Gina Centanaro está al frente de una fundación apoyada por la CCI que busca enrolar a los mejores profesionales en las empresas de ingeniería de Colombia
La joven bacterióloga monteriana Gina Centanaro está a la cabeza de una fundación apoyada por la Cámara colombiana de la infraestructura hace 17 años para buscar -especialmente entre jóvenes mujeres de sectores marginales- nuevos talentos para la ingeniería colombiana. Tal como su nombre lo dice la Fundación Apoyo a la Capacitación y la Responsabilidad Empresarial Sostenible (Acres) busca ingenieros talentosos en todo el país para asegurar la excelencia en el trabajo de las empresas que se ocupan de las obras civiles del país y para ello Gina Centanaro implementa diferentes estrategias.
Una de estas es la beca Guillermina Uribe Bone en honor a la primera mujer que se graduó en el país como ingeniera civil en la que entonces se denominaba Facultad de Matemáticas de la Universidad Nacional en Bogotá. Sus colegas de la época bromeaban con ella al decirle que se había venido de Guatemala, su país de origen, para meterse en “guate peor”. Y es que poco antes de titularse estalló el bogotazo de 1948, tras el magnicidio del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán.
Vivió hasta 2018, pero su memoria y su legado se mantienen vivos, gracias entre otras razones, a la Beca Guillermina. Esta fue creada hace dos años, no para pagarles los estudios a las jóvenes, sino para garantizarles su permanencia en universidades de alta calidad, a las que llegaron luego sufrir alguna suerte de desarraigo: dejaron sus hogares, su entorno, para enfrentar nuevos medios que pueden resultar hostiles para ellas y empujarlas a la deserción.
Su foco está puesto en estudiantes de estratos uno y dos con quienes la fundación trabaja para darle contenido y sustancia al discurso sobre la necesidad de generar oportunidades para los jóvenes.
Los beneficios de la beca, explica Carolina Centeno, están reservados para estudiantes que ya consiguieron aprobar sus dos primeros semestres en las facultades de la ingeniería. Es decir, a aquellos que logran pasar la coladera de los dos primeros semestres que suelen aprobar los más aplicados.
Las empresas afiliadas a la Cámara Colombiana de la Infraestructura se pliegan de ahí en adelante a los esfuerzos de la Fundación para que los seleccionados encuentren nuevos horizontes en la industria. La mayoría comienzan como pasantes y no pocos de ellos terminan liderando equipos de ingenieros, probando sus destrezas en campo e incluso como altos ejecutivos de las compañías.
Es una tarea compleja porque la tozudez de la realidad social se refleja en las cifras. Está demostrado que de cada cien estudiantes que se matriculan en una facultad de la ingeniería setenta no logran terminar sus estudios.
De ellos, el 80 por ciento no son citadinos sino provienen de zonas rurales pobres, marginadas o por las que ha pasado el meridiano de la violencia.
La tasa de deserción entre los hombres llega al 15 por ciento y entre las mujeres ya alcanza al 38 por ciento. Y no por falta de talento, sino porque muchas veces no encuentran mecenas o mentores que se encargue de mostrarles el camino.
En su caso, las niñas se van por falta de dinero, porque se hallan ante escenarios donde están permanentemente expuestos sus derechos y porque se ven envueltas en un contexto social excluyente.
Es un hecho también que hay un déficit de ingenieros. De los 450.000 jóvenes colegiales que llegan a la universidad, solo el 0,4 por ciento escogen carreras asociadas a la especialidad.
El programa de la Fundación que dirige la líder monteriana se edifica sobre un trípode: beca de sostenimiento, mentoría y empleabilidad.
Sus beneficiarios ya suman 571 jóvenes, 42 por ciento de ellos mujeres. Las claves para trabajar con ellos las encontró la directora de la Fundación Acres en las palabras de su padre, un Biólogo dedicado al estudio de los manglares, cuando le dijo que el dinero podría perderse, pero el conocimiento era un bien perdurable.
El énfasis está puesto en la mujer para ir cerrando esa brecha que muestra que los hombres ingenieros devengan un 28.6% más que ellas. La brecha es del 24% en cuanto a la participación en juntas directivas y solo el 12% de ellas se convirtió en CEO de sus empresas.
El papá de los exnarcos fundó en Medellín La Margarita del Ocho un comedero que…
Me considero un fiel creyente en la idea de tener una dieta variada del cine.…
En un mundo laboral cada vez más competitivo y especializado, la formación profesional se ha…
La subdirectora de Pares analiza la crisis de representación, el auge de proyectos personalistas y…
Aunque los bonos de Pdvsa se disparan ante la posibilidad de un cambio de gobierno,…
Adolfo Reyes no nació millonario, pero alrededor de la muerte con su red de funerarias…