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Héctor Rojas, el olvidado astrofísico venezolano que marcó el sitio de alunizaje del Apolo 11

El Eagle alunizó en la superficie lunar en el Mar de la Tranquilidad el 20 de julio de 1969 — 102 horas, 24 minutos y 40 segundos después del lanzamiento del Apolo 11. “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad.” dijo el astronauta Neil Armstrong mientras ponía su primer pie en la superficie lunar.

Pero aquel “gran salto para la humanidad” había sido posible gracias al esfuerzo titánico de un equipo de genios, no obstante, existe un nombre que fue borrado de aquel histórico acontecimiento, pese a que fue este brillante matemático y astrofísico quien se encargó de definir los lugares de los aterrizajes en la Luna.

Hablamos del primer astrofísico venezolano Héctor Rafael Rojas, nacido en Maracaibo el 10 de junio de 1928, quien además fue postulante a viajar a la luna en los años setenta, pero todo su legado, su investigación y hasta su registro de vida fue borrado. ¿Por qué razón o motivo?

El investigador y biógrafo Pierre Monteagudo, luego de cuatro décadas se propuso esclarecer las incógnitas -y también las sombras-, que existen en torno a nuestro primer astrofísico en su minucioso ensayo: Expediente Rojas, publicado en el año 2016.

Era un soñador

De Maracaibo partió su familia a Puerto Cabello, donde se establecieron un tiempo, pero finalmente fijaron residencia en el barrio La Barraca de Maracay, estado Aragua, donde creció Héctor Rafael Rojas.

Se gradúa en la primera promoción del Liceo Agustín Codazzi. Sin perder tiempo, se aventura a cursar dos años de bachillerato en Física y Matemáticas en el Liceo Fermín Toro de Caracas.

Con veintidós años, en septiembre de 1950, empaca “tres trapos” y se marcha a Francia para perseguir sus sueños, postulándose como becario en el curso de estudios superiores de Física y Matemáticas en La Sorbona, graduándose el 7 de junio de 1956, con la máxima distinción otorgada en ese país, mention très honorable (summa cum laude). Primero obtiene el doctorado en Física y Matemáticas y, posteriormente, el doctorado en Astrofísica, el rango de coronel de la Fuerza Aérea Francesa, y más tarde, se convierte en asesor científico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN.

En la biografía de Monteagudo se lee que, en 1966, la NASA solicitó la colaboración del Dr. Rojas para el Programa Apolo, en el marco de la carrera espacial con la Unión Soviética. 

Monteagudo revela que Rojas, a través de un método creado por él mismo, contribuyó enormemente a poner al hombre en la luna y traerlo a casa sano y salvo. 

El hito de nuestro primer astrofísico venezolano, “consistió, concretamente, en determinar el lugar más seguro de toda la superficie lunar para tomar tierra”, aduce Monteagudo.

Sus aportes y estudios

En el meticuloso ensayo del biógrafo, Monteagudo, desvela que el Dr. Rojas realizó importantes investigaciones en el Observatorio de París – Meudon; en el Instituto Carnegie de Washington D.C.; y en el Instituto Tecnológico de Monterrey, en México, desempeñándose como profesor-investigador en asociación con el Pan American College, en Edinburg, Texas. 

De allí, se incorpora como científico del Programa Lunar Apolo, de la National Aeronautics Space Administration (NASA). Es considerado un autor por la Agencia Espacial Estadounidense, merecedor de la publicación de todos sus informes científicos, sobre características de la Luna, los cuáles fueron editados (1966-1967), por la Editorial del Centro Espacial de Vuelos Tripulados de la NASA, en Houston, Texas, hasta el año 1973, desde entonces llamado Johnson Space Center. 

Un inciso: el Dr. Rojas dominaba “perfectamente” cinco idiomas: francés, inglés, alemán, italiano y japonés.

Experto en suelo lunar

El talento del Dr. Rojas lo condujo a convertirse en el más destacado de los expertos en el suelo lunar, asesorando a los astronautas de la misión Apolo 11. La NASA lo considera como un candidato a viajar a la Luna, en calidad de astronauta científico con la misión de efectuar observaciones, estudios y experimentos en el campo de la astrofísica, anota Monteagudo.

El Dr. Rojas desarrolló el Método de las Transformaciones Sucesivas o Método Rojas de coeficientes espaciales, mediante el cual hizo los cálculos necesarios para el alunizaje del Apolo 11, en 1969. 

Esta técnica matemática está basada en complejas extrapolaciones o proyecciones, solo aplicadas correctamente por el científico venezolano para obtener parámetros exactos, usando el sistema de coordenadas creado por él. Nadie en la ya legendaria NASA entendía cómo Rojas aplicaba su técnica para lograr tal exactitud en los datos que obtenía de superficies remotas, apunta Monteagudo.

El astrofísico venezolano tomó en cuenta las características topográficas de la región ecuatorial de la Luna, mediante ocho estudios selenográficos, definiendo así las coordenadas de los mejores lugares para la exploración lunar segura que realizaron los astronautas del Apolo 11.

EL 20 de febrero de 2019 el organismo estadounidense publicó en el Servidor de su Programa de Información Científica y Técnica (NTRS) los tres primeros estudios del astrofísico venezolano, como parte de su trabajo en el proyecto Apolo. 

“Los tres primeros estudios están publicados en el Servidor de Información Técnica de NASA porque los encontré en París y mediante un acto jurídico al amparo de la Ley de Libertad de Información (FOIA) se vieron obligados a publicarlos para no incurrir en un delito”, refirió Monteagudo, quien también es venezolano de origen español.

Fue vetado 

En una entrevista de Europa Press titulada: Misterio y secretismo llegan a su fin: Doctor Rojas, una historia apasionante, el autor e investigador del libro Expediente Rojas dice: El doctor Rojas fue muy ingenuo. Pensó equivocadamente que los burócratas le permitirían divulgar sus propios inventos a favor de la democratización del conocimiento científico, chocando de frente con los intereses del Departamento de Estado americano, dirigido por Henry Kissinger.

Declara además que las entidades involucradas intentaron en vano comprar con dinero los descubrimientos de este científico venezolano. “Ante la negativa del doctor Rojas, los mediocres, motivados por intereses inconfesables, actuaron, cometiendo auténticas atrocidades contra este hombre de ciencia.”

Cuando le consultaron al biógrafo sobre la mayor virtud y el mayor defecto del astrofísico venezolano, fue tajante al opinar: “La mayor virtud del doctor Rojas, fue tener siempre una voluntad de hierro que le sirvió para sobreponerse ante la adversidad (…) De hecho, si no hubiera sido por su desencuentro con los estadounidenses, si el doctor Rojas, hubiera tomado los dólares que le ofrecieron, como pago por sus inventos, habría recibido el Premio Nobel, para el que fue propuesto y luego vetado por el Gobierno de Estados Unidos.”

Regresó enfermo a Venezuela

Durante la Guerra Fría, que enfrentó a dos potencias como lo eran Estados Unidos y la URSS, nuestro astrofísico recibió el encargo, por parte del presidente de la República, Rafael Caldera, de viajar en secreto a Moscú. 

Monteagudo asevera que esta encomienda sirvió de excusa para retener al doctor Rojas cuando tiempo después visitó Washington D.C., para una entrevista en el Departamento de Estado con individuos que tenían instrucciones de informar todo lo acontecido a Kissinger. 

El biógrafo señala que las órdenes para cometer las atrocidades contra Rojas procedieron de la Secretaría de Estado, citando que documentos desclasificados recientemente permiten inferir la participación directa de Kissinger como autor intelectual. 

“Son hechos probados que el doctor Rojas fue devuelto a su país en un estado lamentable, después de su última visita a Estados Unidos. Los detalles del ‘tratamiento’ que recibió son conocidos por el Gobierno de Venezuela, pero no les interesa pedir explicaciones”, denuncia el biógrafo al especificar que el astrofísico fue sometido al protocolo estilo MKUltra (programa de control mental de la CIA).

“Sobre la naturaleza de las viles acciones contra el astrofísico venezolano, solo diré que fueron causa de secuelas permanentes, daño cognitivo severo y pérdida de memoria selectiva, sin que los médicos venezolanos que lo atendieron cuando Rojas fue devuelto a su país, pudieran precisar la causa. ¿Se usaron medicamentos, drogas experimentales, tecnología militar para borrar recuerdos, electrochoques, o todo junto? A esta cuestión, debe responder el Departamento de Estado de los Estados Unidos”, advierte Monteagudo.

Adiciona el autor que, en la NASA, indujeron al Dr. Rojas a desarrollar aplicaciones de uso militar a partir de sus investigaciones, lograron obtener del científico venezolano la tecnología armamentística, se apropiaron de ella, y Rojas pasó a ser un estorbo, prescindible y riesgo para la Seguridad Nacional de los Estados Unidos.

Borrado de la historia

Para Monteagudo, hay suficientes pruebas expuestas en su ensayo, que determinan cómo y porqué fue borrado de la historia el Dr. Héctor Rafael Rojas y su carrera espacial, así como también fue eclipsada toda su actividad profesional de los registros históricos en Venezuela, su trabajo como profesor–investigador en el Instituto Pedagógico El Mácaro del estado Aragua sigue desaparecido, sus funciones como asesor especial del Ministerio de Educación permanecen en secreto. El desenlace del viaje que hizo a la Unión Soviética casi obligado por su amigo personal, el presidente Rafael Caldera, es un secreto de Estado. 

“El Dr. Rojas era un alma libre de ataduras geopolíticas. Este viaje fue un servicio a Venezuela, y lo hizo en 1972, después de abandonar la NASA”. El propósito del presidente Caldera era establecer relaciones plenas con la unión Soviética y le pidió al Dr. Héctor Rojas que realizara ese viaje tan incómodo”, confiesa Monteagudo en conversación con el autor de esta crónica. 

Y para terminar de silenciar el caso -sórdida labor que el gobierno norteamericano había realizado con éxito- en Venezuela, la mayoría de los archivos del astrofísico desaparecieron durante el primer Gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez. 

La historia olvidada del Dr. Rojas registra su deceso el 13 de mayo de 1991, suceso ocurrido en el estado Carabobo. Sus despojos mortales fueron inhumados en una fosa común y corriente y sin ningún tipo de honores, en Cementerio Municipal entre las poblaciones de Mariara y San Joaquín. Allí descansa nuestro primer astrofísico venezolano, quien logró que el Apolo 11, alunizara seguro y sus astronautas regresaran sanos y salvos a la tierra. No nos cabe la menor duda, que su figura ha sido desdeñada por todos los gobiernos. 

Su memoria debería estar presente como epónimo de una universidad; bibliotecas, centros de enseñanzas, academias, deberían portar con orgullo el nombre del Dr. Héctor Rafael Rojas. Para esto no debe existir más dilación, ni mucho menos la abominable excusa. Estamos obligados, por moral, a rendirle todos los tributos posibles y que su funeral, uno con honores, concluya con la inhumación de sus restos mortales en el Panteón Nacional, lugar que desde hace mucho tiempo espera por el homenaje póstumo para este insigne venezolano. Estamos en deuda con su historia y con su grandeza.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.

rpoleoZeta

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