud positiva para poder transmitirle a ellos lo que necesitan y mantenerse detrás de esas rejas donde son torturados psicológicamente». 

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